María Guardiola tenía razón. Digo tenía porque parece que la han apeado de sus motivos para no querer pactar con Vox: era una cuestión de principios, no de porcentajes de votos. No podía pactar con Vox porque tiraba a la basura, junto con otras cuestiones muy “tirables” la bandera LGTBI que independientemente de su instrumentalización por los partidos de izquierda viene a decir que cada uno puede amar a quien quiera y que existen más familias que las que tradicionalmente los que nos sentimos a gusto con nuestras características sexuales podemos considerar. Y eso no se puede tirar a la basura impunemente como hace Vox o como intenta hacer Vox.
Y otra cosa que está haciendo el partido verde es poner a presidir las cámaras autonómicas a lo más rancio que se despacha en sus filas. Los presidentes de las Cámaras de Valencia, Baleares, y Aragón son lo más reaccionario que puede dar ese partido, nada que ver con un Iván Espinosa de los Monteros que podría estar en cualquier formación de centro. Eso es para que vayan abriendo boca los presidentes autonómicos vencedores de las elecciones, para que vayan tomando nota de lo que les espera cuando admitan en el seno de su gobierno a los consejeros de Vox.
Ahora el partido de Vox ha redactado unos nuevos estatutos que a través del CAP, Comité a Acción Política, impone el secreto de las deliberaciones de altos cargos y también el silencio de los militantes. Una de las modificaciones permite a su ‘dirección paralela’, el CAP, que es quien diseña la estrategia parlamentaria, no reflejar de manera pública qué componentes lo integran. Y eso tiene más que ver con una secta que con un partido político al uso.
Pero volvamos a Guardiola, que ha recogido velas y ahora baja la cabeza para aceptar no solamente unos personajes como los de Valencia, Aragón o Baleares, ya no para presidir las Cortes, cosa que en Extremadura le ha sido adjudicada a la socialista Blanca Martin, sino para que se prepare con la entrada de consejeros de Vox en su gobierno.
Esperemos que no se tenga que tragar absolutamente todas sus palabras porque entonces su crédito bajaría a mínimos -de hecho ya está bajando- sino sólo lo justo para recoger velas y ensayar la mejor de sus sonrisas ante la llegada de los consejeros extremeños de Vox. Eso sí que será tragar después de la llegada de Buxadé a Mérida rodeado de los suyos, como un auténtico capo, al que atribuyen haber reventado las negociaciones entre ambos partidos.
El votante de centro, que es mayoritario en el PP, está perplejo ante esta escalada que se preveía más moderada pero que está siendo extraordinariamente agresiva
Santiago Abascal y Buxadé están haciendo un gran trabajo a partir de lo que sucedió en Valencia, que no me cansaré de decirlo, fue una metedura de pata a cargo de Carlos Mazón que, con el pretexto de que quería quitarse de en medio a Carlos Flores por su pasado como maltratador precipitó todo de una manera imprudentísima y ahora Abascal ha tomado el modelo de Valencia para aplicarlo a todas las comunidades, incluida Extremadura.
El votante de centro, que es mayoritario en el PP, está perplejo ante esta escalada que se preveía más moderada pero que está siendo extraordinariamente agresiva si nos atenemos al perfil de los presidentes de las respectivas asambleas autonómicas.
El caso de Alberto Núñez Feijóo merece un comentario aparte. Y lo primero que hay que decir es que no se trata únicamente de porcentajes de voto sino fundamentalmente de principios y eso es lo que sostuvo María Guardiola cuando dijo lo que dijo. Desde luego, eso es infinitamente mejor que el papel que nos enseñó Carlos Mazón por el que se cerró el acuerdo con los representantes de Vox.
Pero además, el señor Núñez Feijóo corre el riesgo de tener como vicepresidente a Santiago Abascal, que a pesar de todo, es de lo mejorcito de ese partido, y que le pase como a Sánchez con Podemos, que unos van por un lado y los demás por otro, con las consecuencias que ya hemos visto.
La única opción de que Feijóo salga indemne de este cerco al que tienen sometido a su partido es que obtenga una mayoría que se aproxime bastante a la mayoría absoluta porque será la única manera de que el gobierno tenga un único presidente y no dos y una única línea de actuación y no dos diferentes. Y será la única manera de que los compromisos asumidos por el presidente del PP se cumplan sin interferencias.
Eso siempre que gane las elecciones, que está aún por ver.
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