Quedan cinco semanas para las elecciones y nada está decidido. Hay una pulsión de cambio evidente, como se demostró en las elecciones municipales y autonómicas. El PP va primero en todas las encuestas, exceptuando, naturalmente, la del CIS, que le da al PSOE una ventaja de medio punto. Pero, como ya hemos explicado en estas páginas, lo importante el 23-J no es quién gane, sino quién sume para gobernar. Y ahí los sondeos están mucho más igualados.
En estos 35 días lo más importante es no meter la pata, no dar munición al contrario. Pues bien, la precampaña se ha inaugurado con dos monumentales patinazos: el protagonizado por el delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, quien afirmó el pasado jueves con una tranquilidad pasmosa que "Bildu ha hecho más por España que los patrioteros de pulsera" (refiriéndose a los partidarios de PP y Vox); y, por parte, el error del PP al haber incluido en el acuerdo de Gobierno con Vox en la Comunidad Valenciana un apartado (43) en el que no se hace mención a la violencia de género, sino a la "violencia intrafamiliar".
Detengámonos hoy en este punto, ya que va a ser un eje fundamental de la campaña por parte de la izquierda para equiparar al PP con "un partido de machistas y maltratadores", como dijo el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, nada más conocerse el acuerdo de Gobierno en la Comunidad Valenciana.
Por si no fuera poco el ruido político y mediático que genero ese apartado 43 del acuerdo, el pasado viernes, José María Llanos, número dos de Vox en Valencia, afirmó con rotundidad: "La violencia de género no existe".
En Génova no sabían donde meterse. El revuelo interno obligó a Núñez Feijóo a publicar un tuit pasadas las 15 horas en el que proclamaba: "La violencia de género existe y cada asesinato de una mujer nos conmociona como sociedad..." Una hora más tarde era el propio Carlos Mazón -futuro presidente de la Comunidad Valenciana- quien corregía a sus aliados: "Violencia de género o violencia machista. Sin ninguna duda".
La pregunta lógica es, si lo tienen tan claro, ¿por qué el PP aceptó el punto 43 y no se incluyó la lucha contra la violencia de género en el acuerdo de Gobierno?.
A muchos ciudadanos de centro que pensaban votar al PP les entra ahora la duda de qué hacer el 23-J tras la imposición de las políticas de Vox en temas tan sensibles como la violencia contra las mujeres. ¿Qué España quiere construir Feijóo si necesita a Vox para gobernar?
Este desatino no es un tema menor. Negar la violencia de género es negar la legalidad, algo que ha defendido siempre el PP frente a los que ponían sus intereses o sus ideales por encima de la ley. Al negar la existencia de violencia de género, no sólo se está eludiendo la ley de 2004 de Medidas de protección integral contra la violencia de género, sino la filosofía que la inspira y que se refleja en su frontispicio, el primer punto de su exposición de motivos: "La violencia de género no es un problema que afecta al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el símbolo más brutal de desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige contra las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas por sus agresores carentes de los derechos mínimos de libertad y capacidad de decisión".
Es ese concepto, el maltrato como consecuencia de la desigualdad, lo que Vox pone en cuestión. Por ello, sus dirigentes se niegan a hablar de violencia de género o violencia machista, y prefieren refugiarse en el delito de violencia intrafamiliar. Para los que mandan en Vox es igual que un padre maltrate a un hijo, que que un hombre maltrate a su pareja o ex pareja. No, no es lo mismo. Y es esa diferencia cualitativa la que refleja el propio Código Penal al establecer penas más duras cuando la violencia la ejerce el hombre contra la mujer.
¿Puede permitirse el PP el lujo de rechazar o ignorar este hecho diáfano que recoge nuestro ordenamiento jurídico? ¿Está dispuesto Feijóo a hacer una enmienda a la totalidad a un avance social que, por fortuna, y hasta ahora, había sido políticamente transversal?
Lo que ha ocurrido esta semana es un aviso de lo que le espera a los gobiernos de coalición PP/Vox. El PP es un partido de derecha moderada en el que habitan y al que votan muchos ciudadanos liberales de centro. A esos cientos de miles de personas que pensaban depositar la papeleta del PP en la convocatoria del 23-J les estará temblando el pulso. Y no es para menos.
Santiago Abascal, envalentonado por lo que ha ocurrido en Valencia, quiere trasplantar el modelo valenciano allá donde el PP necesite de Vox para gobernar, ya sean autonomías o gobiernos locales... o, si llega el caso, al propio Gobierno de España. Feijóo tiene dos opciones: o bien tragar con las imposiciones de Vox en cuestiones culturales, de rechazo a la inmigración y a las políticas de igualdad; o bien, renuncia a gobernar si es a cambio de pagar tan elevado precio.
Moralmente, el PP no puede criticar al PSOE por sus acuerdos con Bildu o los independentistas si, al mismo tiempo, sus candidatos tragan con esas políticas propias de la derecha más rancia y reaccionaria. ¿Qué perfil quiere ofrecer Feijóo a los ciudadanos que quieren un cambio? ¿Qué país quiere construir? ¿Sobre qué bases va a liderar España si necesita a Vox para gobernar?
Me temo que Vox va a convertir en un calvario para el PP las cinco semanas que quedan para el 23-J. Y muchos estamos esperando que Feijóo diga ¡basta!. Y eso no es sólo cuestión de escribir un tuit deprisa y corriendo.
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