Los horribles sucesos acaecidos el pasado fin de semana en distintos puntos de Israel, en los que terroristas del grupo islamista Hamás asesinaron a casi 2.000 civiles inocentes, varios centenares de los cuales eran jóvenes, hombres y mujeres, que asistían a un concierto de música electrónica por la paz, han devuelto a nuestros ojos imágenes de especial crudeza: jóvenes violadas y torturadas y bebés asesinados del lado judío, pero también civiles palestinos inocentes, muchos de ellos niños pequeños, que han sufrido la represión y el castigo por parte de fuerzas del ejército israelí.
En la hora en la que cierro esta pieza suenan ya tambores de guerra abierta. Las bombas ya llevan demasiadas horas cayendo sobre Gaza. El ejército israelí se prepara para arrasar, literalmente ha comenzado a hacerlo ya, esta castigada franja de territorio, en la que se hacinan más de dos millones de personas en lo que numerosos expertos han calificado como ‘el mayor campo de concentración del mundo’. Lo harán hasta que, según las propias palabras de Benjamín Netanyahu, primer ministro israelí, "Hamás quede borrada de la faz de la tierra".
Inútiles han sido los llamamientos de la ONU a aquel gobierno para que proteja, al menos, las escuelas y los centros de la propia Organización de Naciones Unidas. Nada parece que vaya a torcer la sed de venganza de los israelíes, con los que no suele ser compatible el concepto de respuesta medida. Los islamistas, por su parte, han advertido de un viernes de ira que ha motivado que todas las alertas antiterroristas estén activadas en distintas capitales europeas. En las últimas horas, en París, un perturbado ha entrado en un centro escolar del que fue alumno y ha asesinado a un profesor al grito de ‘Ala es grande’.
Los españoles, como casi siempre, divididos
Los gravísimos sucesos de estos últimos días han tenido un eco muy especial en la opinión pública española y entre su clase política. Como es sabido, por razones históricas, religiosas y sentimentales, España es un país especialmente proclive a generar un sañudo debate, con las consiguientes trincheras irreconciliables tan del gusto de este país en las que, de un lado, suele situarse la derecha clásica -por simplificar- para la que los palestinos son poco menos que unos desharrapados terroristas que quieren aniquilar a los judíos. De otro, la izquierda tradicional, más o menos extrema, que en función de su radicalismo llega incluso a considerar a Israel como un Estado de corte ‘filo-fascista’ que ha ido robando terreno durante décadas a los palestinos a los que habría ido masacrando en las sucesivas guerras árabe-israelíes que han ido teniendo lugar desde 1948, año de creación del Estado de Israel.
El asunto es endiablado si tenemos en cuenta que las hostilidades estallaron desde la propia partición del territorio palestino y la elección, por parte de la ONU, de un terreno que es justamente el más sagrado para las tres grandes religiones monoteístas del mundo. Jerusalén, capital espiritual para los judíos ortodoxos, que no política, es también la tercera ciudad sagrada para el Islam, después de La Meca y Medina. Todo lo que tiene que ver con este conflicto está trufado por ese componente religioso y por el odio sempiterno que se profesan ambos pueblos.
La maldita realidad es que esta maravillosa zona del mundo nunca ha conocido la paz
En España, la trifulca y la instrumentalización -manipulación, si lo prefieren- ha estado servida desde el propio instante en el que tuvimos noticia del horror. Ha sido lamentable y muy definitorio del escaso nivel de la clase política asistir estos días a los malabarismos verbales ‘de los unos’ tratando de evitar el término ‘terrorismo’ o ‘terroristas’ para referirse a Hamás y a sus actos, y los esfuerzos ‘de los otros’ -a quienes los sionistas, en muchos casos, les parecen santos- para obligar a quienes defienden la causa palestina a que los calificaran como tales.
Especialmente bochornosa fue la polémica, insultos incluidos, generada por un tuit del presidente del Gobierno en el que este lamentaba la muerte de la joven sevillana. Cómo si fuera más relevante la maldita discusión nominativa que la pérdida de una vida humana. Ver para creer. En las alucinantes discusiones entre si los asesinatos de bebés eran ciertos o fake news, mejor ni entrar.
En realidad, a quienes tenemos memoria, y nos contemplan ya cinco décadas cumplidas, estas polémicas no nos resultan nuevas sino más bien cansinas y aburridas. Irritantes también, porque están fundamentadas sobre el sufrimiento de millones de inocentes sobre los cuales discuten otros millones de acomodados, desde sus tranquilos y opulentos países que nunca van a ver alterada su paz y su cotidiano y burgués modo de vida, hasta que sobreviene un atentado islamista en pleno corazón de la vieja y soberbia Europa. En ese momento nos rasgamos las vestiduras y aflora un debate aún peor: multiculturalismo frente a xenofobia y racismo.
