Me preguntan mucho estos días cómo se explica la victoria para formar Gobierno de Pedro Sánchez a pesar de tenerlo todo en contra. Ciertamente tras 4 años de fracaso en fracaso y muy pocos éxitos que haya conseguido ganar votos en las pasadas generales es un logro que debemos reconocerle. Es cierto que el PP solo cuenta con él, con Vox y UPN, mientras que casi todo el arco parlamentario de este sistema electoral enfermo apoya a Sánchez. Son los que vienen al Congreso para conseguir con muy pocos votos la representación más multitudinaria y mejor remunerada para los suyos y sus partidos. El mejor ejemplo es Teruel Existe, se hizo con un diputado en el Congreso a cambio de tan solo 19.000 votos y ha recibido más de 100.000 euros de subvenciones estatales.
O el caso de la ERC de Rufián que esta pasada legislatura alcanzó los 6,3 millones de euros de subvenciones del Gobierno por poco más de 800.000 votos conseguidos. O Bildu que por 270.000 votos cobró del Estado opresor español 2,1 millones de euros de los que no reniega ni quema en las plazas públicas. Esta fue la primera victoria de Sánchez, cuidar durante toda la legislatura a los que necesitaría en las siguientes elecciones.
Se presentó la imagen de un Gobierno protector de los más desfavorecidos frente a una apisonadora de derechos civiles, y nadie leyó la letra pequeña para saber si era cierto con los hechos y no con las palabras
Dice la definición de populismo que es el uso de medidas de gobierno populares, destinadas a ganar la simpatía de la población aun a costa de tomar medidas contrarias al Estado democrático. Quédense con la primera definición, lo de “ganar simpatías de la población”, esa es la segunda victoria de Sánchez. El día de las elecciones hablaba con amigos que trabajan vendiendo ropa usada en mercadillos de Madrid, le pregunté a uno de ellos con el que tengo mayor confianza si iba a votar y me dijo que sí, a Sánchez. Cuando le pedí el porqué me confesó que dos de sus hijas reciben una ayuda del Gobierno mayor que otras que habían recibido, que además otro hermano vivía en una casa okupada con su mujer e hijo y claro, el único que les defendía era Sánchez. Esta definición de populismo más ficticio que real, ha calado en la población. Se presentó la imagen de un Gobierno protector de los más desfavorecidos frente a una apisonadora de derechos civiles, y nadie leyó la letra pequeña para saber si era cierto con los hechos y no con las palabras. Los datos reales son que el salario mínimo vital que debía llegar a 2,3 millones de hogares solo llegó a 380.000 y casi 2 millones se quedaron sin él. Que el paro siguió aumentando y que la pobreza aumento 3 puntos en esta última legislatura.
En estos últimos cuatro años (antes ya empezó la deriva) no importa lo que se hace, importa la percepción que tienen los españoles de lo que se hace. Nadie quiere estar excesivamente informado y tras la pandemia se rompió definitivamente la confianza periodista-ciudadano por lo que todo lo que digamos o escribamos es sospechoso de estar manipulado. Nos hemos ganado con creces la “presunción de falsedad” y lo estamos pagando. También mucha prensa subvencionada como nunca con dinero público a través de ayudas directas o publicidad institucional ha remado a favor de la victoria de Sánchez, simplemente para subsistir. Se cuentan por docenas los digitales, radios y periódicos que sin su ayuda habrían cerrado hace ya meses.
Y finalmente otra de las causas que ha llevado a este resultado electoral sorprendente ha sido la abstención o la decisión poco meditada. No nos engañemos, la política importa solo a unos pocos y en este país entre 11 y 14 millones de personas con derecho a voto no ejercen su derecho por distintos motivos. Casi uno de cada cuatro dice que no le gusta ninguno de los partidos que se presentan, y al resto le da igual quien gane porque no confían en ninguno (datos del CIS). La mitad de los jóvenes que cumplieron 18 años este pasado 23J pasaron de ir a votar, a pesar del bono cultural populista de Sánchez y que una vez más fue un fracaso, un 43% que podían solicitarlo no
lo hicieron.
El pasotismo de muchos votantes, las ayudas sociales ficticias, la influencia periodística subvencionada, la lluvia de millones y prebendas a partidos minoritarios,…el populismo en definitiva ha ganado estas elecciones, pero también tener enfrente a un Feijóo que calienta pero no quema, que habla de pactos con el PSOE pero reniega de su único socio fiable que es Vox y que sabe que si en su lugar se hubiese presentado Díaz Ayuso, Sánchez probablemente no habría revalidado la presidencia del Gobierno. Quizá ese sea el mayor de los problemas, porqué los partidos no presentan al mejor para conseguir la victoria electoral sino al designado a dedo por los barones del partido.
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