En los últimos años, ciertos países han afirmado que China ya no es un país en desarrollo. Incluso en el Parlamento de algún país se aprobó una ley llamada Ley de No Reconocimiento de China como País en Desarrollo, por la que se exigía que China se retirara de este grupo. En efecto, desde que se fundó la República Popular China hace 74 años, y en especial en los últimos 40 años después de la reforma y la apertura, el país ha logrado notables avances, bien reconocidos en el mundo. China se ha convertido en la segunda economía mundial. Es el país que ocupa el primer lugar en la industria manufacturera, en tráfico de mercancías y en reservas de divisas. Cerca de 100 millones de campesinos han salido de la pobreza y se ha solucionado históricamente el problema de la pobreza absoluta.
Sin embargo, China todavía es un país subdesarrollado, lo que se ve desde los siguientes aspectos: en primer lugar, los índices económicos per cápita siguen situados en un nivel relativamente bajo. En 2022, el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita de China fue de 12.741 dólares, lo que equivale a casi una quinta parte del que tienen las economías desarrolladas. Es una sexta parte del estadounidense y algo más del 30% del español.
En 2021, el ingreso nacional per cápita de China ocupó el 68º puesto a nivel mundial, mientras que en el Índice de Desarrollo Humano su puesto bajó hasta el 79º. Es un nivel similar al rango de los principales países en desarrollo.
Todavía existen desequilibrios en la estructura económica, sobre todo entre zonas urbanas y rurales
En segundo lugar, todavía existen desequilibrios en la estructura económica, especialmente entre zonas urbanas y las rurales. La urbanización de China ha alcanzado alrededor del 58%, que está debajo del nivel de los países desarrollados, que se estima en un 80%. La brecha de ingresos entre la población urbana y la rural es obvia: el ingreso disponible per cápita en áreas urbanas es 2,7 veces mayor que el en áreas rurales; el consumo per cápita es 2,2 veces mayor en zonas urbanas que en áreas rurales. Aparte, es obvia la desigualdad entre las zonas urbanas y las rurales tanto en la infraestructura como en los servicios públicos.
En tercer lugar, la contribución del sector terciario a la economía total de China ocupa una cuota menor en comparación con los países desarrollados. Estados Unidos y España son ejemplos de economías posindustriales, mientras que China todavía se encuentra en un proceso gradual de la industrialización, aunque ya ha formado un moderno panorama industrial. El sector terciario en China supone el 52,8%, mientras que en España es del 74,28% y en EEUU llega al 79,6%.
Por último, China, como país en vías de desarrollo, se basa sobre los derechos internacionales y está admitida por tratados internacionales, como los principios de la Organización Mundial del Comercio, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Protocolo de Montreal del Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono, etcétera, por lo que China está ampliamente aceptada por la comunidad internacional y no debe ser excluida de la lista de los países en desarrollo.
China nunca ha utilizado como "excusa" su identidad de país en desarrollo para librarse de las responsabilidades internacionales ni lo ha hecho como un "pase especial" para obtener tratamientos preferenciales. De hecho, China está seriamente comprometida en contribuir al avance de la paz y del desarrollo mundial.
Desde 2013 hasta 2021, China hizo una contribución al crecimiento económico mundial con el porcentaje medio del 38,6%, y superó la suma de las contribuciones de los países del G7. China es uno de los primeros países en cumplir los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU y su contribución a la reducción de la pobreza mundial superó el 70%. Es el segundo mayor contribuyente tanto al presupuesto de las Naciones Unidas como a las operaciones de mantenimiento de la paz. En la Organización Mundial del Comercio, el tratamiento especial que China tiene es evidentemente inferior al promedio de los países en desarrollo.
Durante los últimos diez años, China ha realizado inversiones por casi un billón de dólares a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, les ha ofrecido 420.000 puestos de empleo a los países participantes y ha logrado que casi 40 millones de personas salgan de la pobreza.
A su vez, China ha realizado propuestas globales del desarrollo, sobre seguridad y civilización, se dedica a la promoción de la cooperación Sur-Sur y Norte-Sur y se incorpora a la construcción de la comunidad del destino humano, apoyándose y discutiendo sobre el desarrollo integral junto con otros países en desarrollo bajo protocolos internacionales como el G77, el G20 y los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Hu Aimin es cónsul general interino de China en Barcelona.
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