Mintió, mintió y mintió, vaya si mintió. Mintió hasta no poder más. Mintió hasta el último segundo de su vida política. Y de dejarle en su puesto actual seguirá mintiéndonos.
Cuando uno cambia de opinión debe explicárselo abiertamente y con toda claridad a los electores, sobre todo si el asunto es de la trascendencia de los que nos han ocupado en estos últimos cinco años. Cuando no es así, se interpreta por el cuerpo electoral como una mentira. Y éstas lo fueron, vaya si lo fueron, una mentira detrás de la otra. Con un único fin que fue el de mantenerse en el poder por encima del mundo y los montes.
Es verdad que ha aprobado una legislación social muy favorable para los intereses de las economías más frágiles, la subida de las pensiones de acuerdo con el IPC, el alza del Salario Mínimo Interprofesional, el reparto del Ingreso Mínimo Vital, aunque este capítulo únicamente cuenta con el 12% de beneficiarios sobre el 100% del censo total de personas merecedoras de esa ayuda. Eso se le tiene que reconocer. Es su baza principal. También que ha conseguido la mayor dotación de la Unión Europea para nuestro país. Este es uno de sus éxitos, del que se jactará en el debate de mañana.
Y cuenta además con el apoyo impagable de Vox, que con su programa de máximos le puede hacer perder votos a Nuñez Feijóo o, por el contrario, le podría otorgar la mayoría absoluta. Dependerá del uso que Pedro Sánchez haga de esa baza en el cara a cara de mañana.
Pero mintió cuando permitió que la ley de Memoria Democrática hablara de los años de la Guerra Civil y no dijera ni una palabra de los años de plomo que han segado la vida de más de 800 personas y han truncado las de unos cientos de miles de sus familiares y de sus amigos. Mintió cuando permitió que Bildu pusiera el límite en el año 1983 cuando gobernaba Felipe González, en plena democracia.
Mintió, mintió y mintió, vaya si mintió. Mintió hasta no poder más. Mintió hasta el último segundo de su vida política. Y de dejarle en su puesto actual seguirá mintiéndonos
Mintió cuando exigió al PP que no hubiera puertas giratorias y luego nombró Fiscal General del Estado a su propia ministra de Justicia, una señora que cuando era fiscal en ejercicio presenció el siguiente comentario de Baltasar Garzón sobre José Manuel Villarejo: “Tú eres un mal necesario”.
Y cuando la fiscal en ejercicio, Dolores Delgado, entonces en la Audiencia Nacional, asistió a la descripción del policía más corrupto que han conocido los tiempos, sobre una reunión con magistrados y fiscales del Tribunal Supremo con menores de edad en un país centroamericano, según explicó con detalle el policía corrupto, tenía que haber pasado a la acción y haber dado cuenta inmediatamente a las instancias judiciales de ese delito, que en España lo es. No lo hizo.
Pero todo eso no le impidió nombrarla Fiscal General del Estado, puesto del que se tuvo que dar de baja por un serio problema de salud. Pero eso no le fue obstáculo para optar a la plaza, que se había estado trabajando intensamente, de Fiscal para la Memoria Democrática, de reciente creación.
Mintió cuando dijo reiteradamente que existía un grupo de expertos que aconsejaba al ministro de Sanidad sobre los puntos más graves del Covid. Era mentira, esos expertos no existían y nunca existieron.
Mintió cuando dijo que la retirada del delito de sedición era para armonizarla con otros delitos similares de los países de nuestro entorno. El Tribunal Supremo le desmontó esa mentira cuando explicó con detalle el tipo de delitos penados en esos países.
Mintió cuando decidió rebajar las penas del delito de malversación para garantizar que Oriol Junqueras se pudiera presentar a unas elecciones en Cataluña, cosa que no pudo hacer porque el Supremo secundó la doctrina Llarena y no respaldó la tesis de la Fiscalía en favor de los condenados: "El lucro no sólo se produce cuando hay enriquecimiento personal", dejó sentado el Alto Tribunal.
