En el XIV encuentro financiero Expansión-KPMG intervinieron, entre otros ponentes, Luis de Guindos, vicepresidente del BCE, y Rodrigo Buenaventura, presidente de la CNMV. Ambos han llamado la atención sobre la recompra de acciones, pero por razones diferentes.
Luis de Guindos, en su papel de supervisor de solvencia bancaria, se centra en el caso de los bancos y lanza un aviso de que, en un entorno de subida rápida de los tipos de interés, los bancos van a necesitar más recursos propios, bien para cubrir posibles pérdidas de valor de sus activos (caso del Silicon Valley Bank), bien para afrontar un previsible aumento de la morosidad. Rodrigo Buenaventura, desde una perspectiva general, pone en cuestión que la recompra de acciones por parte de las sociedades cotizadas sea una forma indirecta de remuneración a todos los accionistas. Si el valor fundamental de la sociedad es superior a su cotización, es decir, si está infravalorada, la recompra beneficiará solo a los accionistas que se quedan y en caso contrario a los que venden. Es decir, solo favorece a un grupo de accionistas.
No es posible que haya discrepancias entre la cotización de una acción y su valor intrínseco, ya que ambos son necesariamente lo mismo
El fundamento económico-empresarial de la recompra de acciones no es si el mercado infravalora la acción, sino si la sociedad tiene un exceso de recursos propios. Si así fuese, la recompra y posterior amortización de las acciones no afectaría al valor absoluto del beneficio futuro, de forma que el beneficio por acción y el dividendo por acción subirán, aumentando el valor de la sociedad. Siempre que el mercado sea suficientemente profundo la cotización es el verdadero valor de la acción y la capitalización bursátil lo es de la sociedad. No es posible que haya discrepancias entre la cotización de una acción y su valor intrínseco, ya que ambos son necesariamente lo mismo. El precio de una acción es el valor actual estimado de la corriente de flujos que va a generar en el futuro y eso es lo que mide el mercado.
El caso de la recompra por los bancos de sus propias acciones presenta algunas singularidades. En España se trata de un sector en el que, por lo general, su cotización es inferior a su valor teórico, es decir a sus recursos propios por acción. Dicho de otra manera, el valor bursátil refleja la poca capacidad de los activos de los bancos de generar negocio y valor para sus accionistas. Además, toda la regulación se basa en medir la proporción entre los recursos propios y los activos del banco, es decir, su capacidad de otorgar préstamos está directamente relacionada con sus recursos propios. Si tenemos en cuenta que los bancos mantienen su política de dividendos, la recompra de acciones vuelve a reducir los recursos propios, limitando aún más su capacidad de aumentar su cartera crediticia. Sus gestores encuentran muy difícil encontrar negocio rentable para sus entidades, por lo que optan por devolver capital a sus accionistas. Otra consecuencia de esta falta de interés en aumentar su negocio es que no necesitan contratar nuevos depósitos para financiarlo, de ahí su escasa remuneración. En una economía tan bancarizada como la nuestra esto es un mal síntoma.
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