Fue durante el mandato de Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, cuando esta celebración adquirió la relevancia internacional que ahora tiene.
Por lo tanto, es falso que la posición del PP sea contraria a los festejos, que por otra parte, dejan muchos millones de euros en la capital.
Y la prueba de que esta fiesta tiene la cobertura del Ayuntamiento, de la Comunidad y del Partido Popular es que en todos los lugares relevantes de la ciudad de Madrid, donde no se puede poner en duda que mandan los populares, en todos los sitios con alguna significación, los colores del arco iris estarán presentes. Es más, la sede del PP lucirá esta noche y las noches siguientes los colores de la bandera LGTBI.
Porque no nos engañemos ni busquemos engañar al respetable:son cientos de miles los homosexuales de ambos sexos que votan al PP. No sé si hay muchos que votan a Vox, pero los que votan al PP se cuentan por centenares de miles.
Por eso no tiene ningún sentido que los organizadores de esa marcha que culminará la fiesta hagan el paripé de tratar de expulsar a los representantes del PP de esa marcha. Eso hicieron con los representantes de Ciudadanos y con una Begoña Villacís que estaba a punto de dar a luz y que tuvo que soportar humillaciones sin cuento además de escenas escatológicas que estaban, en todo momento lo habrían estado, fuera de lugar.
Todo lo que sea dar por supuesto que los representantes del PP no secundan la fiesta del Orgullo es golpear en el vacío porque si hay una ciudad en la que el PP sea dueño y señor de las actividades públicas esa es Madrid.
Es más, en el PP se va a redactar un manifiesto en favor de los derechos de este colectivo, en una clara posición contraria a los planteamientos de Vox. Y ni siquiera allí porque en Elche, por ejemplo, donde ahora gobiernan PP y Vox, la bandera LGTBI ondeará en el balcón de su Ayuntamiento.
De manera que es un ejercicio bastante inútil reprocharle al PP la menor resistencia a celebrar las fiestas del Orgullo.
No puede ser que las calles queden arrasadas al paso de los manifestantes, porque se ve la falta de civilidad de los celebrantes.
Ahora bien: una objeción que es de mera ciudadanía. No puede ser que las calles queden arrasadas al paso de los manifestantes, del mismo modo que el espectáculo de la mañana siguiente a la noche de San Juan en las playas españolas es sobrecogedor porque se ve la falta de civilidad de los celebrantes. Nadie recoge sus restos, nadie se molesta en dejar mínimamente aseado el lugar en el que ha estado celebrando la noche más mágica pero también más guarra del año.
Lo mismo sucede con el festejo del Orgullo, las calles huelen al día siguiente a orín, a pesar de que el Ayuntamiento coloca cientos de cabinas precisamente para evacuar el alcohol ingerido. Bolsas de plástico tiradas, restos de comida esparcidos por el suelo.
En fin, quienes no nos podemos sumar al festejo padecemos enormemente sus consecuencias.
Sé que es inútil argumentar de esa manera, pero creo que es obligado.
Tanto como advertir de que el PP, como en su día fue Ciudadanos, tiene todo el derecho de participar en esa fiesta a cuyo servicio ha puesto la ciudad entera.
Y advertir de que toda muestra de rechazo no será más que prueba del sectarismo de quien lo ejerza
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