Un puzle muy complejo
La maldita realidad es que esta maravillosa zona del mundo nunca ha conocido la paz. Nada de lo que está ocurriendo es nuevo. Tenemos memoria, al menos, de cinco guerras árabe-israelíes, como la Guerra de los Seis Días de 1967, en la que Israel amplió notablemente sus fronteras a costa de sustraer tierra a los palestinos, o la del Yom Kippur de 1973, de la que el pasado sábado, primer día de esta enésima pesadilla, se cumplían justamente 50 años. Otras, como la invasión del Líbano en 1982, en la llamada Operación ‘Paz para Galilea’ por los judíos o Primera Guerra del Líbano, fueron motivadas por los atentados de otro grupo terrorista tristemente célebre en los años ochenta: Abu Nidal.
Es un grave error confundir a Hamás con el conjunto de la población Palestina. Este país, tristemente no reconocido por la mayoría de las potencias occidentales, tiene su propia Autoridad Nacional Palestina, lamentablemente diluida, cuando no directamente anulada por Hamás que, desde que ganó las elecciones parlamentarias en Gaza en 2006 y un año después, en 2007, empleó la fuerza para arrebatar el poder al la citada ANP, es dueño y señor de sus destinos.
Hamás está haciendo un daño irreparable a la causa palestina
De igual forma es erróneo encuadrar a todos los judíos, a todos los israelíes, en un constructo mucho más amplio como es el del sionismo, cuyo desarrollo excedería los límites de este artículo y cuyos perfiles son más inquietantes históricamente.
Hamás está haciendo un daño irreparable a la causa palestina. No seré yo quien valore que esté utilizando, o no, a parte de la población palestina como escudos humanos, impidiéndoles desalojar gaza por su otra frontera natural, la egipcia, pero pienso que la peor solución es dejar que se queden allí, a pocas horas de que la aviación y la infantería israelí arrasen aquel territorio hasta no dejar piedra sobre piedra.
Debe quedar también constancia de otra derivada, y no menor, del ataque perpetrado por los islamistas en suelo israelí y es el de tratar de aislar a monarquías del Golfo como Qatar o Arabia Saudí que en los últimos meses habían realizado acercamientos notables con Israel. Algo que sus milicias hermanas de Hezbollah y en último término la República Islámica de Irán, mortal enemiga de Israel y rival irreconciliable de Arabia Saudí no podía tolerar, como a la vista ha quedado. Irán ha sido acusada o al menos señalada, por la propia Casa Blanca, como instigadora y financiadora de los atentados de Hamas, grupo que habría sido usado como mera herramienta por el régimen de los ayatollahs.
Un futuro terrible y oscuro
Desgraciadamente esto no ha hecho más que comenzar. Los daños a la estabilidad mundial que este particular 11-S de Israel traerá consigo, son aún impredecibles. De una correcta definición del papel de los Estados Unidos y de la Unión Europea, así como de otras potencias como China o Rusia, que ya intervino de forma sobresaliente en la guerra de Siria, dependerá completamente que el avispero no se extienda a nivel global. No debe perderse de vista que varios de los actores de este conflicto, empezando por Israel e Irán, son potencias nucleares.
Sé que no voy a ser original en el cierre de este artículo, o que algunos me tomarán por ingenuo, pero me da igual. Quiero dejar escrito en el aire y en esta cuartilla, con voz más recia que nunca, un grito desesperado pero firme de paz. No más guerras y no más sufrimiento de inocentes, incluidos niños y jóvenes a quienes el egoísmo de muchos políticos y altos mandos militares robará para siempre, de forma irreparable, un futuro en paz y en libertad.
Las guerras en 2023 son diferentes a como lo fueron en el pasado en muchos aspectos. Pero una de las […]Los horribles sucesos acaecidos el pasado fin de semana en distintos puntos de Israel, en los que terroristas del grupo islamista Hamás asesinaron a casi 2.000 civiles inocentes, varios centenares de los cuales eran jóvenes, hombres y mujeres, que asistían a un concierto de música electrónica por la paz, han devuelto a nuestros ojos imágenes de especial crudeza: jóvenes violadas y torturadas y bebés asesinados del lado judío, pero también civiles palestinos inocentes, muchos de ellos niños pequeños, que han sufrido la represión y el castigo por parte de fuerzas del ejército israelí.