El boicot a las elecciones municipales de Kosovo por parte de la minoría serbia ha provocado una escalada de tensión en los Balcanes, que ha tenido como consecuencia la intervención de la KFOR, la Fuerza Internacional de Mantenimiento de la Paz en Kosovo con bandera de la OTAN. Debido a la ley electoral kosovar, no hay un mínimo de participación para considerar inválidos los comicios, un hecho que ha tenido como consecuencia que los alcaldes elegidos en la región de mayoría serbia sean albaneses étnicos. 

Este hecho ha incendiado el norte del país, principalmente por el rol de Serbia y su discurso nacionalista de no negociar con Kosovo de manera bilateral porque no su independencia, declarada en 2008. Desde la invasión rusa de Ucrania a gran escala, el papel de Serbia, y en especial el de Aleksander Vucic, su presidente, ha sido de mantener un equilibrio de posiciones entre Rusia y la Unión Europea.

Por un lado, gran parte de la ciudadanía apoya a Rusia, pero el gobierno quiere avanzar en la integración europea. Esta encrucijada ha provocado que, para no tener que confrontar con la situación, el gobierno serbio ha decidido volver a la senda nacionalista para así contentar a una ciudadanía cada vez más descontenta.

El hecho de que el gobierno serbio pusiera las tropas en alerta porque Kosovo desplazó las fuerzas de seguridad para garantizar que se cumplía con la ley, y se permitía a los alcaldes albaneses tomar el cargo, demuestra hasta que punto la parte serbia no quiere solucionar el conflicto. Cuando la diplomacia europea consigue cierta normalización de relaciones entre ambas administraciones, la parte serbia escala en el conflicto de nuevo.

No es casual que sea a las puertas de la cumbre europea donde se abordará la guerra en Ucrania, ni el papel que tendrá Rusia en el futuro europeo. La cuestión kosovar sigue dividiendo a los países de la Unión Europea, sobre todo cuando algunos lo reconocen y otros no, como España, Eslovaquia Rumanía, Grecia o Chipre.

Albin Kurti, el primer ministro de Kosovo, quiere presentarse como un líder fuerte delante de la sociedad kosovar, capaz de garantizar, como cualquier líder de cualquier Estado, su integridad, y que los derechos de las minorías están presentes. Este hecho tiene como consecuencia que en partes donde la minoría nacional serbia está presente en un 90%, el Estado kosovar tenga que hacerse prevalecer, lo reconozcan o no.

Las presiones europeas, sobre todo de Alemania y Francia, han tenido sus frutos, pues el gobierno, a pesar de que considera legítimos y correctos los resultados electorales actuales, se ha abierto a repetir las elecciones de nuevo en cuatro municipios norteños. Tendremos que ver hasta qué punto se considerará una capitulación, pero también es verdad que ceder a la petición franco-alemana permite a Kosovo normalizar las relaciones diplomáticas y mostrar a Vucic, si vuelve a escalar, como responsable único de los disturbios. 

La UE solicita a Kosovo que repita las elecciones municipales pero al mismo tiempo recuerda a Serbia que Kosovo cuenta con avales importantes y que la KFOR está allí desplegada

Este último factor es relevante. La Unión Europea solicita a Kosovo que repita elecciones para evitar que Serbia escale el conflicto y, por otro lado, le recuerdan a Belgrado que Kosovo está allí, que cuenta cn reconocimientos importantes y la KFOR se encuentra desplegada. Y no hay ningún impedimento para desplegar más efectivos de la KFOR si fuera necesario. Pero el hecho que el presidente serbio haya dicho que Kurti quiere ser "un Zelenski", en tono peyorativo, demuestra la influencia rusa en el gobierno serbio. Recordemos que el país condenó la invasión en Naciones Unidas, pero no se ha abierto, ni encuentra correcto, implementar sanciones a Rusia. De la misma manera que hasta avanzada la guerra no hizo un llamado a que los serbios no se podían alistar como voluntarios a las filas rusas, ni tampoco en el Grupo Wagner

En conclusión, la escalada de tensiones en Kosovo es una evidencia más de hasta qué punto los gobiernos cercanos a Putin en Europa necesitan refugiarse en el nacionalismo para huir de hacer frente a cuestiones regionales. De la misma manera que Hungría ha hecho un retroceso en derechos y libertades desde la última victoria de Viktor Orbán en plena guerra, la Serbia de Vucic también ha tomado la misma senda.

Belgrado es pasto de protestas continuas contra la inoperancia e ineptitud del gobierno, y Kosovo les ha servido como anillo al dedo para desviar la atención de su ambivalencia respecto Rusia, como también de los debates internos. 


Guillem Pursals es doctorando en Derecho, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado. Puede leer aquí sus artículos en www.elindependiente.com