Nicolás Redondo representó al PSOE antes de que el PSOE fuera consciente de que lo representara. Este jueves fue expulsado del partido al que perteneció desde su más tierna juventud porque es hijo y nieto de sindicalistas. Sobre todo, hijo de aquel sindicalista que pudo ser líder del PSOE pero no se consideró suficientemente preparado para una tarea aunque ya era un líder indiscutido de UGT, la central sindical que había aguantado en el franquismo con algunos residuos en Asturias y en el País Vasco.
Ninguno de los asistentes pone en duda que Nicolás Redondo Urbieta iba a asumir la secretaría general del PSOE y de la UGT. Inesperadamente, Redondo se negó. Y es él quien le dijo a Felipe González que le iba a proponer como secretario general del PSOE.
Es decir, Nicolás Redondo ha mamado las siglas de UGT y del PSOE desde que no eran casi nada porque si el número de afiliados al sindicato eran pocos, el número de militantes del PSOE era de 3.650 personas sumados los del interior y los del exilio. Ése fue el aprendizaje político del joven Nicolás, ahora expulsado de su partido.
Toda su vida activa se ha desarrollado a la sombra del partido al que vio prácticamente nacer de la nada, de esos 3.650 militantes que habían resistido al franquismo. Fue secretario general del Partido Socialista de Euskadi desde 1997 hasta 2001 y en 1998 se presentó, habiendo derrotado a Rosa Díez, a candidato a Lehendakari por el PSE.
Vivió los años de plomo de los asesinatos de ETA y los vivió en primerísima fila entre los años 1997 y 2001. Quiere esto decir que lleva al PSOE metido en las venas, metido en el alma, metido en el corazón.
Queda por saber si el actual PSOE va a resistir o va a ser engullido por la nada como el Partido Socialista francés o como el Partido Socialista italiano
Yo misma asistí a la presentación de la candidatura de apoyos mutuos de 2001 entre el PP de Mayor Oreja y Nicolás Redondo, que constituyeron una candidatura constitucionalista en la que se comprometían, antes de las elecciones, a sumar sus fuerzas en caso de ganar esos comicios. El PP subió un escaño y el PSOE bajó un escaño. Ibarretxe ganó las elecciones y nunca más se volvió a repetir el experimento de apoyos mutuos.
Nicolás Redondo se fue alejando poco a poco de un partido que ya no reconocía como suyo. Hasta el punto de recibir un expediente de expulsión de su partido al tiempo en que se oficializó la salida de Joaquín Leguina. Nicolás Redondo logró parar el expediente porque él no había pedido el voto para Isabel Díaz Ayuso, que era la acusación de que se le había hecho objeto.
Pero una cosa es ésa y otra muy distinta secundar la deriva de Pedro Sánchez que se aleja de la identidad del PSOE que él conoció. Por ejemplo, se ha opuesto tajantemente a la supresión del delito de sedición y a la reforma del delito de malversación de caudales públicos. Firmó una declaración conjunta con César Antonio Molina y con Francesc de Carreras en la que proponía un acuerdo de gobierno entre las fuerzas constitucionalistas. Ahí se empezó a abrir la grieta, que ya era enorme, entre el Partido Socialista y su persona.
Últimamente declaró que el PSOE no volvería a ser jamás su partido si aceptaba el chantaje de Carles Puigdemont en alusión a las condiciones para lograr la investidura de Pedro Sánchez. Dijo más, dijo que había que mantener la “dignidad propia” cuando llegan momentos como el actual.
En su opinión, esta ley de amnistía o de alivio penal es la antítesis de la de 1978 cuando “se dio un abrazo entre los del norte y los del sur, entre los del este, que habían estado con Franco, y los que habían estado en contra. Se llame como se llame [ésta] no será una amnistía sino un trasiego para mantener un gobierno”.
En ese sentido, ha seguido las pautas de Felipe González o de Alfonso Guerra, aunque dudo que haya lo que tiene que haber para expulsar del partido al que fue su mejor arquitecto o a quien fue su primer presidente, el primero de izquierdas que gobernaba en solitario en la Historia de España.
Ahora se ha sustanciado definitivamente lo que era un secreto a voces. Nicolás Redondo Terreros, nieto de un sindicalista, hijo de un icono del socialismo y él mismo secretario general del PSE es expulsado de un partido que ya no tiene nada que ver con lo que él conoció.
Queda por saber si el actual PSOE va a resistir o va a ser engullido por la nada como el Partido Socialista francés o como el Partido Socialista italiano.
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