Acabo de volver de Milano donde he tenido la oportunidad de reunirme con diferentes asociaciones  y activistas en defensa de los derechos de las personas LGTBI+. Mientras hablábamos de la ‘guerra’ que el actual gobierno de derecha y extrema derecha liderado por Giorgia Meloni está realizando contra nuestros derechos, nos llegan las terribles imágenes de una persona, una transexual, tendida en el suelo indefensa, tumbada entre la acera y una zona dedicada al estacionamiento de ciclomotores. Cuatro vigili urbani, la policía local, se tiran contra ella, el primero le da una patada, otro malnacido la agarra del cuello, mientras un tercer bastardo vacía en su cara un bote de spray de pimienta esperando un cuarto verdugo que le asesta un nuevo golpe en el costado con una porra. Las imágenes las graba un vecino de la zona, desde un balcón de la burguesa zona de la Universidad Bocconi y las hace públicas en las redes sociales. El vídeo dura 90 eternos segundos, 90 segundos de una violencia inhumana, de una violencia sin justificación mientras desde un balcón alguien grita desesperando: “Pero están locos”.

Pocos segundos después se acercan otros dos policías que le asestan un golpe en la cabeza, otra patada y  detienen a esta anónima víctima de una ejecución infame de un delito de odio que, probablemente nunca será juzgado.

Por supuesto no quiero, ni puedo culpar al gobierno Meloni de este despreciable hecho, pero es evidente que el discurso de odio que están fomentando desde sus filas está calando en una sociedad ya de por si muy violenta. En Milán en las últimas semanas se han verificado otros ataques homófobos y también las violaciones a mujeres se ha vuelto un problema nacional. 

La respuesta a este vídeo no se ha hecho esperar por parte de las fuerzas políticas de izquierdas y asociaciones LGTBI+, sin embargo televisiones y más medios gubernamentales, han relegado la noticia a una infame última página.

Fabrizio Marrazzo, portavoz del partido Gay LGBT+, ha sido el más contundente en pedir respuesta a la justicia: «Nada podrá nunca tapar lo que se ve en esas imágenes, pedimos al alcalde Sala la verificación inmediata de los hechos y la suspensión inmediata de los agentes que agredieron. Quisiéramos resaltar al Ministro Piantedosi que lo ocurrido a una semana del Día Mundial contra la Homobistransfobia muestra la urgencia de una ley que nos proteja y castigue, con agravantes, incluso a las fuerzas policiales culpables de tales delitos».

La Unión Europea y el resto de países democráticos no pueden no actuar contra el gobierno ultra de Giorgia Meloni, que ha comenzado toda una ofensiva -a ellos les encantará llamarlo ‘cruzada'- para impedir, por ejemplo, el registro de los hijos de las familias homoparentales. El Ejecutivo ha instado ya a las corporaciones locales a la negativa a inscribir a hijos de parejas del mismo sexo nacidos en el extranjero. Lo han hecho con la excusa de que de esta forma se puede luchar contra la gestación subarogada y los vientres de alquiler. Sabéis que respetando a las parejas que usan este método para ser padres, yo no lo haría nunca, sin embargo denuncio esta propuesta de ley que en definitiva dejaría en un limbo legal a los hijos de parejas homosexuales. 

En esta cruzada contra las personas LGTBI+, el Senado italiano rechazó martes 16 de marzo el Certificado Europeo de Paternidad propuesto por la Comisión Europea para que todos los países de la UE reconozcan automáticamente la paternidad establecida y legal en otro Estado miembro, incluidas las familias LGTBI+.  Este rechazo cargado de odio, contó con el apoyo de la coalición de derecha gobernante, mientras que todas las formaciones de la oposición votaron a favor de la propuesta de la UE. La gravedad de esta decisión es evidente. Italia ya está al lado de la Hungría de Orbán y la Polonia de Mateusz Morawiecki.

Meloni; la nueva ‘inquisidora general’

Giorgia Meloni, como buena ultraconservadora  siempre ha sido abiertamente contraria al colectivo LGTBI+, y por tanto al matrimonio homosexual. Ahora, actuando como aquellos retrógrados curas de pueblo de hace décadas, que se negaban a bautizar a niños y a niñas engendrados en familias consideradas ‘en pecado’ (anoten aquí todos los supuestos creíbles e increíbles) va a intentar implementar las medidas que citaba. No ha engañado a nadie, es lo único que puedo reconocerle; ya hace cuatro años, en una arenga pública en la Plaza de San Giovanni, en pleno corazón de Roma, bramaba contra los Estados que ponen por delante el derecho de los homosexuales a adoptar frente al derecho de un niño a tener un padre y una madre. ¡Como si este modelo considerado ‘tradicional’ y reduccionista de familia garantizara la felicidad de las criaturas!

¿Han ganado la batalla de la propaganda y del dominio de la sociedad? ¡En absoluto!

En aquella misma alocución, Meloni arremetía contra quienes la primera ministra considera enemigos de la identidad de género o de la identidad nacional… ¡cómo si la nación entendiera de orientaciones sexuales! Cabe suponer, utilizo la ironía, que doña Giorgia ha comido o ha cenado muchas veces con la nación italiana y ha extraído en sus conversaciones con ella estas conclusiones. ¿Y si soy gay no soy un buen italiano? No cabe mayor estupidez. Y es que no se pueden poner puertas al campo. Fue, todos lo recordamos, el famoso discurso en el que Giorgia Meloni pronunciaba aquellas frases célebres que han calado muy hondo en parte de la sociedad de mi país: ‘Yo soy Giorgia. Soy una mujer. Soy una madre. Soy italiana. Soy cristiana. No me lo arrancaréis’. Como eslogan de marketing político, no cabe duda de que resulto exitoso, si no, esta ‘iluminada’ no habría llegado adonde está. 

No hay duda de que buena parte de los italianos, y me avergüenza, ha ‘comprado’ esa mercancía ideológica averiada. El problema es que ahora, esta intolerancia la sufren TODOS mis compatriotas, y que el riesgo de contagio por todo el continente es brutal.  

Repito  que frente a esta ola de odio, la Unión Europea no puede seguir cerrando los ojos y actuar con simples amenazas, la respuesta tiene que ser contundente.El efecto contagio que puede tener callar o ser complacientes con estas políticas reaccionarias puede ser devastador y todos, TODOS, podemos hacer mucho para evitarlo.

Acabo de volver de Milano donde he tenido la oportunidad de reunirme con diferentes asociaciones  y activistas en defensa de los derechos de las personas LGTBI+. Mientras hablábamos de la ‘guerra’ que el actual gobierno de derecha y extrema derecha liderado por Giorgia Meloni está realizando contra nuestros derechos, nos llegan las terribles imágenes de una persona, una transexual, tendida en el suelo indefensa, tumbada entre la acera y una zona dedicada al estacionamiento de ciclomotores. Cuatro vigili urbani, la policía local, se tiran contra ella, el primero le da una patada, otro malnacido la agarra del cuello, mientras un tercer bastardo vacía en su cara un bote de spray de pimienta esperando un cuarto verdugo que le asesta un nuevo golpe en el costado con una porra. Las imágenes las graba un vecino de la zona, desde un balcón de la burguesa zona de la Universidad Bocconi y las hace públicas en las redes sociales. El vídeo dura 90 eternos segundos, 90 segundos de una violencia inhumana, de una violencia sin justificación mientras desde un balcón alguien grita desesperando: “Pero están locos”.

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