Mientras protestan la calle, los funcionarios, los jueces, los letrados y los gremios de cuello blanco y cuello azul, Sánchez prepara su Gobierno para la resistencia, para la resiliencia que dice él, que suena como si su ambición fuera una enfermedad en los huesos. Sánchez no ha hecho otra cosa que resistir desde que resistió a Susana, pero ahora tendrá que resistir a la opinión pública, a la movilización callejera, política y administrativa, a la ley y a Europa (Europa puede asustarse o puede entusiasmarse con eso de la libertad falsa y la paz falsa de los pueblos falsos). Incluso tendrá que resistir a la voracidad de sus propios socios luchando por los faldoncillos del BOE y los higadillos del Estado. El nuevo gabinete de Sánchez será probablemente un compendio de coche escoba, ministerios de cortesía y núcleo duro de propagandistas y fieles, y quizá incluya a desahuciados como Ximo Puig o Mónica García. Sánchez, que no va a poder salir a la calle sin tanquetas, se dispone a resistir atrincherado tras sus ministerios florales, sus bustos de telediario y esos tertulianos y columnistas que sudan cada tertulia y cada columna como herreros, intentando justificar lo injustificable.
Para el Gobierno de resistencia, de paripé o de funeral empiezan las quinielas o las ruletas rusas, que tampoco desentonan mucho en esta época de tómbola o suicidio del Estado. Como decía antes, y como contaba este periódico, podríamos ver en el Consejo de ministros a Ximo Puig y Mónica García, que uno lo ve como llevar a un par de muertos de hambre a esos banquetes de caoba y arte abstracto de la Moncloa. Ximo Puig ha quedado como viudo de su presidencia como la que queda viuda de guerra o viuda de un notario, y Sánchez se diría que le va a poner un ministerio igual que un estanco de viuda. Mónica García también es otra damnificada de guerra, en este caso de la guerra a manojos de pelos con Ayuso, una guerra de la que ha salido molida y doblada un poco quijotescamente, así que Sánchez le va a poner un ministerio como el bálsamo de Fierabrás o como un molino alegórico de la izquierda alegórica. Son los dos un poco cuota de buena obra navideña, me parece, más que de cuota política.
Podemos está sentenciado hace mucho, aunque resulta cruel que desaparezcan cuando por fin se va cumpliendo el sueño de un gobierno iliberal y venezoliense
Los que parece que no van a tener Navidad en el banco azul van a ser los de Podemos, las ministras de Podemos que pasarán a ser fantasmas de Podemos, ululantes y dickensianos, como casi todo lo de Podemos. Irene Montero, que heredó el banquito azul como un huevito de Fabergé de Pablo Iglesias, e Ione Belarra, que nunca supimos si fue líder, sustituta o doncella de cámara, desaparecerán o ascenderán en dormición virginal y feminista a los cielos de la izquierda verdadera, donde disfrutarán eternamente de té rojo y de administrar tortura a jueces fachas a través de incisivos streamings. Podemos está sentenciado hace mucho, aunque resulta cruel que desaparezcan cuando por fin se va cumpliendo el sueño de un gobierno iliberal y venezoliense. En cuanto a IU, parece que se van a seguir creando para ellos ministerios como de verano, esta vez Infancia y Juventud o algo así, que suena a adoctrinamiento de cura rosadito y sospechoso.
Sánchez rellenará unos cuantos ministerios como el que rellena almohadas, sobre todo esos ministerios de pluma que le corresponderán a Yolanda y a los suyos, que están deseando empezar a repartir plumas entre el pueblo hambriento o asqueado. Otros ministerios los rellenará con perdigones, como esas porras blandas de Roberto Alcázar y Pedrín, que eran porras morales, porras como hisopazos, y el sanchismo necesita como nunca estos porrazos con los que meterle al españolito la verdad y la bondad de Sánchez. Podría volver nada menos que José Luis Ábalos, que ha estado como en un purgatorio toledano, e incorporarse nada menos que Óscar Puente, que a mí me parece ideal como matoncillo blandengue, de los de banda y jauría, pero que cuando está solo enseguida se hace el muerto. Yo creo que entre los dos podrían montar un ministerio de broncas de asador, con tarjetas plastificadas que llevaran, en letra gótica de menú de mesón, la frase “usted no sabe con quién está hablando”, como un lema de familia.
Aún no sabemos si vamos hacia la argentinización o hacía otra Turquía con machote de serrallo mandando en todos los poderes del Estado, pero ya se va preparando el Gobierno que resistirá o que disimulará en esta democracia demediada o definitivamente perdida. La verdad es que los ministerios ahora parecen todos frívolos, con sus planes de progreso, sus apóstoles temáticos, sus nombres rescatados de la parrillada política o sus marmolillos por irse o por venir (Calviño podría terminar ascendida o calcificada en el Banco Europeo de Inversiones, y Sánchez tendría que buscar otro coquito que le pusiera matemáticas a su caos). A uno le hacía gracia imaginar a Ada Colau de ministra con fondue de moquitas y gatos, y aún hace gracia oír a Yolanda hablar de avances sociales como la que canta Noches de blanco satén. O ver a Bolaños, entre factótum y payaso serio enharinado de tristeza, igual firmando pactos que pinchando a los jueces con chincheta por debajo de la toga, entre diablillo y Jaimito. Siguen haciendo gracia, ya digo, pero ahora quizá empiezan a resultar un chiste de cementerio.
Protesta la calle, protestan los oficinistas y oficiales de las propias administraciones, del propio Estado; protestan todos un poco como galeotes que se rebelan en su sentina, en su sotanillo, en su sofá, mientras el sanchismo ya anda con la quiniela de ministrables como un casting para sus mosqueteros, sus verdugos, sus majorettes y sus ángeles de Charlie. Toda esta política de diario parece frívola ahora, cuando estamos en una emergencia prepolítica que afecta a las raíces de la democracia, más allá de ideologías y partidos. Toda la política, en realidad, parece una frivolidad, incluso un lujo, cuando seguimos preguntándonos si esto sigue siendo una democracia o la isla caribeña, platanera o berenjenera de Sánchez.
Pedro Sánchez se lanza a una legislatura probablemente muy tortuosa, más inestable que la anterior, sin opciones de geometría variable, […]Mientras protestan la calle, los funcionarios, los jueces, los letrados y los gremios de cuello blanco y cuello azul, Sánchez prepara su Gobierno para la resistencia, para la resiliencia que dice él, que suena como si su ambición fuera una enfermedad en los huesos. Sánchez no ha hecho otra cosa que resistir desde que resistió a Susana, pero ahora tendrá que resistir a la opinión pública, a la movilización callejera, política y administrativa, a la ley y a Europa (Europa puede asustarse o puede entusiasmarse con eso de la libertad falsa y la paz falsa de los pueblos falsos). Incluso tendrá que resistir a la voracidad de sus propios socios luchando por los faldoncillos del BOE y los higadillos del Estado. El nuevo gabinete de Sánchez será probablemente un compendio de coche escoba, ministerios de cortesía y núcleo duro de propagandistas y fieles, y quizá incluya a desahuciados como Ximo Puig o Mónica García. Sánchez, que no va a poder salir a la calle sin tanquetas, se dispone a resistir atrincherado tras sus ministerios florales, sus bustos de telediario y esos tertulianos y columnistas que sudan cada tertulia y cada columna como herreros, intentando justificar lo injustificable.