En su último Informe Anual, correspondiente a 2022, publicado este mes de mayo, el Banco de España ha señalado, sin alzar la voz, algo importante y grave: que, en términos reales y teniendo en cuenta las diferencias de poder de compra entre España y el conjunto de la Unión Económica y Monetaria, “en las últimas décadas, el crecimiento… de la economía española no ha sido suficiente para lograr la convergencia en el nivel de renta per capita del área del euro”.[1]
En 1960, el PIB per capita en España se situaba un 32% por debajo de la media del conjunto de países que actualmente forman el área del euro; en 2005 se alcanzó el mínimo (-8,8%) de esa brecha negativa, es decir, nuestra máxima convergencia; pero en 2019 había subido hasta -13% y hasta -17% en 2022. Es decir, entre 2005 y 2022, la brecha negativa en nuestra convergencia de renta per capita con los países de la UEM se ha doblado, y solo en los últimos tres años (2019-2022) ha subido 4 puntos porcentuales. El Banco de España entiende que esta ampliación de nuestra diferencia de renta per capita con la UEM puede explicarse por la evolución del empleo y de la productividad, persistentemente por debajo de las que se registran en los países de nuestro entorno.
¿Qué nos lleva permanentemente a esta menor productividad y a este menor empleo, o, dicho de otro modo, a qué se debe el carácter “estructural” de estas diferencias con el conjunto de la UEM?
La productividad y el empleo
Primero, la productividad. La respuesta del Banco de España es que el bajo crecimiento de la productividad en nuestra economía, medida en términos de productividad por hora trabajada, no se relaciona tanto con la escasez de capital tangible disponible por trabajador, como con factores intangibles, lo que se denomina la “productividad total de los factores”, que incluye componentes difíciles de mejorar a corto plazo o sin políticas sostenidas en el tiempo, tales como organización, formación y, especialmente, innovación. Entre 1995 y 2019, la aportación de esos (y otros) factores intangibles al crecimiento del valor añadido fue negativa para nuestra economía, pero positiva en Francia o Alemania, lo que sostiene el argumento del Banco de España[2].
En segundo lugar, el empleo, que medimos a través de la proporción entre las personas empleadas y las personas en edad de trabajar, lo que llamamos “la tasa de empleo”. Esta tasa se sitúa actualmente en España 4,7 puntos porcentuales por debajo de la correspondiente al conjunto de la UEM; eliminar esta diferencia significaría, según ha calculado el Banco de España, crear 1,3 millones de puestos de trabajo adicionales en nuestra economía. ¿Cómo explicar que no podamos conseguirlo?
La tasa de empleo está determinada por dos factores: por un lado, la tasa de actividad, que es la proporción de la población en edad de trabajar dispuesta a participar en el mercado laboral; y, por otro, la tasa de paro, que refleja la proporción de personas que queriendo trabajar no encuentran trabajo. Pues bien, el Informe del Banco de España deja claro que, de esos dos factores, lo que explica nuestra baja tasa de empleo no es la baja tasa de actividad, sino la alta tasa de paro, significativamente más elevadas que la que se registra en la UEM, incluso en momento de gran actividad y fuerte crecimiento del PIB: nuestra tasa de empleo “sólo convergió de manera apreciable con la del promedio de la UEM durante los años 2000-2007…un periodo en el que…nuestro país mostró una senda de crecimiento muy vigorosa pero poco sostenible…basada, en gran medida, en la acumulación de considerables desequilibrios macroeconómicos y financieros”[3] Entonces, la pregunta que debe hacerse es: ¿a qué se debe que nuestra tasa de paro muestre tanta resistencia a bajar hacia la media de los países de la UEM?
Entre los factores que contribuyen a explicarlo, el Banco de España destaca, en primer lugar, la importancia del “marco institucional”. Este es, obviamente, un concepto muy amplio, en el que caben cosas muy diferentes. ¿Qué hay dentro de ese “marco institucional”, primer responsable, según el Banco de España, de nuestro “estructural” problema de empleo?
Al llegar aquí, el Informe pierde algo de su encomiable claridad, pero nos atrevemos a decir que no tanto como para no poder entender a qué se está refiriendo. Creemos que está señalando al conjunto de normas que englobamos bajo el título de Regulación del mercado laboral, que no sólo explicaría nuestra tasa de paro sino, además, nuestras tasas de temporalidad, también muy por encima del promedio de los países de la UEM, así como otra característica de nuestra economía, la rápida destrucción de empleo como forma de ajuste ante señales de debilidad económica o de inicio de recesión.[4]
Pero, ¿esto es todo? Quizá, no. Porque el Banco de España no se refiere en su Informe al impacto sobre el crecimiento económico y el empleo de la subida en las cotizaciones de la Seguridad Social que, según estimaciones solventes, podría alcanzar, en 2-3 años, una menor creación de empleo de hasta 190.000 puestos de trabajo[5].
Conclusión: convergencia 1986-2005-2022
En suma, desde 1986, año de nuestro ingreso en la UE, hasta 2005, hubo una progresión de 16 puntos en el acercamiento de nuestro PIB per capita al de los países que son actualmente miembros de la zona euro: nuestro PIB per capita pasó de representar el 75% del suyo al 91 %. Pero entre 2005 y 2022 nuestra convergencia en PIB per capita ha bajado del 91 al 82%, volviendo así al nivel alcanzado en torno a 1995, es decir, estamos perdiendo puestos en esa carrera.
Luis María Linde. Gobernador del Banco de España, 2012-2018
[1] Informe Anual 2022, págs. 80 y sgs.
[2] Ídem, p. 82
[3] Ídem, p. 93
[4] Ídem, p. 95
[5] IESE. La subida de las cotizaciones sociales. Análisis y consecuencias en la economía española. Mayo 2023, p.26
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