Lo de Yolanda Díaz me parece que no es tanto quedarse en la peluquería como quedarse en la literatura de peluquería, o incluso en el cenicero de peluquería, de cuando se fumaba mucho en el chismorreo de la permanente, entre señoras que parecían santas esposas de exposición como caniches de exposición. Yo creo que nos ha salido una vicepresidenta que ha pasado de su pueblo a una capitalidad cosmética, una política cosmética y una cultura cosmética, y con eso quiero decir que no es ella la que está hecha de bucles y pomadas, sino su discurso, su pensamiento y su lugar en la política, que en vez de una vicepresidencia parece que ocupa un pack navideño de esos cursis y atufantes con jabones, colonias, pétalos y virutas. Si nos encontramos a Yolanda polemizando tontamente con un ministro griego por las redes, o fingiendo que entiende inglés, o dejando a Rajoy a la altura de Castelar, o hablando de millonarios que escapan en cohete, es por ese ahuecado intelectual que termina en revoltillo de redes sociales y Reader’s Digest de gabinete de prensa, ojeado todo con prisa y dificultad, no bajo el huracán del secador sino de la superficialidad y, peor, de la suficiencia.
Yolanda Díaz viene de una izquierda de exposición con entorchados de pobres, justicialismo y migajones, que existe como existe una derecha de exposición con entorchados de patria, cristos y chacinas. La afectación de la izquierda, como la afectación de la peluquería, puede venir por la greña o puede venir por el abuso del tirabuzón, que es lo que le pasa a Yolanda, esa pastorcilla que va con su cestillo de pobres y ricos como con un cestillo de membrillos y quesos. La política cada vez está más simplificada y es más simple, pero Yolanda se diría que ha llegado a la simplificación o simpleza máxima que es la muletilla sonriente y comunal, como una cantinela de peluquería o esos estribillos de música parroquial (no hay nada que se parezca más a la izquierda que esas parroquias obreras con pobres esperanzados, justicia venidera, cura pecador, Cielo de escayola y dioses lejanísimos de oro y madera).
La simplicidad o simpleza de Yolanda Díaz es todo un sistema, toda una cosmovisión que se sustancia también en su estética. Su estética refleja la lejanía de los ángeles y su discurso refleja la vacuidad de una teología
Yo creo que la simplicidad o simpleza de Yolanda Díaz es todo un sistema, toda una cosmovisión que se sustancia también en su estética. Su estética refleja la lejanía de los ángeles y su discurso refleja la vacuidad de una teología, y todo eso junto hace esa cosa artística, naif, sentimental y vacía que es a la vez salvación eterna y condena eterna, idolatría y trascendencia, contradicción y coherencia, gravedad y nubecilla, cáscara y corazón. En esta religión de Yolanda, los ministros griegos o los millonarios con cohete no son más que satanases de cuaresma, que hasta pegan con sus mitos de Herodes de hojaldre, de arrebatamientos y de dormiciones. Lo que le pasa a Yolanda no es que sea, o no, más o menos presumida, que Sánchez lo es todavía más, sino que su religión o su sistema es vacío y reactivo, o sea que se basa en reaccionar a los clichés como las beatas reaccionan a los escotes o las peluquerías reaccionan a Tamara Falcó.
Lo del ministro griego derechón ha sido una reacción a ese mismo aumentativo, sin que Yolanda haya mirado mucho cómo está la cosa aquí. Allí al menos han regulado el pluriempleo y le han asignado casi un número bíblico de horas máximas diarias, 13, mientras que aquí, en este reino de izquierda atomizada o de incensario de Yolanda, que yo sepa no hay más limitación en la jornada ni en los empleadores que las 12 horas de descanso no entre curros, sino entre jornadas del mismo curro, y que además no es que se respete demasiado… El ministro griego ha contestado al ataque teológico con hechos, recordando el paro de España, pero a quién le importa la realidad teniendo las ideologías como capillita privada o como spa de chorritos.
Lo de los millonarios en cohete es incluso más paradigmático, que nos indica que la vicepresidenta pesca en Internet como quien pesca en el Pronto, ahí entre el ruido del clickbait como entre el ruido del casco secador de pelo, que además tiene algo de escafandra y por ahí ha podido venir la inspiración. Yolanda Díaz ha dado por cierto que llega el fin del mundo, provocado por esos millonarios en camiseta de Silicon Valley, y que éstos ya tienen preparado el búnker, el cohete o incluso la Matrix (el Metaverso) donde salvarse ellos mientras los demás nos vamos “al carajo”. Mucho mejor que el rico explotador es el rico supervillano de un Armagedón peliculero, y esas cosas las pilla Yolanda al vuelo, incluso al vuelo hipersónico.
El asunto en realidad viene de una entrevista ya muy rodada, resumida y retraducida de un columnista tecnológico de The New York Times, Douglas Rouskoff, entre profeta y grillado, que está promocionando muy oportunamente un libro hiperbólico o guasón suyo sobre cierta moda de survivalismo entre los multimillonarios que él llama, dramática y publicitariamente, La Mentalidad. Estos ricos frikis, paranoicos y en zapas seguramente tienen el mismo miedo al fin del mundo que los pobretones de Montana, pero más chifladura y dinero, y claro, en vez de esconderse en un pozo se construyen una batcueva en Nueva Zelanda. Pero nadie está pensando en huir a Marte con esos cohetes hechos para que rancheros o raperos miren la Tierra como desde el palco del Bernabéu, o del estadio de los Yankees, y dejarnos aquí a los demás como con la portezuela del sótano cerrada.
Yolanda en la peluquería o en cohete, como una Virgen de villancico que se peina o un Ezequiel mirando carros de los dioses en el cielo… En Yolanda, estas cosas no son anécdota sino esencia. Cualquier cosa que brilla en la tierra es el diente de oro de un rico, o es el pelo de ella; y cualquier cosa que brilla en el cielo es la nave de oro de un rico o el petardazo de oro de un rico, o es el pelo de ella. No se lo pensará mucho, no lo analizará mucho, ni esto ni otros asuntos más graves y urgentes, que ella los verá por ahí, en un titular con gancho, o en una portada con muestra gratis de algo, o en el Whatsapp con memes de Julio Iglesias (otro presumido) y los aplicará no en una tarde de pelu o de uñas, que eso da igual, sino en el Gobierno de España. Sí, se puede llegar a vicepresidenta sin más que vaporosidad, soponcios, arrobamientos y papel de plata en las hombreras y en la cabeza. Y lo peor es que todavía no hay cohete para escapar de ahí.
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