La consulta paripé dio unos números de paripé o quizá de verdad, que en el PSOE de Sánchez, amarilleado y redondeado, lavado como a la piedra contra su rostro, ya no hay resistencia. El 87% del PSOE comprometido o dominguero avaló los pactos de Sánchez, así en general, que la pregunta no mencionaba la amnistía a pesar de que la papeletilla estaba llena de amnistía igual que de aceite de churro.

Ni siquiera hubo tanta diferencia en Castilla-La Mancha, donde Page lidera una leve oposición con muchos pucheros y rígidos brazos cruzados, como de vieja enfadada dentro de su pañoleta, pero poca acción. Incluso en el castillo antisanchista, en el Alcázar de ese PSOE histórico hecho de pana empapada y obrerismo de chato, matanza y patrona, el porcentaje de aprobación en el plebiscito fue del 78,6 %. Debe de ser que Page no manda ni en su casa, o que el sanchismo ya se va comiendo sin remedio, con su cursi violencia de miguitas y agua carbonatada, con su cruel ejército de termitero, la piedra y la madera antiguas y sagradas del socialismo español.

Por si algún ingenuo se lo está planteando, nadie en el PSOE va a derribar a Sánchez, desde luego.

Por si algún ingenuo se lo está planteando, nadie en el PSOE va a derribar a Sánchez, desde luego. Page, enfadado como el cura, como la suegra, como la cocinera, le hace a Sánchez una oposición de mal de ojo que ni es oposición ni nada, claro. Page es un criticón de bingo, un valiente de porrón, un rebelde de chimeneíta, que eso se nota porque enseguida se apresta a hacernos distingos entre la crítica a Sánchez y la lealtad al partido, o sea la lealtad al poder.

Sin embargo, en el PSOE de Sánchez, esa lealtad al partido, a las “cuatro letras” que decía Alfonso Guerra, a esa rosa empuñada que se está convirtiendo en rosa de cementerio; toda esa lealtad, decía, es lealtad a Sánchez. En el PSOE de Sánchez, que no tiene principios, ideales, palabra, programa ni memoria, es imposible ser socialista, ni ser militante, ni ser nada salvo soldado de termitero o siervo con cucharón de palo. A este PSOE ya no se le puede tener más lealtad que el interés, que justo eso, y nada más que eso, es el sanchismo. O sea, que a ver si al final Page no va a ser más que otro meritorio del sanchismo, con otra táctica u otra agenda.

Page, contra Sánchez o ante Sánchez, se abotaga de gravedad como un catedrático, se trajea de dignidad como un labriego encoloniado, y se sofoca de escándalo y anís de botijo como la beata, pero en realidad sólo ayuda a Sánchez. Quiero decir que si la lealtad al partido, a la sigla, a la rosa verbenera y tal, está por encima de las discrepancias con Sánchez, por muy graves, dignas y sofocantes que sean, esas discrepancias no significan nada. Al final, la gravedad bamboleante, la dignidad alcanforada y el sofoco purgante o con gustirrinín acaban en el mismo sí plebiscitario a Sánchez, con diferentes excusas. El socialista cabreado, descontento, purista, sañudo, tibio o indiferente, el de Page, el de Lambán, el de Susana o el de quien sea o quien quede, incluso el socialista de nadie, todos acaban igual en el bolsillo holgón y folgón de Sánchez, que a ver para qué tanta escenita antisanchista, como una escenita de señora con soponcio.

Uno está hablando de Page porque es el que sale ahí, en la primera fila, engolado de gola dura, como un dómine de paraninfo, a poner su docta mala cara y a aventar su autoridad de estradito y cojera, cojera con la altura justa del estrado, eso sí, para no pasarse de cojo ni de antisanchista. Pero no se trata de Page, aunque sea más útil para Sánchez que el propio Bolaños, ese joven fraile con escoba del sanchismo, como un san Martín de Porres sicario. No se trata de Page, sino de todo el Partido Socialista, que está raptado, abducido, encoñado con Sánchez o con el poder de Sánchez. Sánchez no trae el socialismo de nuestros padres, pero sí trae futuro para sus fieles hijos, que es lo importante, y más cuando decían que la derechona les iba a quitar ya todo, hasta al obrero.

Eso que va quedando del PSOE es a lo mejor lo que va quedando de la democracia, o sea tribus de intereses sin normas ni principios. Y no se pone uno profético ni cataclísmico con esto, que cuando es posible acordar una amnistía a cambio de los votos de los amnistiados, por encima de las leyes y de la vergüenza, ya poco puede quedarnos de democracia.

No se trata de Page, el pobre, que parece un árbitro de regional malo y severo a quien Sánchez torea con encanto y pillería, como si fuera Joaquín. Es todo el partido, que ya no está por la rosa histórica, roja o pardal, ni siquiera está por la E de español que aún sigue ahí, medio caída, como la letra de un motel decadente, sino que sólo está por la flor en el culo de Sánchez. La militancia con conciencia tranquila, o con nómina, o con aspiraciones, o con hambre, o con carné socialista como el carné del club de campo o como un disco plastificado de Ana Belén, ese socialismo afiliado al PSOE como al sindicato vertical o suscrito al PSOE como a aquellas Vidas ejemplares del franquismo; ese socialismo dice que sí a Sánchez, a todo lo que diga Sánchez, o sea al poder. Y eso no va a cambiarlo ni Page, ni Felipe, ni el heroico socialista conocido o desconocido.

En las consultas paripé sale lo que tiene que salir, lo que siempre saldrá mientras mande el que manda. Por supuesto, en el PSOE no va a haber revolución, voladura ni cisma, que tampoco veo a Page montando un socialismo alternativo ni un partido anchoísta de sí mismo, como Revilla. Nada cambiará hasta que Sánchez pierda el poder, y eso no depende tanto de Page, ni siquiera de Puigdemont, como de los españoles, de los que quizá Sánchez ha sobrevalorado la paciencia, el sueño y el encoñamiento con su flor hermosa y venenosa. Nada cambiará hasta que Sánchez caiga en desgracia, o en su karma, así reviente Page en ardores de dignidad o de porrón, detrás de su mirilla de mal de ojo.

La consulta paripé dio unos números de paripé o quizá de verdad, que en el PSOE de Sánchez, amarilleado y redondeado, lavado como a la piedra contra su rostro, ya no hay resistencia. El 87% del PSOE comprometido o dominguero avaló los pactos de Sánchez, así en general, que la pregunta no mencionaba la amnistía a pesar de que la papeletilla estaba llena de amnistía igual que de aceite de churro.

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