El primer ministro Benjamin Netanyahu había dedicado gran parte del año a sus polémicas reformas judiciales y a la gestión de los elementos extremistas de su coalición. Para muchos israelíes, el primer ministro estaba poniendo en juego la naturaleza de la democracia de Israel al cambiar tan radicalmente los poderes del poder judicial. También estaba cediendo tanto a la derecha religiosa que muchos temían que el país se deslizara hacia la teocracia.

El Shin Bet o la Agencia de Seguridad Israelí ha identificado la polarización de la población israelí como una de sus principales preocupaciones internas. Las demandas internas de la comunidad judía ultraortodoxa perjudicaban la unidad nacional y el resentimiento de la mayoría laica por los privilegios concedidos a la creciente minoría ortodoxa -exención del servicio militar y, en la práctica, incluso del trabajo- estaba resquebrajando la cohesión social en la que el Estado israelí se había basado durante tanto tiempo.

A muchos en la cúpula militar les preocupaba que estos acontecimientos debilitaran la preparación militar de Israel. Entre marzo y julio, los reservistas de las Fuerzas Aéreas israelíes se negaron a cumplir sus horas de entrenamiento, los pilotos instructores de helicópteros se negaron a presentarse al servicio y los reservistas en activo de las fuerzas especiales se negaron a presentarse voluntarios, todo ello en protesta por la dirección del país. Muchos empezaron a temer que las Fuerzas de Defensa de Israel perdieran su disponibilidad operativa, su capacidad de reacción y, lo que es más importante, su "carácter disuasorio".

Netanyahu estaba cediendo tanto a la derecha religiosa que muchos temían que el país se deslizara hacia la teocracia

Mientras tanto, el primer ministro hizo de la ampliación de los Acuerdos de Abraham, por otras vías y medios, una prioridad de primer orden en política exterior. El premio final se convirtió en la normalización de las relaciones diplomáticas con el Reino de Arabia Saudí. El aparato de seguridad nacional, incluida la cúpula del Mossad, se dedicó en cuerpo y alma a conseguir este resultado, que en septiembre se anunciaba como una posibilidad al 50%. Irónicamente, la definición del "componente palestino" de un gran acuerdo con Arabia Saudí era fundamental para estas espectaculares ambiciones de "ampliar el círculo de la paz". Ahora ese componente vuelve a estar en segundo plano, al igual que las perspectivas de una mayor normalización.

Durante meses, el doble reto de gestionar la disidencia política y religiosa interna e intentar llegar a un acuerdo de amplio alcance con Arabia Saudí ha consumido a las instituciones políticas y de seguridad nacional.

Actualmente se desconoce si se pasaron por alto las señales de advertencia del atentado o si se hicieron advertencias pero no se actuó en consecuencia. Éstas son las preguntas que sólo la inevitable investigación de posguerra sobre el panorama de los servicios de inteligencia podrá responder de forma fiable y adecuada.

Sin embargo, resulta difícil evitar la conclusión provisional de que demasiados ojos, mirando tanto hacia dentro como hacia fuera, no se centraron lo suficiente en las bolas que rodaban hacia la frontera sur.


John Chipman es Presidente Ejecutivo del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS).