Llevamos más de dos años con una elevada inflación y todavía no somos conscientes de sus tremendos efectos corrosivos. Las noticias en los medios son solo parciales: la cesta de la compra, el coste de la hipoteca, llegar a fin de mes, etc. En la economía real la inflación provoca continuos trasvases de riqueza entre sectores y agentes económicos, generando en todo ello ganadores y perdedores, con la consecuencia de una pérdida generalizada de confianza. El aumento de precios provoca que los recursos se asignen de una manera ineficiente. En la economía financiera los perdedores se multiplican, sobre todo los ahorradores en renta fija, los más conservadores, con una importante destrucción de su riqueza.
¿Qué es lo que hace que suban los precios? Los precios se determinan por la oferta y la demanda. En su confluencia se determina un precio y, lo que muchas veces se olvida, una cantidad de equilibrio. La cantidad ofrecida sube a medida que aumenta el precio y la demandada lo contrario. Pero la oferta y la demanda cambian constantemente, condicionadas por diversos factores y son estos los causantes de la inflación.
En España, un ejemplo relativamente próximo lo tenemos en la gran crisis de 2007/2008, que se desencadenó por una importante subida de determinados precios en los años anteriores. Los productos de consumo, que son los que determinan la inflación, no subieron, debido a que la plena incorporación de Asia a la economía mundial provocó un aumento de la oferta de estos productos, que compensó el aumento de demanda. En cambio, en el caso de los inmuebles y, en menor medida en las acciones, la oferta se mantuvo constante, por lo que la mayor demanda se tradujo en aumentos constantes de precios. Ello provocó una falsa sensación de riqueza, que alimentaba la espiral de gasto, con un aumento del PIB, que nos hizo sobrepasar a Italia y ya se pensaba en adelantar a Francia. Pero todo era una ficción, por lo que cuando se deshizo la burbuja las consecuencias fueron tremendas, con la destrucción de parte de nuestro sistema financiero y de la riqueza de las familias. Todavía no hemos alcanzado el PIB per cápita de 2007 y se puede decir que han sido más de 15 años perdidos, pero en realidad ese pico era ficticio. En el mismo sentido, el IBEX 35 está un 40% por debajo de su máximo de noviembre de 2007.
¿Que produjo ese incremento de la demanda? Básicamente la incorporación al euro, que abarató sustancialmente el crédito y, por lo tanto, la cantidad de dinero en circulación. El aumento de la demanda de crédito, principalmente hipotecario, fue atendido por las entidades bancarias españolas bajo el supuesto de que los inmuebles nunca bajan de precio. Ante la falta de ahorro doméstico, ese crédito se financiaba con emisiones masivas de cédulas hipotecarias y bonos de titulización, que, gracias al euro, se colocaban a inversores institucionales europeos. El caso español fue similar al americano con sus hipotecas “subprime” y ambos se exportaron con las titulizaciones, pero es falso que el origen de la crisis española fuese EEUU. Aquí, ninguna entidad resultó afectada por las titulizaciones “subprime” americanas. En ambos casos fallaron la gestión de riesgos de las entidades de crédito, la supervisión de las mismas y la política monetaria, que, dado que la inflación estaba contenida, no le preocupó la expansión monetaria.
Como dijo Milton Friedman, la inflación es siempre un fenómeno monetario
La burbuja de crédito y la burbuja inmobiliaria fueron las dos caras de la misma moneda. Como dijo Milton Friedman, la inflación es siempre un fenómeno monetario.
En la actualidad nos vemos envueltos en otro proceso inflacionario, este sí de productos de consumo. Llevamos más de dos años sufriendo una importante inflación y, aunque recientemente ha remitido gracias al mercado energético, la subyacente, que no tiene en cuenta la energía y los alimentos sin elaborar, sigue siendo muy alta y persistente.
Descubrir su origen, su causa, es indispensable para encontrar las soluciones adecuadas. Leemos opiniones en muchos casos poco fundadas.
