Si las hemerotecas pueden causar daño, los vídeos te pueden destrozar. Se recuerdan los titulares... Este dijo aquello o lo otro. Se usan las comillas. Pero ¡ay! si la frase que puede hundirte está en YouTube y se puede ver una y otra vez. ¡Y es tan fácil de encontrar! La tecnología impide, en estos casos, la manipulación, el engaño, el "yo lo que quise decir fue..."
Cuando, desde Moncloa, se afanan ahora en buscar puntos de encuentro que permitan a Junts dar el "sí quiero" que haría posible una nueva legislatura con Pedro Sánchez en el poder, las imágenes del debate que tuvo lugar una semana antes de las elecciones del 10 de noviembre de 2019 son como una puñalada, un mal sueño. En otros tiempos, esto no pasaba. A Stalin le bastaba con hacer desaparecer a Trotski de la fotografía en la que aparecía en la tribuna de oradores en un mitin junto a Lenin. ¡Ya está! Trotski desaparecido... luego apiolado.
Pero no nos desviemos de la cuestión. Acalorado debate prelectoral televisado. En el momento álgido, el presidente en funciones, y candidato del PSOE, Pedro Sánchez, apuntilló al entonces líder del PP: "A ustedes, señor Casado, se les fugó Puigdemont y yo me comprometo, hoy y aquí, a traerle de vuelta a España y que rinda cuentas ante la Justicia".
Ante una afirmación tan rotunda (un momento antes el candidato socialista había anunciado la modificación del Código Penal para convertir en delito la convocatoria de un referéndum como el del 1-O), Pablo Iglesias, entonces líder de Unidas Podemos, le recordó que para traer al ex presidente huido en Bélgica no se podía utilizar a los GEO, ya que esa era una decisión que competía a los tribunales. "Yo creo en la separación de poderes", alardeó Iglesias. ¡Qué tiempos aquellos!
Han pasado cuatro años y Puigdemont sigue en Waterloo y lo único que ha hecho el gobierno desde que se acordó la coalición PSOE/UP ha sido vaciar de contenido la condena del Tribunal Supremo a los cabecillas del procés. Hasta tal punto han cambiado las tornas que Moncloa y todas sus terminales han salido a degüello de los conservadores de la Sala de Vacaciones del Tribunal Constitucional por haber rechazado la admisión del recurso del líder de Junts contra la orden de detención dictada por el juez del Supremo, Pablo Llarena.
Es que eso no se hace. ¡En plena negociación! Justo cuando están pergeñando la fórmula para hacer posible la amnistía que reclama el fugado. Si pudiera, en efecto, Sánchez traería a Puigdemont a España, pero en business y escoltado por la Guardia Civil... para su protección.
¿Cómo fiarse de Sánchez?, se preguntan en Junts. No es extraño que el ex president les haya dicho a los suyos que le hará "mear sangre" antes de darle el visto bueno a la investidura, como escribía en su crónica del viernes Cristina de la Hoz.
Ya le han asegurado los emisarios de Moncloa, capitaneados por el hombre para todo Félix Bolaños, que Junts tendrá también grupo propio en el Congreso, como ERC, a pesar de que ninguno de los dos partidos independentistas tenga legalmente derecho a ello (ni ERC ni Junts han conseguido más del 15% en las cuatro circunscripciones en las que se han presentado en las generales). También, que están dispuestos a hablar de la amnistía, iniciativa que, por cierto, el Congreso ya rechazó ¡con los votos en contra del PSOE!, se ve que el "no es no" de Sánchez sólo vale para el PP, y otras promesas de mayor alcance, con el referéndum como último recurso.
De nuevo, el tahúr de la Moncloa haciendo juegos de manos para liar a los que quiere seducir.
La escaramuza del recurso de Puigdemont ante el Constitucional demuestra hasta qué punto el Gobierno ha caído en la trampa del victimismo del ex presidente huido, al que ahora Sánchez corteja
Pero, mira por donde, ahora tiene en frente a un tipo, como mínimo, tan resabiado como él. O, al menos, tan obcecado con pasar por encima de Oriol Junqueras, con lograr la hegemonía indepe en Cataluña, que todo lo demás no son más que pretextos para conseguir ese objetivo.
Miremos, si no, lo que ha hecho Pugidemont en las últimas semanas, sus últimos movimientos tras el 23-J, elecciones en las que su partido recortó en seis escaños la diferencia con ERC (ahora están empatados a 7), y que le han colocado, por mor de los juegos de mayorías parlamentarias, en el centro de todas las miradas, en el hombre que puede hacer presidente a Sánchez, a Feijóo o bien que puede forzar nuevas elecciones.
El día 31 de julio Puigdemont presentó su recurso contra la orden de detención ante el Constitucional, exigiendo "medidas cautelarísimas", lo que quiere decir deprisita y corriendo. La inmensa mayoría del país desconocía quiénes formaban parte de la ya famosa Sala de Vacaciones (seguramente casi nadie sabía que había una Sala de Vacaciones en el TC), pero un abogado tan sagaz como Gonzalo Boye seguro que sí sabía que a partir del 1 de agosto esa Sala estaría compuesto por dos conservadores (César Tolosa y Concepción Espejel) y sólo una progresista ( Laura Díez). ¿Tenía acaso Boye alguna esperanza, por mínima que esta fuera, de que la Sala aceptara su recurso?
Acostumbrados al victimismo, el dúo Puigdemont/Boye lo ha vuelto a hacer. La Sala rechaza el recurso, ¡qué horror!, y la queja es por que lo ha resuelto demasidado rápido. Pero hombre de dios, ¿no había pedido usted "medidas cautelarísimas"? Entonces, ¿de qué se queja? Esta decisión es la demostración, dicen los voceros de Junts, de que "el Estado español está contra Cataluña". De que Sánchez no controla la Justicia.
Pero ya está montado el lío y el gobierno, ni corto ni perezoso, ha animado al Fiscal General (Álvaro García Ortíz no podía fallar) para que este a su vez ordene al fiscal del TC a recurrir la decisión de la Sala de Vacaciones.
Este desatino, argumentan tanto Boye como los magistrados progres que esperan tirar abajo la decisión cuando el recurso del Fiscal llegue al Pleno, es un caramelo para Puigdemont en su argumentación ante el Tribunal de Justicia Europeo (TEJUE).
Puigdemont se relame de gusto al ver, de nuevo, su nombre en grandes titulares, abriendo los telediarios. ¿Hay mejor campaña electoral que esta? Y gratis.
Como ya contábamos en esta columna la semana pasada, a Puigdemont lo que realmente le interesa es provocar unas nuevas elecciones generales, para terminar de dejar fuera de combate a ERC y forzar de paso un adelanto electoral en Cataluña.
No lo dirá ahora, mantendrá el silencio, como en una película de suspense, jugará con el Gobierno como hace el gato con el ratón. Le hará sufrir, "mear sangre", para finalmente disponer con sus siete votos el futuro inmediato de este país llamado España. No se puede pedir más. En una partida entre pillos, siempre gana el más astuto de los dos. Y, hasta ahora, Puigdemont ha demostrado ser bastante listo.
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