Es la última oportunidad del PNV si por eso se entiende la última opción a apoyar desde fuera un gobierno de Alberto Núñez Feijóo. Lo que ofrece Santiago Abascal -que ha debido de recapacitar y le ha dado la vuelta a un retorcimiento verdaderamente meritorio de ejemplares sacados de un muse0 para los puestos institucionales- ha debido de pensar que por ahí las cosas no le pintaban bien -ha perdido 19 escaños en las últimas elecciones generales- y que más le valía recoger velas y navegar al costado del navío mayor, que es el PP.

La respuesta del PNV ha sido rápida y contundente: otro 'No' como otra casa. Pero creo que en eso se equivoca porque una cosa son las negociaciones cuando se abren y otra muy distinta cuando se cierran. Y el PNV, que tiene elecciones el año que viene en el País Vasco, no se puede permitir el lujo de tirar por la ventana tantos años de primogenitura en favor de EH Bildu, que le en este momento le está pisando los talones gracias precisamente al buen uso que le ha dado a sus cinco diputados, que han estado al servicio de Sánchez durante toda la legislatura pasada.

Eso sería una desgracia para el PNV de unas dimensiones colosales, probablemente de la que nunca se recuperaría. Es mucha la arquitectura que tiene levantada el Partido Nacionalista Vasco en Euskadi y mucha la pérdida de puestos de trabajo de todo tipo: institucional, empresarial, a nivel educativo, a todos los niveles que se podrían perder si EH Bildu les lleva la delantera en las próximas elecciones vascas y les convierten en un mero testaferro del PSE, que es la otra posibilidad para que el PNV se convierta en un sucedáneo de lo que siempre hasta ahora fue: el partido líder en el País Vasco.

El PNV es de derechas y, por supuesto, no es de izquierdas o no es de esa izquierda que nos colocó en la legislatura pasada la ley del sólo si es sí, o la ley trans, u otras leyes de ese o parecido tenor

Los planteamientos del PNV son muy parecidos a los del PP y, con muchos, muchísimos matices, a los de Vox. Por eso no tiene sentido este desmarque tan rotundo de lo que es un partido de derechas de toda la vida, a menos que se quiera "renacer" y "reinstaurarse" como algo nuevo. Porque el PNV es de derechas y, por supuesto, no es de izquierdas o no es de esa izquierda que nos colocó en la legislatura pasada la ley del sólo si es sí, o la ley trans, u otras leyes de ese o parecido tenor. Téngase en cuenta que el PNV no apoyó ni la ley de vivienda, ni la reforma laboral y se abstuvo en el gravamen a la banca y las empresas energéticas.

Por eso pienso que se equivoca con esa negativa tan rotunda, por segunda vez además, a sentarse con Núñez Feijóo o con cualquiera de sus emisarios. No han valido ni las buenas relaciones entre el ex presidente gallego y el presidente vasco Íñigo Urkullu. La negativa ha sido radical: no se van a sentar bajo ningún concepto con quien tiene relaciones con los de Santiago Abascal, a pesar de que el líder de Vox haya recogido velas y haya modificado su estrategia tan radicalmente.

La cuestión está en la negativa a tan siquiera sentarse a hablar. Es esa negativa tan rotunda la que me llena de perplejidad, es decir "contigo no quiero saber nada de nada, ni siquiera hablar" la que me lleva a concluir que están más agobiados de lo que parece ante un "sorpasso" por parte de EH Bildu en las próximas elecciones vascas y quieran tener la opción de aliarse con el PSE si es que vinieran mal dadas.

De otro modo no puedo explicármelo, si no es conformando eso como una grosería.