Vivimos en una realidad virtual, en un mundo paralelo donde ya no hay derecho ni revés, todo vale por igual, como decía el tango “lo mismo un burro que un gran profesor”. Ignorantes llegan a ministros, la palabra de un presidente no vale nada y las minorías gobiernan el país con un puñado de votos. Para llegar a esta parodia de democracia que es hoy España, hay que hacer creer a la mayoría que la realidad paralela es la cierta, dejar a un lado la lógica y nuestra historia, provocando que lo inverosímil se vea como posible y en poco tiempo hasta lo consideremos adecuado.
Un ejemplo es cómo hay que hacer creer que la mayoría de catalanes quieren la independencia y que están a favor de la amnistía a los que infringieron la ley en el procés. Ni ERC quiere recordar que el 23 de julio perdió 6 escaños, ni que Junts estuvo por debajo del PP en Cataluña, que le ganó a los de Puigdemont por 76.483 votos. Cuando Sánchez habla de pacificar Cataluña, es la paz que viven en Sicilia con La Cosa Nostra, la omertá o ley del silencio, donde ni se habla español ni se muestra la bandera de tu país y si te manifiestas constitucionalista te clausuran y provocan tu muerte civil.
Hasta en Girona los constitucionalistas son mayoría pero, si se manifiestan públicamente, están acabados ellos, sus negocios y sus hijos. Y al capo de esta mafia, prófugo de la justicia, es a quien ha escogido este Gobierno como socio prioritario.
En esta realidad paralela ajena a toda lógica, parece normal que un diputado defienda hoy lo contrario que defendía hace unas semanas porque le obliga el líder de su partido, o que no tenga opinión propia, ni voz, ni voto más que la consigna que le llega cada mañana al wasap del grupo parlamentario. No llegan a ser diputados los más capaces, sino los que mejor han sabido adular al líder. Hasta en seis ocasiones los partidos mayoritarios hablaron de presentar listas abiertas donde cada ciudadano pudiera votar al candidato que mejor le parezca, y en las seis ocasiones se desestimó la propuesta. Todos quieren tener sus listas atadas y bien atadas, no sea que el favor personal no puedan devolverlo colocando al amigo en mejor posición que otro más capaz. Hablan de pacificación, de olvido, de abandonar la venganza, para justificar que ahora voten lo contrario que manifestaron hace unas semanas pero ese no es el motivo, lo hacen por 7.000 euros al mes, que es su sueldo con dietas y extras. No hay conciencia, hay dinero. No piensan en el bien común, solo en el suyo.
En estos momentos trágicos para nuestro país solo quedan dos salvavidas, la Justicia y el Jefe del Estado
Para que esta realidad virtual sea creíble hay que contar con los medios de comunicación afines y con el ejército de voceros del partido, a los que previamente han colocado desde la sede central en lugares estratégicos. Están siguiendo paso a paso la teoría política de la ventana de Overton y provocando que lo impensable hace tan solo unos meses sea hoy aceptable y en poco tiempo radicalmente favorable para la mayoría. Así se puede legalizar cualquier cosa por parte de los gobiernos, hasta una amnistía inconstitucional y más tarde el referéndum ilegal.
En estos momentos trágicos para nuestro país solo quedan dos salvavidas, la Justicia y el Jefe del Estado. La primera es lenta, porque así quieren que sea los políticos, y la segunda necesita decisión y firmeza para dar el paso. La casualidad ha querido que todo vuelva a suceder en octubre, igual que el referéndum ilegal y que el discurso del Rey que puso a cada uno en su lugar. En aquel discurso balsámico para la mayoría de catalanes el Rey dijo:
“Esas autoridades, de una manera clara y rotunda, se han situado totalmente al margen del derecho y de la democracia. Han pretendido quebrar la unidad de España y la soberanía nacional, que es el derecho de todos los españoles a decidir democráticamente su vida en común.”
Hoy seis años después para permanecer unos años más en Moncloa y habiendo perdido las elecciones, Pedro Sánchez pretende que el mismo Rey firme una ley de amnistía por la que esas mismas autoridades quedan exentas de todo delito y fue el Estado español el que vulneró sus derechos, incluso podrán reclamar una indemnización económica al Estado. Si el Rey lo firma esta vez, dará la espalda a la mayoría de españoles y será el principio del fin de su reinado.
Vivimos en una realidad virtual, en un mundo paralelo donde ya no hay derecho ni revés, todo vale por igual, como decía el tango “lo mismo un burro que un gran profesor”. Ignorantes llegan a ministros, la palabra de un presidente no vale nada y las minorías gobiernan el país con un puñado de votos. Para llegar a esta parodia de democracia que es hoy España, hay que hacer creer a la mayoría que la realidad paralela es la cierta, dejar a un lado la lógica y nuestra historia, provocando que lo inverosímil se vea como posible y en poco tiempo hasta lo consideremos adecuado.
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