El ejército de Israel está a punto de iniciar la ofensiva terrestre sobre Gaza. Han pasado dos semanas desde el ataque terrorista de Hamas y los muertos sobrepasan los 5.600 (4.218 palestinos, 1.403 israelíes), lo que sitúa ya este enfrentamiento como el más sangriento de los últimos 50 años.
Centenares de miles de gazatíes (se estima que unos 600.000) se han trasladado desde el norte de Gaza al sur de la Franja. Los recursos se han agotado y los hospitales no dan abasto para atender a los heridos (más de 15.000). La ayuda humanitaria acaba de entrar a cuenta gotas por el paso de Rafah, en la frontera con la península del Sinaí (Egipto).
Esto es sólo el principio. La invasión terrestre provocará un número elevadísimo de víctimas y una catástrofe humanitaria aún mayor de la que ya estamos viviendo. Las voces que claman por poner fin a esta escalada, como las de los líderes israelíes moderados, o la de Magen Inon, cuyos padres fueron asesinados el 7 de octubre, y al que hoy entrevista Fran Carrión en El Independiente, no han sido escuchadas. Israel está determinada a lanzar su ofensiva para "destruir a Hamas para siempre" mientras que los militantes de Hamas desde Gaza y los de Hezbolá desde el sur del Líbano no paran de lanzar misiles hacia territorio judío.
Estamos abocados a vivir una guerra "larga y dolorosa", ha advertido el ministro de Defensa israelí, Yoav Galant. La provocación de Hamas ha logrado su objetivo.
Pocas veces como ahora el mundo es consciente de la gravedad del momento en que vive. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en su mensaje del viernes desde el Despacho Oval, remarcó con esta frase la trascendencia de lo que va a suceder en un plazo de horas: "Estamos en un punto de inflexión que determinará las próximas décadas".
Entendiendo las ansias de venganza de Israel, tanto por el dolor por las victimas y los secuestrados como por la humillación que supuso para sus sistemas de seguridad y su servicio secreto el ataque del 7 de octubre, la invasión terrestre puede llevar al país a un callejón sin salida. En una conversación con Político el pasado jueves, el ex director de la CIA y ex responsable máximo de la coalición internacional de las tropas desplegadas en Afganistán e Irak, el general David Petraeus advertía que la invasión por tierra se puede convertir en un "Mogadiscio a lo bestia" (él utilizó el término Mogadiscio con "asteroides").
La invasión de Gaza sin un plan que garantice la existencia de dos Estados y dé esperanza al pueblo palestino puede llevar a Israel a un callejón sin salida, a cometer el mayor error de su historia
No es lo mismo una operación de castigo que una conquista de ciudades y campos de refugiados superpoblados, en los que hay que combatir calle por calle, casa por casa. Hamas ha tenido tiempo para preparar el minado de los lugares por donde puede entrar el ejército israelí. No sabemos todavía de qué armas disponen para un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Por no hablar de la complejidad de su sistema de túneles o de los posibles suicidas que no tendrán inconveniente en arrojarse sobre los soldados hebreos.
El miedo no sólo viene determinado por lo costoso en vidas de la operación terrestre, sino, sobre todo, por el peligro de extensión del conflicto. La entrada en la pelea de Hezbolá desde el Líbano se da por segura. La gran incógnita es qué va a hacer Irán, que apoya a ambos grupos terrorista abiertamente y que cree que ahora tiene la oportunidad de destruir el Estado de Israel.
Pocos dudan de la capacidad del IDF (Israel Defense Forces) para derrotar a Hamas e incluso a Hezbolá al mismo tiempo. Pero eso llevará semanas o meses. Mientras tanto se va a desarrollar otra gran batalla: la de la opinión pública. Como ha demostrado esta semana el estallido de un cohete en el hospital Ahli Arab de la ciudad de Gaza, los medios pro palestinos tienen la capacidad de imponer su relato incluso en el momento en el que se produce una acción e independientemente de quién sea su responsable. El movimiento de solidaridad que ha despertado la causa palestina -olvidada por muchos países árabes durante años- pone de relieve la fuerza de las imágenes que muestran a mujeres, ancianos y niños heridos o muertos en los bombardeos de la aviación israelí. Imagínense lo que ocurrirá cuando comience la invasión y esas imágenes abran los informativos de todo el mundo a diario.
Habrá una ofensiva terrorista sobre todo en Europa y los intereses occidentales serán atacados a lo largo y ancho de los países musulmanes. Tampoco debemos ignorar las consecuencias económicas de una guerra que, según todos los analistas, puede disparar los precios del crudo, afectar a los tipos de interés y al comercio mundial.
Pero lo peor de esta ofensiva es que sus responsables no han definido qué sucederá el día después de la derrota de Hamas. Hay que aprender de las experiencias en Afganistán e Irak, lo recordaba Petraeus en su conversación con Político. Israel no puede afrontar una ocupación durante años de la Franja de Gaza y de Cisjordania.
Una parte importante de la culpa de lo que ha sucedido y de lo que está a punto de suceder la tiene el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu. Con el objetivo de permanecer en el poder y evitar su entrada en prisión acusado de corrupción, Netanyahu ha pactado con los partidos más radicales, partidarios de ampliar los asentamientos en los territorios ocupados. Ignoró a los palestinos y pensó que la diplomacia basada en grandes acuerdos con países como Marruecos o con Arabia Saudí (ahora en suspenso) blindaría a Israel frente a su gran enemigo, Irán. Grave error.
Netanyahu no se ha preocupado de cuidar el liderazgo de la Autoridad Nacional Palestina, cuyo líder, Mahmud Abás, partidario de la coexistencia de los dos Estados, ha quedado totalmente desacreditado.
Podemos dar la derrota de Hamas por segura, pero no la paz en la región si Israel no rectifica alguna de las grandes equivocaciones que la debilidad de Netanyahu han provocado. En lugar de poner fin a los asentamientos, la extrema derecha israelí piensa que ha llegado el momento de anexionarse los territorios ocupados. Esa aspiración es una locura.
Si Israel no entiende que la paz no es posible sin la creación de un Estado Palestino que coexista pacíficamente con el Estado de Israel, la paz no será posible. Biden ha intentado que Netanyahu entienda que no se puede confundir al pueblo palestino con Hamas, pero no parece que lo haya conseguido. Como dijo el Rey Abdalá II de Jordania esta semana tras la suspensión de la cumbre prevista para el pasado miércoles: "Estamos a un paso del borde del abismo".
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