La amnistía, de no nombrarla, yo diría que le está haciendo a Sánchez verruga en la cara, lechuga en el diente y velón en la nariz. La amnistía será innombrable pero no es invisible, así que, aun sin nombre como un nuevo virus, no nos la podemos quitar de la vista. La amnistía es un orzuelo en el ojo, es una mella en la sonrisa, es una tarántula en el tupé, es una pugnacidad de bultos de hombre elefante en ese rostro con querencia de bronce del presidente. Y con todo eso viene Sánchez a hacer su comparecencia de candidato oficial, con toda la amnistía por encima como si lo hubiera atacado un enjambre o como si se hubiera tirado por la cabeza una olla de espaguetis con albóndigas, a decirnos cosas con su mella silbante, con su ojo abotagado, con su moco burbujeante, con su plasta de fideos, con su absceso en la frente, con su mayonesa en el hoyuelo, con su hormiguero en los ojos, como si algo así se pudiera ignorar. Claro que habrá amnistía, y más prebendas, que hay cosas que no se pueden ocultar, como una joroba, aunque sea una joroba movediza o ignorada de jovencito Frankenstein (quizá Igor, simplemente, cambiaba de opinión sobre su joroba).

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