La liberación de Palestina y la construcción de una comunidad que viva de acuerdo con las normas y valores del Islam es el objetivo declarado del Movimiento de Resistencia Islámico, Hamás. Todos los medios están encaminados al logro de ese fin último, incluido, si es necesario, la utilización de la violencia política y de las acciones de tipo militar, algo que ya había defendido Hassan al Banna, el fundador de los Hermanos Musulmanes, cuando en los años cuarenta creó una fuerza armada para enfrentarse con el régimen egipcio, combinando así la actividad misionera y reformista con los métodos revolucionarios.

No obstante, Al Mujama, el Centro Islámico creado por el jeque Yassin en 1973, una de las instituciones básicas de los Hermanos Musulmanes de Palestina, no va a reivindicar acciones militares y no va a ser hasta la creación de Hamás cuando éstas, entendidas como una yihad defensiva del Islam amenazado, se convertirán en una parte integrante de la estrategia de acción del Movimiento de Resistencia Islámico.

La acción militar, que en sus inicios domina sobre la acción política, se presenta como el instrumento más eficaz para liberar Palestina

En esta defensa de la lucha militar contra la ocupación israelí como una yihad defensiva se percibe la influencia, entre otros, del jeque Abdalah Azzam, miembro destacado de los Hermanos Musulmanes de Jordania. El artículo 12 de la Carta de Hamás, en el que se hace referencia al nacionalismo del Movimiento y a la obligación individual de todo musulmán de luchar contra el enemigo que haya invadido territorios musulmanes, repite casi literalmente las fatwas del jeque Azzam en las que se afirma que dicha yihad es un deber individual (fard’ayn) de los fieles al Islam.

Para cumplir con este deber no se precisa el permiso de la comunidad, uno de los requisitos tradicionalmente exigidos para que la yihad sea válida. Pero, mientras que el planteamiento del jeque Azzam es de tipo universalista (él mismo lo iba a cumplir yendo a luchar en Afganistán, en donde moriría), en el caso de Hamás y la Yihad Islámica lo que prima es un contenido de liberación nacional que claramente vincula la yihad defensiva con la lucha de los palestinos contra la ocupación israelí (Mishal y Sela, 2000: 32).

La acción militar, que en sus inicios domina sobre la acción política (Hroub, 2000: 243), se presenta como el instrumento más eficaz para liberar Palestina, no únicamente porque “los israelíes sólo entienden el lenguaje de la fuerza” sino porque, según Hamás, se trata de un medio legítimo, dado que los palestinos están sometidos a una ocupación militar que requiere y justifica una respuesta equivalente. De todos modos la acción política va a ir ocupando un lugar creciente en la actuación de Hamás, que, como se recordará, participa en las elecciones a las uniones profesionales y estudiantiles palestinas, así como en las municipales, y reclama reiteradamente la convocatoria de elecciones al Consejo Nacional Palestino (de la OLP).

Diferente es, como se ha visto, su actitud hacia las elecciones al Consejo Legislativo de la Autoridad Palestina en la medida en que se trata de un organismo derivado de los Acuerdos de Oslo que Hamás rechaza. Pero también aquí su evolución hacia la participación política es clara ya que, mientras que en 1996 se muestra reticente y no participa en las elecciones, aunque tampoco las boicotea, sí lo hace en las legislativas de enero de 2006. Tratando de evitar que su decisión sea tachada de incoherente, los líderes del Movimiento argumentarán que esas elecciones ya no se celebraban en el marco de los Acuerdos de Oslo, que todos reconocían “que habían pasado a la historia”.

Sin embargo la opción por la política no descarta el resto y, de hecho, la rama militar, a la que según los líderes de Hamás sólo se recurre cuando las salidas no violentas están obstruidas o no existen, sigue constituyendo un elemento esencial que complementa la vertiente política del Movimiento. Ambas, se sostiene, son necesarias para el logro de unos objetivos que, según Hamás, son los del pueblo palestino. Si éstos “se pueden conseguir mediante medios pacíficos no será necesario utilizar otro tipo de acciones”, declara el jeque Yassin en mayo de 1997, una afirmación que repetirá en varias ocasiones, incluyendo en ellas las entrevistas que concede en plena Intifada de Al Aqsa, y de la que también se harán eco varios destacados líderes de Hamás, desde A. Rantisi hasta A. Marzuk, pasando por S. Shahada, J. Meshal, M. Zahar o I. Haniyeh, el actual primer ministro palestino.

No obstante, a pesar de las afirmaciones que insisten en que la violencia se utiliza como último recurso, es en pleno proceso de negociación política entre Israel y la OLP cuando se produce un importante punto de inflexión en el modo de actuación de Hamás, que, en abril de 1993, comienza a recurrir a los atentados suicidas. El primer intento frustrado de un atentado de este tipo tiene lugar en una parada de autobuses, cerca del asentamiento de Mehola, que causa dos muertos (un trabajador y el suicida) y deja varios soldados heridos. A partir de septiembre de ese mismo año se producen algunos intentos de atentado con coches bomba, si bien no es hasta el 4 de abril de 1994 cuando tiene lugar el primer atentado suicida con éxito (Shay, 2003: 52-54). Ese día un joven palestino procedente de Cisjordania se hace estallar en un autobús en la ciudad israelí de Afula, provocando ocho muertos y unos cuarenta heridos.

La oposición a lo acordado en Oslo y la interpretación de los Acuerdos como una rendición del movimiento de liberación palestino, cuando no una traición, es compartida por la izquierda laica y por los islamistas

En este giro en el modo de actuación de Hamás intervienen múltiples factores, entre ellos, los derivados de la expulsión al sur del Líbano a finales de 1992 de 415 palestinos vinculados a Hamás y a la Yihad Islámica, que no sólo potenció los contactos de los islamistas palestinos entre sí, así como con Hizbulah, sino que también conllevó importantes cambios dentro del propio Movimiento de Resistencia Islámico, con el afianzamiento de un liderazgo en el exterior por un lado y, por otro, con el desarrollo dentro de los territorios palestinos de grupos de jóvenes vinculados a Hamás pero con ideas y prácticas mucho más radicalizadas y nacionalistas que las de los líderes deportados (Ya’ari, 1993: 25).

Estos últimos regresan a finales de 1993, cuando hace apenas tres meses que se han firmado los Acuerdos de Oslo. Los Acuerdos conllevan un claro cambio en los equilibrios de poder y suponen un punto de inflexión política en la dinámica del movimiento nacional palestino, en el que provocan tensiones y enfrentamientos que no se explican únicamente por la lucha por el poder y por el control de los elementos materiales, sino que implican una confrontación ideológica mucho más profunda.

La oposición a lo acordado en Oslo y la interpretación de los Acuerdos como una rendición del movimiento de liberación palestino, cuando no una traición, es compartida por la izquierda laica y por los islamistas, que forman un Frente del Rechazo que, aunque de corta duración y nulos resultados prácticos, trata de articularla políticamente.

Si la oposición es común, no lo son los principios ideológicos fundamentales que, tanto en Hamás como el resto de los movimientos islamistas, vienen definidos por el sistema normativo y de valores del Islam, que se consideran irrenunciables aunque no incompatibles con el sistema democrático entendido como el gobierno de la mayoría tras una consulta electoral libre y abierta y el turno pacífico en el ejercicio del poder político. Hamás, que utiliza procedimientos próximos a la democracia directa en su funcionamiento interno, también ha defendido en varias ocasiones el procedimiento democrático en su lucha interna por el poder dentro de la sociedad palestina, en el convencimiento de que el triunfo del Movimiento de Resistencia Islámico es sólo una cuestión de tiempo, ya que las contradicciones y los enfrentamientos dentro de la Autoridad Palestina terminarían por salir a la luz, según palabras de Mahmud Zahhar, quien en 1995 afirmaba que el camino a seguir era “centrarnos en lo que venga después de Arafat” (Hijazi,1995: 87).


Extracto de Hamás: La marcha hacia el poder de Carmen López Alonso, publicado por Los Libros de la Catarata.

Carmen López Alonso es Doctora en Ciencias Políticas y profesora en la Universidad Complutense de Madrid, autora de varios libros y artículos académicos sobre historia de las ideas políticas y sociales, la pobreza, las relaciones entre religión y política y sobre los derechos humanos, el genocidio y los crímenes contra la humanidad. Profesora invitada en las Universidades de Oxford, Harvard y en la Universidad Hebrea de Jerusalén, entre otras, así como en el Instituto Gutiérrez Mellado de Investigaciones para la Paz y la Seguridad de Madrid, ha publicado varios artículos relevantes y pioneros sobre el proceso de construcción nacional en Israel y en Palestina, así como sobre el conflicto que de ellos se deriva.