Los españoles han hablado y aunque no lo han hecho con absoluta claridad, su voz está ahí. Alberto Núñez Feijóo es el vencedor, por muy poco, de estas elecciones, por tan poco que es posible que, ni siquiera con el apoyo de Vox, pueda gobernar.
Lo cual nos devolvería a la casilla de salida, aquella en la que muchos de nosotros, yo la primera, considerábamos que el presidente nos había mentido. Pues resulta que no, que lo que nosotros creíamos sinceramente que era una mentira encima de la otra, eran simples cambios de opinión que se han visto ratificados anoche por las urnas.
Carece de sentido pensar que existe alguna posibilidad de que el CGPJ se renueve de acuerdo a los parámetros reclamados por la Unión Europea, como carece de sentido pensar que el delito de sedición va a ser restaurado si el todavía presidente consigue gobernar, lo cual no es nada inverosímil habida cuenta de los partidos que estarán dispuestos a prestarle su apoyo a cambio de pagar un precio que en términos de la unidad de la nación va a ser altísimo.
Son muchos y muy variados quienes estarán dispuestos a apoyar a Pedro Sánchez porque acudir en auxilio del vencedor es una práctica muy común en este país y en todos.
Finalmente resulta que la estrategia de apaciguamiento de Cataluña se ha demostrado acertada porque el PSC se ha comido la mitad de los escaños de ERC, que sale así malparada de sus intentos de acercamiento al PSOE.
"Junts ha advertido que no harán presidente a Sánchez "a cambio de nada", ya sabemos todos a cambio de qué"
Junts solo ha perdido un escaño y no se puede decir que la participación en estas elecciones haya sido menor, quizá únicamente en Cataluña haya estado el apoyo a las tesis independentistas por debajo de lo que se esperaba en circunstancias parecidas. Pero la participación ha subido casi cuatro puntos respecto de la otra convocatoria electoral más inmediata, la de 2019. Y Junts ha advertido que no harán presidente a Sánchez "a cambio de nada", ya sabemos todos a cambio de qué.
Por lo que se refiere a Pedro Sánchez, ha demostrado que es realmente imbatible y que se revuelve con eficacia rayana en lo sobrenatural cuando le vienen mal dadas, cosa que hemos podido comprobar en la noche de ayer.
Él se echó la campaña a la espalda después del fiasco del cara a cara con Feijóo y ha salido de ella prácticamente indemne. Son 136 escaños de Núñez Feijóo, a salvo de recontar el voto de los expatriados que llegarán en breve, frente a los 122 logrados por el Partido Socialista, que ha aguantado excelentemente en esta ocasión, incluso en Andalucía donde Juanma Moreno se impuso con mayoría absoluta en las elecciones de 2022.
Por lo que se refiere a Feijóo lo tiene muy difícil para gobernar porque con Vox no suma mayoría absoluta y podrá raspar de los votos de UPN y similares pero no le da la suma de los escaños. Con lo cual, el derecho de Feijóo a intentar gobernar se le hace muy, pero que muy, cuesta arriba al presidente del PP.
Hay que contar con las mayorías que puede sumar, tipo Frankenstein, fórmula que podría repetirse ahora con más facilidad puesto que 14 escaños de diferencia no son lo bastante disuasorios como para renunciar a cobrarse en medidas favorables el eventual apoyo a unas políticas que ya están testadas y que, para nuestra sorpresa, ha resultado que cuentan con el apoyo de una parte importantísima de la población.
Y esto es lo que hay que aprender: que lo que a nosotros nos parecía un sindiós a una parte importante del electorado le parecía perfectamente asumible.
Ésa es la lección que aprendimos ayer noche.
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