Ya ha salido Ayuso en las conversaciones, como la guapa de velatorio, de luto ensortijado y rímel de lágrima y ónice, que sale en todas las conversaciones de velatorio. La ha sacado Esperanza Aguirre, más ayuser que la propia Ayuso y más vecina de patinillo que Grande de España, diría uno, que sus comentarios son como calcetines con bomba que caen de su tendedero aristocrático, calatravo y finísimo. En realidad, Esperanza Aguirre sólo dejó caer un “no seré yo la que te lleve la contraria” ante este anzuelo que le dejaba Guadalupe Sánchez en un vídeo de The Objective: “El futuro del centroderecha español pasa por una mujer, Isabel Díaz Ayuso”. Pero lo relevante claro, era Aguirre, que la idea de la viuda negra no salía de los columnistas, de las psicofonías de la radio ni de los cortesanos resquemados, sino de alguien del PP, al menos de ese PP de camafeo en el que sigue estando Aguirre. La verdad es que los que han sacado antes a Ayuso con luto y puñal, más que nada para hacer ver que había un muerto, o sea Feijóo, han sido los sanchistas, claro.

Aguirre, que tiene algo de vieja reina gitana del PP, estaba hablando en realidad del futuro, que puede estar incluso en ese infinito de Zapatero, con cricrí de grillos, donde él perdió la gorra. Ese futuro, próximo o no, era el muy comentado Gran PP, al que Aznar se refiere como si fuera el Imperio Bizantino: “Todo lo que hay a la derecha del PSOE”. Eso, unir todo el centroderecha, comentaban en el vídeo, no lo puede hacer Feijóo, que es cierto que es más jefe interino que líder ungido, y más tibio que aglutinador. Y quizá sea así, pero eso de ponerse a hablar ahora de reunir todo el centroderecha, todo el Imperio Bizantino de la boda de la hija de Aznar, sea con Ayuso o sea con Agustina de Aragón, me parece reconocer que Sánchez ya no tiene rival. Por eso, ya digo, los primeros que hablaban de la sucesión por el método del puñal ostrogodo eran los del PSOE. Hasta Ayuso ha caído en lo de confundir futuro y urgencia y ha salido a declinar las flores de entierro de Aguirre.

Aguirre a lo mejor ve el futuro lejano como esa gitana del PP que parece, pero Sánchez ve el futuro cercano, más importante para él, y prefiere un PP débil

En el futuro estará el Gran PP, con el advenimiento de un mesías con peineta, o a lo mejor en el futuro estará sólo Feijóo con el sentido común y el desinflamiento natural de Vox, que Vox ya no puede estar mucho tiempo más así, metiendo estómago, más como un pureta en una discoteca que como los legionarios que se creen sólo por ir a barberías de legionario. Es más, quizá Feijóo, aun acompañado siempre de su bruma o de su nubarrón, puede ser más peligroso para Sánchez que una pepera con coraza y crismón, de la que siempre podrá decir que es igual que Vox y ahora sabemos que España lo creerá. Aguirre a lo mejor ve el futuro lejano como esa gitana del PP que parece, pero Sánchez ve el futuro cercano, más importante para él, y prefiere un PP débil, en salpicante juego de tronos, que al pobre Feijóo con esa cara de señor con el paraguas roto bajo la lluvia que se le ha quedado.

Ayuso ha salido enseguida, con demasiada urgencia para ese futuro colgandero que ve Aguirre en la luna, a dejar claro que a Feijóo no se le puede ahora “tirar por un puente”, que ellos “no son podemitas”, con ese circo romano que llegamos a ver en Galapagar. Ayuso sigue teniendo ojos de niña con hambre, como una niña de feriante, y quizá sea el futuro del PP o quizá no. Quiero decir que Feijóo también podría aguantar hasta otra amarga victoria que sea menos amarga, que apenas le han faltado unos cuantos escaños y apenas le han sobrado un par de despistes y el cornetín de lata vieja con cabra vieja de Vox. Ayuso, con hambre desde niña y herencia a la vista, se da cuenta sin embargo de que matar a Feijóo está más cerca de las fantasías mefistofélicas de Sánchez que de las fantasías caballerescas de Aguirre, o incluso de las suyas propias, y por eso se ha desmarcado de la sucesión con soltura y hasta guasa.

Ya ha salido Ayuso, en fin, que en realidad siempre ha estado ahí, rezando o pecando tras la celosía de sus ojos. Ya estaba ahí, por supuesto, antes de que la sacara Aguirre como de su árbol genealógico de lánguidos herederos manuelinos. Ya estaba ahí desde que salió de rojo, como una anacronía o un efecto especial en esa noche electoral que en Génova parecía de cine mudo. Pero no la ha puesto desde el futuro hasta el presente Aguirre, ni siquiera Miguel Ángel Rodríguez, que a veces parece un entrenador de gimnasia rítmica con una discípula prometedora y torturada. A esa Ayuso con puñalito o pistolita de nácar la ha puesto ahí el PSOE antes que nadie. 

Ayuso no es que esté en las conversaciones, sino que está en los planes, y más en los planes napoleónicos de Sánchez que en los planes navideños de Aguirre. Sánchez prefiere un Feijóo débil o muerto ahora, incluso a costa de enfrentar un futuro contra Ayuso (quizá piensa que ya tendrá herramientas suficientes contra ella cuando haga lo que tiene pensado hacer). El próximo gobierno de Sánchez le parece a uno inevitable, y sin embargo desde aquella noche, desde que vieron a Ayuso de rojo en aquel balcón de Génova que era como una Santa Cena hundiéndose, sus comentaristas y huestes se empeñaron en liquidar a Feijóo por la mano blanquísima de la presidenta madrileña, pintada como la novia de la muerte.

A Ayuso ya la han sacado en las conversaciones, pero no ha sido Aguirre, como la que saca en la cena un nombre de posible novia para el niño, ni el cacareo derechón. A Ayuso la ha puesto en el presente, en circulación, en el velatorio, en su coronación negra como una misa negra, sobre todo el propio PSOE. Son los que primero la señalaron y los que más citan y llaman ahora a Aguirre como autoridad o como oráculo. Parece que quieren a Feijóo de cuerpo presente y cruz de hórreo sobre la cama, cuando todavía no se había quitado el pelo de la dehesa. Algo pasa, que Sánchez, a pesar de todo, aún le tiene miedo a Feijóo. Más miedo que a Ayuso con su daga de liga y sus ojos de veneno de Arabia.