Hoy es difícil verlo. Hace no tanto era un elemento más junto al bañador, la toalla y el protector solar. El periódico, el de papel, ya no va a la playa. En realidad, cada vez va a menos lugares. Hace años que la era digital lo está matando poco a poco. Se diluye al mismo ritmo que se lleva por delante algo más que los kioskos, con él agoniza un tiempo y un modo de ver, contar y conocer la realidad. La playa siempre ha 'marinado' bien con la producción más pausada, reflexiva y templada, cocinada con tiempo y degustada con ganas, que ha acompañado a la prensa de papel. Nada que ver con las digestiones y menús 'click' de esta loca era digital que nos vigila y controla incluso entre chapuzón, crema y toalla.
En la playa a la que acostumbro a ir hubo un vendedor que entre orilla y sombrillas cantaba las principales cabeceras mientras las portaba en su zurrón. Vestido 'de calle', con su visera, piel curtida y a voz en grito recitando su letanía de diarios: uno de derechas, uno de izquierdas y otro de tendencia nacionalista. Había para todos. No duró mucho. Demasiado calor para cada vez menos lectura.
Es en la playa donde descubres la vida efímera de un periódico y su capacidad de autodestrucción. Es una metáfora de la caducidad de nuestro trabajo. También son los arenales lugares perfectos para detectar a los maniáticos del orden. Basta darles un diario para que reordenen su estructura, su distribución, a riesgo de caer en pánico ante un periódico de playa repartido, compartido y con arena entre títulos y subtítulos.
En la playa el mar y el periódico mueren, al menos en su forma. Es donde el olor a tinta, a papel nuevo y a estructura perfectamente encartada se ahogan al primer chapuzón. El sol y la convivencia playera lo ejecutan sin piedad. Basta dejarlo al sol mientras se hace la digestión para recoger páginas resecas, comprimidas, quemadas. ¡Cuanta tinta y humedad tienen las noticias!
Leer el periódico a la orilla de las olas es un placer viejuno que los móviles aún no han logrado igualar. Inténtelo con el terminal mientras su dedo con arena se desliza por la pantalla y el miedo a que se le caiga centra más su atención que el titular. No, eso no relaja.
El periódico playero es un modo de conectar sin hacerlo del todo. Es meter el pie en el agua para tomarle la temperatura pero sin zambullirse en ella"
El periódico playero es además un modo de conectar sin hacerlo del todo. Es meter el pie en el agua para tomarle la temperatura pero sin zambullirse en ella. Es evidente que el papel no aporta la última hora. También que probablemente muchas de las noticias estén superadas desde el momento en el que se compra el ejemplar. Pero esa experiencia en vacaciones permite mantener el hilo, no romper del todo, no sentir la sensación de desconexión total. Incluso nos hace sentir que las vacaciones van bien, que hemos desconectado lo suficiente cuando informaciones antiguas lasa descubrimos comom nuevas.
Y no podemos dejar de lado los usos alternativos de los periódicos. Envoltura de bocadillos (terrible uso, por cierto, ¡cuánta tinta habremos ingerido!), calendario de mareas, chispa de tertulia entre amigos, improvisado tapete de cartas, trapo de limpieza, visera improvisada... Nadie podrá negar el gran servicio del periodismo a la humanidad.
El periódico en la playa es también un chivato público. O un ejercicio de militancia, según se mire. Una cabecera de izquierdas, de derechas, local o incluso singular, dice a nuestros vecinos de sombrilla de qué pie cojeamos. También que somos personas a las que nos gusta estar informados, que somos socialmente inquietos y a los que las nuevas tecnologías que amenazan con matar las rotativas no nos han absorbido tanto como para perder los pequeños placeres intelectuales del verano en la playa.
Pero sin duda, la sombra que siempre ha perseguido al periódico de playa es la mentira que siempre se recuerda en las redacciones: “En verano nunca pasa nada”. Mientras estuvimos en la playa se invadió Kuwait, -2 de agosto de 1990-, se lanzó la bomba atómica a Hiroshima y Nagasaki -6 y 9 de agosto de 1945, se asesinó a Miguel Ángel Blanco -13 de julio de 1997-, murieron Diana de Gales y la Madre Teresa de Calcuta, se celebraron las Olimpiadas de Barcelona o Indurain ganó sus cinco Tours. Y se celebraron las elecciones del 23-J…
En fin, enterrado no está pero sí cerca de estarlo. Ese pequeño placer playero afronta sus últimos baños. El periódico de papel, ese producto tan denostado y tan valioso, tan barato y que tanto trabajo y libertad concentra, merecería un homenaje en muchas playas del país. Por tantos buenos momentos, por los no tanto, descanse por fin a la orilla del mar. Buen viaje.
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