Lo contrario a la amnistía no es un friki con escudo del Capitán América, morrión y botijo, sino el Estado de derecho. Lo contrario a la amnistía no es la ultraderecha de plumaje negro y orejas rojas, sino el Estado de derecho. Lo contrario a la amnistía no es la violencia del corte de manga o del cañón de patatas, sino el Estado de derecho. Lo contrario a la amnistía no es el golpismo, siquiera ese endeble golpismo de bocinazos en la calle, sino el Estado de derecho. O sea que no, que la amnistía no se ha vuelto ahora nuestra medida de la democracia, ni el PSOE se ha convertido en su último farallón y mártir sólo porque unos cuantos cabreados o esbirros con la bandera mojada en pacharán y serrín la monten en Ferraz. La amnistía sigue siendo la misma corrupción política y moral que antes, el PSOE sigue siendo la secta de ese gurú con melenita y tabla de surf que es Sánchez, igual que antes, y los frikis, los manolos y los hooligans de la derechaza siguen siendo los mismos que antes. En todo caso, lo que no es igual que antes es que los que están liándola en la calle no son los socios de Sánchez, para variar.

Frente a Ferraz se convocan ahora manifas con mala cara, mala leche o mala sombra, con gente que parece que acaba de salir de una misa de legionarios, de un derbi de tercera regional o de un salón de apuestas, con los ojos como cerezas de tragaperras o como dados de ámbar. Los convoca Vox, que cuando Sánchez flaquea siempre sale Vox al rescate, mandando a su caballería toledana o forocochera, a todos los frikis con maqueta de Lepanto, hebilla de bala o zorro podrido en la nuca. Todo esto es muy apreciado por Sánchez, que así el personal enseguida empieza a valorar que la amnistía no es tan mala comparada con que nos gobierne La Charanga del Tío Honorio. Los convoca Vox, decía, pero los llama el chorrafuerismo de Sánchez, que junta a una fauna muy ecléctica. Por eso vemos en el barullo a Esperanza Aguirre y lo mismo un día termina allí hasta el hermano gemelo de Page, que es como el hermano gemelo de Paco Martínez Soria. Nada de esto, sin embargo, le parece a uno una novedad, ni siquiera lo del gemelo malvado / bueno, que hasta Michael Knight tenía uno.

A Ferraz puede acudir la charanga aquella de Esteso, pueden acudir los gemelos a pares o tríos de Cine de barrio, de Lina Morgan o de Martes y Trece; puede acudir Abascal con miniyó, los cayetanos con olla de inducción y jersey de malo de Hombres G, y hasta las marquesas con ensaimada de piedra en la cabeza o en la bandeja, pero no están inventando nada. Quiero decir que la única novedad es la fauna y el sitio, que parece que en Ferraz acaban de descubrir la bulla y el pancarteo agresivos ahora, en medio de una mudanza, como un Ribera en el desván. Hasta ahora, todo eso que vemos ante Ferraz, plantado ante Ferraz como una verbena, cuando ocurría en otro sitio y a otra gente se llamaba “jarabe democrático”, que también suena a charanga con garrota, o “legítima libertad de expresión”, que suena a burrada de obispo, o “expresión democrática de descontento”, que suena a bronca taurina, o “hambre de justicia”, que suena a guillotina, o “democracia en acción”, que suena a Brunete callejera, o “alerta antifascista”, que suena a zafarrancho en un submarino, y cosas así. 

Todo esto que hacían la izquierda y sus socios antes de que en Ferraz descubrieran que la rabia y el megáfono tienen otro lado, como el embudo o como la cama; todo esto, decía, era igual de rancio y cuartelero

Todo esto que hacían la izquierda y sus socios antes de que en Ferraz descubrieran que la rabia y el megáfono tienen otro lado, como el embudo o como la cama; todo esto, decía, era igual de rancio y cuartelero. Y, muchas veces, violento y antidemocrático (los antidemócratas suelen poner lo democrático por delante, antes que nada, como parapeto o apisonadora irónicos, vean si no el procés). Había manifas con descalabrados y cráteres, escraches con marabunta y hasta desparasitaciones o desinfecciones con lejía antifascista. Pero, claro, todo eso era cosa de la izquierda, o de los socios de Sánchez, que tienen licencia para enfurruñar, enmierdar o incendiar la calle o el país. A lo mejor si los cayetanos protestones o gamberros o golpistas se llamaran Tsunami Democràtic se iban para Núñez de Balboa con una amnistía hermosa, merecida y retorcida como un trofeo de dobles de tenis.

Ferraz, ya ven, se siente asaltada, acosada, agredida, como el Congreso en la primavera del 15-M, como una sede de Ciudadanos en Hospitalet, como un concejal pepero en Álava, como un niño torero en Twitter, como una víctima de ETA en su casa o en su nicho, como un juez ahorcado en efigie el día lavanda del 8-M o el día tonto de un Consejo de Ministros, como un guardia civil en Cataluña, como un piolín en Cataluña, como un secretario judicial en Cataluña, como un andaluz / morito / colono en Cataluña, como la mitad de los ciudadanos en Cataluña… Ferraz ni siquiera llega a la sangre, a los escombros, a la humillación ni a la ceniza de estos ejemplos, pero, quizá porque en el PSOE son nuevos en esto de la democracia española, allí andan defendiéndose incluso con gas lacrimógeno, que viene directamente del Ministerio del Interior con rapidez y secreto, como habanos de contrabando. Pero no hay nada nuevo, ya digo, ni siquiera la hipocresía del PSOE.

Lo contrario a la amnistía no es el fascismo de fusta ni de tirachinas, ni la violencia de fondo sur ni de tendido 7, ni la derecha adoquinando el cielo de banderas con pollo, toro, relicario o sólo sello. Lo contrario a la amnistía es el Estado de derecho. Eso debería notarse también al protestar en Ferraz, pero lo que se nota es que nuestra política se hace con la garrota y con el embudo, y quizá es demasiado tarde ya para educar al personal. Sin embargo, allí, ante Ferraz, podría estar protestando la mayoría del país, podría estar protestando cualquiera. Podría estar protestando incluso el hermano gemelo de Page, que se ha ido del PSOE como si uno se fuera a Londres y el otro a California. Podría estar protestando españolísima y festivamente, que lo que parece el gemelo de Page es un hermano de Manolo Escobar.