La cuestión de Palestina está estrechamente asociada en la opinión pública internacional con la Franja de Gaza. Desde el primer asalto israelí a la Franja en 2006 y hasta el reciente bombardeo en 2014 sobre los 1,8 millones de palestinos que viven allí, esa parte de la región resumía la cuestión palestina para el mundo en general. Presentaré tres mitos que engañan a la opinión pública sobre las causas de la violencia en curso en Gaza y que explican la impotencia que siente quienquiera que desee poner fin a la miseria de las personas atestadas en uno de los territorios más densamente poblados del mundo.

El primer mito se refiere a uno de los principales actores sobre el terreno en la Franja, el movimiento Hamás. Su nombre es el acrónimo en árabe del Harakat al-Muqáwama al-Islamiya (Movimiento de Resistencia Islámico), y la palabra hamás también significa literalmente "entusiasmo". Surgió a mediados de la década de 1980 como organización benéfica y educativa emparentada con el movimiento fundamentalista islámico Hermandad Musulmana, asentado principalmente en Egipto, pero pronto se transformó, durante la Primera Intifada (1987), en un movimiento político.

En 1988 publicó una carta fundacional en la que afirmaba que solo los principios del islam político ofrecían una oportunidad de liberar Palestina. Nunca se explicó o demostró plenamente cómo se deberían aplicar esos principios o lo que significan realmente. Desde su inicio hasta el presente, Hamás se ha involucrado en una lucha existencial contra Occidente, Israel, la Autoridad Palestina y Egipto.

Cuando surgió Hamás, a finales de la década de 1980, su principal rival en la Franja de Gaza era el movimiento Fatah, fundador de la OLP y su principal organización. Perdió algo de apoyo entre el pueblo palestino cuando negoció el Acuerdo de Oslo y fundó la Autoridad Palestina (de ahí que el presidente de la OLP sea también presidente de la Autoridad Palestina y jefe de Fatah). Fatah es un movimiento nacional seglar, con fuertes elementos de izquierda, inspirado en las ideologías de liberación del Tercer Mundo de las décadas de 1950 y 1960; esencialmente sigue comprometido con la creación en Palestina de un Estado seglar y democrático para todos sus habitantes.

Estratégicamente, sin embargo, Fatah ha aceptado la solución de dos Estados desde la década de 1970. Hamás, por su parte, está dispuesto a permitir a Israel retirarse por completo de todos los territorios ocupados, en un plazo de diez años de armisticio, antes de discutir cualquier solución futura.

Hamás se opuso a la política pro-Oslo de Fatah y a su desatención al bienestar social y económico, y denunció su fracaso básico en cuanto a terminar con la ocupación. Esa oposición se hizo más significativa cuando, a mediados de la primera década del nuevo siglo, Hamás decidió presentarse como partido político en las elecciones municipales y nacionales.

Su popularidad en Cisjordania y en la Franja de Gaza había crecido gracias a su papel destacado en la Segunda Intifada en 2000-2005, en la que sus miembros estaban dispuestos a convertirse en bombas humanas, y en cualquier caso a tomar un papel más activo en la resistencia frente a la ocupación (hay que señalar que durante esa Intifada los miembros más jóvenes de Fatah también mostraron la misma resiliencia y compromiso, y que Maruan Barghouti, uno de sus líderes más representativos, todavía está en la cárcel en Israel por su papel en el levantamiento).

La muerte de Yasir Arafat en noviembre de 2004 creó un vacío político en la dirección de la Autoridad Palestina, que de conformidad con su propia constitución, tuvo que convocar elecciones presidenciales. Hamás boicoteó esas elecciones, afirmando que estarían estrechamente asociadas con el Proceso de Oslo, más que con la democracia. En cambio sí participó aquel mismo año, 2005, en elecciones municipales, en las que obtuvo muy buenos resultados, asumiendo el control de más de un tercio de los municipios en los territorios ocupados.

Le fue aún mejor en las elecciones de 2006 al Parlamento o asamblea legislativa de la Autoridad Palestina. Obtuvo una cómoda mayoría en la asamblea y con ella el derecho a formar gobierno, lo que hizo durante un breve periodo antes de chocar con Fatah e Israel. En el subsiguiente enfrentamiento fue apartado del poder político oficial en Cisjordania, pero siguió manteniéndolo en la Franja de Gaza. La renuencia de Hamás a aceptar el Acuerdo de Oslo, su negativa a reconocer a Israel y su compromiso con la lucha armada constituyen el trasfondo del primer mito que examino aquí. Pero si bien Hamás está señalado como organización terrorista, tanto en los medios como en la legislación, yo defenderé que es un movimiento de liberación legítimo.

La retirada israelí de la Franja formaba parte de una estrategia destinada a convertir Gaza en una megaprisión que pudiera ser vigilada desde el exterior

El segundo mito que examino aquí se refiere a la decisión israelí que creó el vacío en la Franja de Gaza que permitió a Hamás, no solo ganar las elecciones en 2006, sino también expulsar a Fatah por la fuerza aquel mismo año. Se trata de la retirada unilateral israelí de la Franja en 2005 después de casi cuarenta años de ocupación. Esa retirada fue un gesto de paz o reconciliación que fue respondido con hostilidad y violencia. Es crucial debatir, como hago en este capítulo, los orígenes de la decisión de Israel y observar de cerca el impacto que ha tenido en Gaza desde entonces. De hecho, afirmo que la decisión formaba parte de una estrategia destinada a fortalecer el control de Israel sobre Cisjordania y convertir la Franja de Gaza en una megaprisión que pudiera ser vigilada y controlada desde el exterior.

Israel no solo retiró su ejército y servicio secreto de la Franja, sino también, en un proceso muy doloroso, a los miles de colonos judíos que el gobierno había enviado allí desde 1969. Por eso afirmaré que entender esa decisión como un gesto pacífico es un mito. Fue más un despliegue estratégico de fuerzas que permitió a Israel responder con dureza a la victoria de Hamás, con consecuencias desastrosas para la población de Gaza.

Y de hecho, el tercer y último mito es la proclamación de Israel de que sus acciones desde 2006 formaban parte de una guerra autodefensiva contra el terror. Me atrevería por el contrario a llamarlo, como he hecho en otro lugar, un genocidio paulatino de la población de Gaza.


IIan Pappé es historiador israelí. Es profesor de Historia en la Universidad de Exeter, Reino Unido, codirector del Centro Exeter de Estudios Etnopolíticos y activista político. Extracto del capítulo IX de Los diez mitos de Israel. Ediciones Akal, 2019, 978-84-460-4731-5.