Correos está saturado con esto del voto, y eso no tiene por qué ser un pucherazo, sino que las infraestructuras de este país, simplemente, no están preparadas para Pedro Sánchez. No hay infraestructura aquí para sostener las urgencias, caprichos, tratos, humoradas y cálculos ventajistas de Sánchez, que ha dejado España sin carteros como la ha dejado sin verano, sin resuello y hasta sin limpiabotas.
Ser cartero parecía un oficio todavía de ir en bicicleta, era una cosa apacible que sólo tenía como contingencia los perretes agresivos, igual que un cartero de dibujos animados. Además, ya no mandamos cartas, nuestros buzones sólo tienen publicidad y sustos del banco, así que los carteros parecían ya como faroleros o serenos, gente trasplantada de otra época. Pero he aquí que Sánchez trae unas elecciones a julio, que descolocan al españolito que tenía ya la sandía en fresquera y la suegra en la baca (o al revés), y trae un zafarrancho atómico a un gremio como de cine mudo, entre el tinterito, el velocípedo y la vagoneta manual.
Sánchez no ha mirado el calendario, ni la España que huye del calor y del jefe, ni los carteros que tenemos, pocos y casi de museo, como joteros, y yo diría que ya románticos, como floristas a domicilio. Sánchez sólo ha mirado que tenía que convocar elecciones antes de que el propio PSOE lo mandara a dormir con los peces. Además, el verano quita las ganas de rebeldía y de política, que son palabras que dan calor, como felpa, y lo mismo por ahí se puede salvar nuestro presidente. Correos está saturado, de una manera atareadamente tierna, como elfos de Santa Claus que trabajan tallando madera a la velocidad que tiene la propia cosa. Y no ha sido Feijóo, ni los conspiranoicos, sino los propios sindicatos los que lo han denunciado. Aún hay un millón de votos por correo que entregar y parece que no hay personal suficiente, a menos que Correos se ponga las pilas ya, que a lo mejor es una expresión que también da calor ahora. Y tiene todo el sentido que no haya personal, como si dijeran de repente que no hay arrieros para llevar un millón de votos en burro, que a quién se le ocurre llevar un millón de votos en burro, y en julio. Bueno, se le ocurre a Sánchez, claro.
Unas elecciones en julio que descolocan al españolito que tenía ya la sandía en fresquera
Hay un millón de votos por correo por entregar y lo mismo vamos a tener que reclutar a carteros de los Reyes Magos, a carteros del zar, a carteros aventureros del pony express que salgan al desierto de julio entre los tiros del calor y de la pereza del españolito o del sanchismo, porque a este ritmo esos votos no van a llegar. Quizá Sánchez contaba con que los carteros fueran ángeles, o al menos una especie de gondoleros de las cartas acostumbrados al turisteo y a la masificación. O quizá contaba con todo lo contrario, con que los carteros fueran carteros españoles en un julio sin más cartas que las de la baraja ni más urgencia que la cañita. Yo no llamaría pucherazo, ni mucho menos, a esto de que España en julio sea simplemente España en julio. O sea, a estar buscando ahora carteros y empleados de correo a última hora como se buscan camareros para el chiringuito. Yo no lo llamaría ni pensar mal, que, la verdad, nuestro presidente nunca nos ha dado motivos para ello.
Correos está saturado, o se ha quedado atascado en la arena igual que toda España en verano. Uno se puede preguntar si acaso ningún responsable cayó en que la gente lo mismo iba a querer votar, que mucha tendría que hacerlo por correo, y que harían falta más carteros que botijos. Pero pensar es otra de esas cosas que dan calor ahora, como un polvorón. Los votos seguro que llegan a tiempo, y si no llegan a tiempo no sabemos qué pasará, pero no será grave. Incluso puede que el Tribunal Constitucional, dentro de un par de años, cuando Sánchez ya esté llevándole la agenda a Bibiana Aído o por ahí, nos venga con una sentencia contundentísima que conecte el derecho al voto con el derecho a tener un cartero puntual y hasta vestido de ferroviario.
Sánchez no miró la urgencia del voto por correo, sólo su propia urgencia, que eso es más o menos lo que ha venido haciendo con todas las necesidades del país desde que llegó. No, no se trata de ningún pucherazo, es que no tenemos infraestructura aquí para sostener a Sánchez en sus prisas, en sus pactos, en sus huidas, en sus mentiras, ni siquiera en sus andares. No es que no haya carteros para sus elecciones, es que no hay papel para su subasta del Estado, ni marmolistas para su cara, ni cielo para su Falcon, ni contadores para sus trolas, ni colchoneros para todo lo que rezuma su colchón, ni españolísimos y sufridos burros para acarrear todo lo que despacha Sánchez cuando cambia de opinión, de amistades o de ropa.
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