Mientras la opinión pública mundial asimila el nivel de atrocidad perpetrado por Hamás en el sur de Israel el pasado 7 de octubre, los expertos solo coinciden en señalar que todo ha cambiado, pero difieren en como dar respuesta para evitar una escalada de proporciones desconocidas. El máximo responsable de la administración Biden para Oriente Próximo señalaba en septiembre que ninguno de sus antecesores en los últimos 20 años había tenido que dedicar tan poco tiempo a solucionar problemas en esa parte del planeta. Desde hace unos días, y durante meses, van a tener que hacer horas extra. 

La tentación del gobierno de Benjamin Netanyahu tras las masacres de Hamás, y la provocadora distribución de imágenes por parte de los terroristas en redes sociales, sería sucumbir a una represalia sin control en Gaza. La postura más racional, por la que trabaja EE UU, los países occidentales y también buena parte del mundo árabe es romper con el guion que ha preparado Hamás. El acuerdo para un nuevo gobierno de emergencia con respetados militares críticos con Netanyahu es un esperanzador paso para que la necesaria repuesta contra Hamás en Gaza sea más certera y eficaz que vengativa y generadora de otra espiral en el futuro. 

Muchos gobiernos están trabajando, en misiones discretas, para evitar una escalada imprevisible en sus consecuencias. Egipto negocia un corredor humanitario, a pesar de haber cerrado su frontera. Turquía trabaja a nivel regional para detener la escalada. Qatar sigue suministrado una ayuda ingente para evitar el colapso en Gaza. Y la Unión Europea, el principal proveedor de fondos para la ayuda humanitaria, para limar las suspicacias históricas con las autoridades hebreas, debería incidir en un control más exhaustivo del destino de los fondos. 

Arabia Saudí, Jordania, Marruecos, Emiratos Árabes Unidos y Bahréin colaboran también para lograr un alto el fuego. Y el presidente Biden al reforzar la presencia militar de EE UU (asistido por Reino Unido) en la región con un movimiento kissingeriano ha mejorado la capacidad de disuasión de Israel y advertido a Irán y sus aliados de que "este no era un momento para que ninguna parte hostil a Israel se aproveche de los ataques". 

Hay que recordar que no habían asesinado tantos judíos en un día desde el Holocausto, para entender el estado de shock del pueblo judío y sus dirigentes. Debemos entender que Hamás, como Rusia en Ucrania con el terrorismo de estado contra civiles, procede de forma sistemática y nihilista para reventar el orden mundial establecido sin respetar legalidad alguna. 

Hay que considerar también que no hay entre los palestinos una voz autorizada reconocida con la que negociar. Es un problema retorcido (wicked problem) que durante décadas cada vez que se trataba de coser un parche de ese infernal edredón, se hacía un roto en otra parte o se producía un desgarrador jirón. Unos 19.000 trabajadores palestinos iban cada día a Israel a trabajar desde Gaza. Distintos parámetros utilizados por las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria llevan meses señalando el creciente descontento de los palestinos de Gaza con la gestión de Hamás, pero no es fácil mostrar la disidencia en un entorno crecientemente islamizado que no se parece nada a la sociedad laica que era Gaza hace menos de 20. 

Es fácil verse arrastrado a una guerra contra terroristas. Es mucho más difícil salir"

Nadie puede predecir como afectará en el medio plazo esta guerra al futuro de Netanyahu, pero como aprendió Israel en su invasión del Líbano en 1982, y descubrió Estados Unidos en Afganistán e Irak tras el 11 de septiembre de 2001, es fácil verse arrastrado a una guerra contra terroristas. Es mucho más difícil salir. 

Como señala Martin Indyk, experto en Oriente Próximo del Council on Foreign Relations, embajador de EE UU en Israel y enviado especial de Obama a las negociaciones con los palestinos, que ha trabajado con Netanyahu, el primer ministro israelí se enorgullece de su cautela cuando se trata de guerra, y ha tenido sumo cuidado hasta ahora de no lanzar guerras a gran escala. Utilizará la fuerza aérea para intentar infligir un castigo suficiente a Hamás; pero el problema es que la intención de Hamás es provocar que Israel tome represalias masivas y que el conflicto se intensifique para provocar un levantamiento en Cisjordania, ataques de Hezbolá y una revuelta en Jerusalén. Hezbolá tiene 150.000 cohetes que pueden lanzar sobre las principales ciudades de Israel, y eso conducirá a una guerra total no sólo en Gaza sino también en el Líbano. 

Esperemos que, como Menajem Begin con el impensable acuerdo de paz con Egipto, la dantesca situación en la que nos encontramos se reconduzca a un escenario de mayor seguridad para Israel y alguna esperanza para la población palestina, demasiado tiempo resignada a no tener nada que perder. Solo entonces, como ocurrió dos años después de la guerra del Yom Kippur con Golda Meir, una vez garantizada la posibilidad de existir, la sociedad judía exigirá responsabilidades.  


Cosme Ojeda es profesor de Periodismo y Opinión Pública  en la Universidad CEU San Pablo