¿Cómo definimos una buena idea? ¿Una idea es una buena idea porque resuelve problemas o porque es aceptada por mucha gente?
En un mundo de influencers y followers, la verdad, es difícil de explicar qué lo es y qué no, al menos sobre el presente inmediato. La valoración de si una idea es buena o no, me recuerda al diálogo que Matthew Modine tenía con Stellan Skarsgård en La Fuerza Del Viento, donde Modine le preguntaba al sueco ¿Qué hay de malo con la perfección? Mientras probaban cómo una maqueta de un barco respondía a las corrientes de agua.
La respuesta: nada, si eres Dios y estás dispuesto a esperar 500 millones de años para ver cómo evoluciona.
Así que, por si no lo habían supuesto ya, yo me quedo con lo que perdura más que con lo que impacta, siempre y cuando se sea consciente de que una buena idea está pegada al tiempo, bien sea en forma de tecnología o bien sea en forma de público objetivo.
Quiero decir que si tu público desaparece, tú idea muere y, si la tecnología te supera… pues también.
Un smartphone o un portátil son buenas ideas porque aúnan tantas funcionalidades, que han llegado a casi sustituir todo el material que hace 30 años había en un escritorio.
Hasta tal punto que la pantalla de inicio del teléfono o del ordenador, de hecho, se llama “escritorio”.
Cuando, en 2001, Steve Jobs sacó de su bolsillo un aparato cuadrado llamado iPod dijo que ahí dentro había 1.000 canciones. Hoy el iPod ya se ha dejado de producir, pero un iPhone tiene capacidad para mucho más que esas mil canciones y… ¡qué más dará si las puedes escuchar en streaming con iTunes! (sí, soy de iTunes).
Todo esto son buenas ideas porque solucionan cosas y amplían recursos o, como dicen los gurús de las presentaciones, “dan herramientas”.
¿Ven? Soy favorable a lo que aporta antes que al preceptor.
¿Es mejor idea un país dividido (como podría serlo en nuestro) o tan sólo parece buena porque hay políticos que la defienden y que están dispuestos a inmolarse por ello?
Entonces, ¿por qué produce tanta repercusión una idea no probada buena pero que se acepta por quién la defiende?
Pongan por caso el independentismo: ¿es mejor idea un país dividido (como podría serlo en nuestro) o tan sólo parece buena porque hay políticos que la defienden y que están dispuestos a inmolarse por ello? Vamos, por el romanticismo de la idea.
Hasta ahora, todos los números que conocemos nos dicen que una Cataluña independiente no la haría un país mejor.
De hecho, el independentismo quiso poner encima de la mesa un primer valor: una Cataluña miembro de la Unión Europea, algo que se mostró inviable desde el primer momento… por la propia UE.
Es más, Puigdemont, Junqueras, los Jordis… todos sabían (y saben) lo inviable de la idea.
Tanto que Puigdemont la suspendió a los segundos de proclamarla… a sabiendas que, conforme a la ley, estaba cometiendo un delito y que su declaración no tendría ningún valor.
De no haberla suspendido y seguir adelante con ella… lo normal hubieran sido enfrentamientos en la calle que hubieran podido desquiciarse, porque su declaración hubiera legitimado para muchos una república, no porque fuera viable ni una buena idea. Tan sólo porque Puigdemont lo decía.
Poco menos pasa con el populismo. Normalmente son ideas impactantes o soluciones rápidas adheridas a personas vehementes, pero que no aclaran si una buena idea lo es por la solución que aporta o por quién la defiende.
Pero he sido demasiado generoso al decir “solución”, porque ya hemos visto que muchas de ellas no traen más que incremento de deuda pública y problemas para la iniciativa privada, cuando no una nueva regulación desequilibrada que luego obliga a ajustes sin ningún tipo de misericordia.
Vamos… leyes que no arreglan nada
Pero ahí siguen populistas e independentistas: exigiendo, condicionando y bloqueando, incapaces de poner algo útil encima de la mesa, mientras empujan allí donde no hay nada.
Así que, entiendo, la conclusión es que ponerles límites implica mucha fortaleza y ya hemos visto las consecuencias de no tenerla..
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