Demos por bueno el resultado de la consulta que acordó el Comité Federal del PSOE para saber si las bases aprobaban el pacto con Sumar y las negociaciones con otras formaciones para lograr la investidura. Apuntemos, sin embargo, que nada se dice en la papeleta sobre la amnistía o sobre las otras cesiones que ya se han hecho y que se harán ante los independentistas.

Dice el comunicado del PSOE, difundido el sábado pasadas las 11 de la noche, que el 87% de la militancia ha ratificado "el acuerdo para formar Gobierno en España". La participación en la consulta ha sido del 63,4%. Teniendo en cuenta que, según las cifras oficiales, el PSOE cuenta con 172.000 militantes, eso significa que han votado unas 109.000 personas. De ellas, casi el 12% lo ha hecho en contra. Lo que significa que la consulta que ha dado carta blanca a Sánchez para poner al Estado de Derecho de rodillas ante el independentismo para lograr su investidura ha sido avalada por menos de 100.000 personas (96.000 para ser exactos).

En algunas comunidades, como Castilla La-Mancha, la consulta ha sido un absoluto fracaso. Ha votado menos de la mitad de la militancia (48,67%) y el rechazo ha sido de casi el 22%. Una goleada del presidente, vamos.

Los dirigentes regionales y locales que han presionado a la militancia, pensando todos ellos más en su futuro personal que en el país o en la ideología, para dar esa carta blanca, también son responsables. Los Salvador Illa, Ximo Puig, Francina Armengol, Adrián Barbon, etc. también tienen su parte alícuota de culpa en lo que esta ocurriendo en su partido y en la que se avecina a España. Y, por supuesto, los militantes que han dado su apoyo en la consulta, aunque sea en escala ínfima, son colaboradores necesarios de la gigantesca tropelía que está a punto de consumarse.

Los dirigentes socialistas que han avalado la carta blanca para ceder ante ERC y Puigdemont; el PNV, por su cobardía y por pensar más en mantenerse en el poder que en los ciudadanos vascos, y Feijóo, por haber cometido el error de pactar con Vox

Responsable es, y en grado sumo, el PNV, un partido que ha perdido el norte y que está perdiendo apoyo social a raudales. El PNV, señor Ortuzar, ha perdido la oportunidad de apoyar un gobierno del PP -sin participación de Vox, algo a lo que accedió Abascal porque Feijóo creía que con ello salvaba el escollo del nacionalismo vasco para apoyar su investidura-, consiguiendo seguramente mucho más para el País Vasco que las cuatro caspas que la va a conceder Sánchez, ya que da por seguro el voto de los 5 diputados del PNV a su investidura. Pero el PNV no piensa en los ciudadanos vascos, sino en mantenerse en el poder; este apego a la poltrona no es privativo sólo del presidente del Gobierno. El PNV sabe que con el PSOE no le irá mejor que con el PP, pero piensa en las elecciones vascas, en el ascenso de Bildu y en el salvavidas que le ofrecerá el PSE si es que los proetarras le superan en las urnas. El PNV se ha convertido en un partido de gente mayor, mientras que los jóvenes votan a Bildu, que tiene más encanto. En lugar de cuidar a su base social, pequeños empresarios, profesionales, etc. juega a ser progre, para hacerse perdonar por Arnaldo Otegi y compañía. Así, les va a ir cada vez peor. Veremos lo que hacen en el Congreso sus cinco diputados cuando tengan que votar las políticas de izquierda que ha acordado el PSOE con Sumar. Pues a ese Gobierno radical es al que le va a dar su apoyo el partido más conservador de España.

Por último, no podía dejarme en el tintero a Núñez Feijóo. Sí, el líder del PP también tiene su parte de culpa. El PP recibió en mayo un apoyo masivo en las municipales y autonómicas, que le dio un enorme poder territorial, tras sacarle más de tres puntos de ventaja al PSOE. En lugar de resistir la presión para pactar con Vox en Valencia y Extremadura, cedió, dándole así a Sánchez el asidero para hacer su campaña en las generales de julio, basada en que el PP y la extrema derecha son lo mismo, que si ganaba el PP veríamos a Abascal de vicepresidente. Ese error garrafal hizo que el PSC lograra un resultado inesperadamente bueno en Cataluña y que muchas mujeres votaran al PSOE por miedo a que si ganaba el PP se impondrían las políticas ultra conservadoras de Vox. Ese tremendo error dejó al PP con 137 escaños y a la derecha a las puertas de la mayoría absoluta. Cada palo, que aguante su vela.