Rusia sigue siendo "un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma", como atinadamente describió al régimen de Stalin el primer ministro británico Winston Churchill.
Lo que ocurrió el pasado fin de semana es una prueba de ello. Para empezar, cómo llamar a la exhibición de fuerza del grupo Wagner, ¿rebelión, golpe, motín...? Para rebajar la gravedad de su acción, el propio líder del grupo, Yeugueni Prigozhin, ha declarado que su objetivo no era derribar a Putin. Prigozhin quiere limitar lo sucedido a un intento para no perder el control absoluto sobre sus tropas, que el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, quería integrar en el Ejército regular. Pero, aunque eso fuera así, la decisión de marchar sobre Moscú con una columna de tanques no es un tema menor. De hecho, el alcalde de la ciudad puso a la población en alerta por una amenaza terrorista, declaró festivo el lunes y el propio Vladimir Putin abandonó la capital y durante horas estuvo en paradero desconocido.
La debilidad del régimen es más que evidente: el servicio de inteligencia del Ejército ruso (GRU) no detectó el movimiento de Wagner. O, lo que es peor, lo hizo y no transmitió la información al Kremlin
Hay un primer dato que llama poderosamente la atención. Miles de soldados se trasladaron desde la frontera de Ucrania hasta Rostov del Don, ciudad en la que se encuentra el comando sur de las tropas rusas, para hacerse con su control sin resistencia. Y después, continuaron hacia el norte por una de las principales autovías del país hasta llegar a 200 kilómetros de Moscú. ¿Qué información tenía de una marcha de miles de hombres y material, que lógicamente no pudo ser improvisada, el servicio secreto (GRU) del Ejército ruso? No olvidemos que Putin fue miembro del KGB y que da una importancia extrema al espionaje. La información es la base de su poder. La información y el secretismo sobre todo lo que pasa en el interior del Kremlin.
Hasta los servicios norteamericanos (la CIA) han reconocido que percibieron cosas raras en Wagner en las 48 horas previas al sábado 24 de julio. ¿Es tan malo el GRU como para no haber detectado el movimiento que estaba preparando Prigozhin? O, como apuntan algunos analistas, había otras personas en la sombra esperando a ver si ese era el principio del fin de Putin.
Desde luego, la asonada de Wagner no tiene nada que ver con la oposición en Rusia (Jodorkovski o Navalni), que siguió los acontecimientos desde la barrera, con la misma sorpresa que la mayoría de los mortales.
La invasión de Ucrania, una operación planificada casi como un desfile militar para reforzar la imagen imperial del presidente ruso, está siendo un fracaso. Tras casi año y medio, las tropas de Volodímir Zelenski, bien entrenadas y con armas modernas suministradas por los países de la OTAN, están demostrando que el Ejército ruso es un gigante con los pies de barro. De hecho, el recurso a un grupo mercenario como Wagner lo que demuestra es la incapacidad para lograr el objetivo de derrotar a un país mucho más débil y con una inferioridad militar evidente.
La guerra -a la que aún llama Putin 'operación especial'- está suponiendo un algo coste en vidas y recursos. Ayer mismo, el presidente ruso reconoció que el Estado ruso ha pagado 1.000 millones de dólares en un año a Wagner por participar en la guerra. Las sanciones económicas están haciendo daño no sólo al Gobierno, y a los jerarcas, sino a la población. El aislamiento internacional es ahora incluso mayor que en la época de la URSS.
Es evidente que la prolongación de la guerra va en detrimento de la fortaleza de Rusia y sólo beneficia las ensoñaciones imperialistas de su presidente. En ese contexto, no es extraño que la solidez del círculo íntimo del poder se esté resquebrajando. Unos, porque consideran a Putin un loco iluminado que lleva al país al desastre. Otros, porque le consideran débil y creen que debería haber recurrido ya a armas mucho más letales.
Como ocurría en época de Stalin, las intrigas son concomitantes al poder absoluto. Entonces, la solución eran las purgas en las que eran eliminados los enemigos políticos y todo aquel que no mostrase fidelidad total al líder. Ahora, tal vez no con aquella ferocidad, es probable que también se produzcan en las próxima semanas o meses cazas de brujas en el entorno del Kremlin.
En todo caso, la exhibición de fuerza de Wagner -su líder se ha retirado a la capital de Bielorrusia y los soldados que lo deseen podrán integrarse en el Ejército ruso- lo que sí ha puesto de manifiesto es la debilidad de Putin. Lo que suceda en el próximo futuro será consecuencia de esa debilidad, aunque sea en forma de brutalidad, porque, como afirma hoy en El Independiente Carmen Claudin, "la crisis se ha cerrado en falso".
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