Desde el Gobierno español se ha dicho que la causa es la guerra de Ucrania. La guerra y las sanciones al agresor, Rusia, produjeron importantes reducciones en la oferta de productos energéticos y de cereales con sus consecuencias en el alza de precios de estos productos. Pero la inflación ya había empezado un año antes de la invasión, por lo que la agravó. Pero tarde o temprano los mercados se ajustan y los efectos directos de la guerra se han diluido, a pesar de lo cual seguimos con una inflación alta.
Más de un miembro del Gobierno ha visto en la avaricia empresarial la causa de la inflación. Efectivamente, la subida de precios de determinados productos puede beneficiar a algunos empresarios, aunque también perjudicar a otros. Veíamos antes cómo la inflación provoca trasvases de riqueza entre sectores y agentes económicos, por lo que los hoy beneficiados mañana pueden ser los perjudicados. Lo grave de esta opinión es que confunde el efecto con su causa y ello afecta a la calidad de las medidas que se adoptan para combatir la inflación.
El verdadero origen de la inflación está en la pandemia, el programa de ayudas y la financiación del mismo
El verdadero origen está en la pandemia, el programa de ayudas y la financiación del mismo. Cuando estábamos confinados y muchos no trabajábamos, seguimos percibiendo nuestros sueldos y pudimos pagar los productos básicos, cuya producción no se interrumpió. Fueron las ayudas públicas, es decir el aumento del gasto, lo que lo permitió y se financió con deuda que compraban los bancos centrales a tipos prácticamente cero. Es decir, se monetizó la deuda. Mientras estábamos en casa ahorrábamos y no hubo problema. Éste se produjo cuando se empezaron a levantar las restricciones y demandábamos bienes que no se habían producido, con el consiguiente encarecimiento de los mismos. Esto lo llamaron “interrupción de las cadenas de suministro”, claramente un eufemismo que creó confusión. Esa monetización de la deuda pública fue la causa necesaria de la inflación. Se hablaba de que iba a ser coyuntural, lo que así podría haber sido si se hubiese reducido el programa de ayudas y gasto cuando empezamos a recuperar la movilidad. Pero aquel se mantuvo demasiado tiempo y los bancos centrales siguieron comprando deuda pública a mansalva. Una vez más, el aumento de la cantidad de dinero es la causa del desequilibrio entre la demanda y la oferta.
Con retraso se empezaron a adoptar medidas para corregir la inflación, algunas de ellas absurdas, incluso contraproducentes. Por ejemplo, bajar el IVA de determinados productos. Es evidente que el IVA forma parte del precio para el consumidor, por lo que si lo bajamos bajará el precio. Pero esta disminución incentivará la demanda y, si hay problema de oferta, el precio subirá. Y no será por culpa de los malvados empresarios.
Peor aún fueron los impuestos especiales a determinados sectores un nuevo castigo a los empresarios.
Si la causa de la inflación es el exceso de demanda, las únicas medidas útiles son aquellas que tiendan a reducirla, a enfriar la economía. Con más de un año de retraso los bancos centrales han modificado la política monetaria, reduciendo sus programas de compra de deuda pública y subiendo los tipos de interés. Queda la política fiscal, es decir, reducir el gasto público. Pero esto, que sería clave, no se ha producido, sino al contrario.
Así, en EEUU el pasado junio el gobierno consiguió aumentar el techo de deuda un ¡8,1% del PIB! Y en España, el déficit en 2022 fue del 4,8% del PIB, en un año con récord de ingresos y donde la gran masa de la deuda seguía estando a tipos muy bajos, aunque por poco tiempo. Es decir, política monetaria restrictiva y política fiscal expansiva. Es difícil encontrar momentos con tanta disparidad entre una y otra. Las consecuencias serán una inflación persistente y, quién sabe, si una crisis de deuda.
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