Mintió cuando aseguró que el Parlamento español estaba clausurado por la pandemia y que lo iba a sustituir por una serie interminable de decretos ley, mecanismo que luego tumbó el Tribunal Constitucional declarando que la fórmula de la aplicación de la pandemia se tenía que haber hecho conforme a otra norma, que no incluye el recurso al decreto. Mintió pero hizo caso omiso de esta advertencia del TC.
Mintió cuando se inventó una treta para meter de rondón a Pablo Iglesias y a su jefe de gabinete de entonces, Iván Redondo, en la Comisión Nacional de Inteligencia por el procedimiento de “urgente necesidad” que acompaña a la aprobación de decretos, cosa que Vox llevó al TC.
Feijóo es una persona moderada que no va a hacer ninguna barbaridad, que tiene el récord de cuatro mayorías absolutas en su Galicia natal y que gobernará como nos ha demostrado
Mintió cuando llevó a Bildu a presentar junto con ERC la ley de vivienda que había presentado y defendido la ministra de Transportes Raquel Sánchez, acompañada de Ione Belarra, como si ellas hubieran estado ausentes de la elaboración de esa ley. Sencillamente le convenía políticamente hacer esa presentación.
Mintió cuando elogió la ley conocida como ley del "sólo sí es sí" diciendo que “es un hito importantísimo. Tiene el único cometido de reforzar la seguridad de las mujeres y garantizar que ninguna víctima sea cuestionada". Quizá se le pueda conceder que estaba entonces equivocado. Luego, naturalmente, tuvo que rectificar, lo cual hizo con el apoyo del PP, que votó a favor de la reforma de una ley que ha sacado a la calle a más de 117 violadores y ha reducido las penas a otros 1.155. Eso que se sepa hasta ahora.
Y miente cuando elabora un decreto de más de 220 páginas como cierre del año electoral como si tal cantidad abrumadora de acuerdos fueran de “urgente aplicación”.
Ahora -cuando las elecciones se acercan- tenemos opción de darle el pase a este mentiroso incorregible que puso una urna detrás de una mampara en el Comité Federal del sábado 3 de octubre de 2016 sin control, sin censo y sin las más mínimas garantías con el propósito de que le volvieran a nombrar a él secretario general del PSOE. Hace trampas, lo cual equivale a mentir para beneficiarse uno mismo. Así hace las cosas Pedro Sánchez cuando le vienen mal dadas.
Y es el momento de recordar que él estará dispuesto a pactar con cualquiera que se sitúe a su izquierda porque no le importa que España se destruya en cuatro o cinco nacionalidades de difícil integración en Europa, por cierto. La opción europea es la única posibilidad de que España siga siendo lo que es desde hace siglos si es que Pedro Sánchez gana las elecciones.
Pero ahora tenemos la oportunidad de elegir a otro presidente del gobierno. Un hombre que parece sincero, que nunca parece que haya mentido y que no nos consta que nos haya engañado salvo en las dudas a propósito de su intención de gobernar en solitario… a menos que lo tenga que hacer con Vox, acusación que aprovechará, y le dará juego en vista de los planteamientos máximos de Santiago Abascal, el presidente del Gobierno en ese debate.
Una persona moderada que no va a hacer ninguna barbaridad, que tiene el récord de cuatro mayorías absolutas en su Galicia natal y que gobernará como nos ha dicho y como ha demostrado en tierras gallegas. Preparémonos para soportar las mentiras que Pedro Sánchez va a verter sobre la gestión de Alberto Núñez Feijóo en el debate que se va a celebrar mañana en Atresmedia.
Es la oportunidad de deshacerse del mentiroso de una vez por todas a través del mandato de las urnas, que no suelen equivocarse.
Aunque a veces sí que se equivocan, en el propio actual presidente del Gobierno tenemos la prueba.
Lo comprobaremos en el debate de mañana lunes. Pero desgraciadamente no tendremos los datos a punto para comprobar en ese campo lo mucho que nos vuelve a mentir este presidente del Gobierno.
Lo que sí tenemos es la convicción de que las urnas le han concedido al candidato a presidente por cuarta vez las mayorías absolutas que tan caras se han puesto en este pandemonium que padecemos ahora.
Y eso nos debería valer como garantía.
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