Han dimitido 13 dirigentes de Podemos en Cataluña, como 13 brujas de Salem, después de ser sancionados por pedir la “unidad” con Sumar. A uno, sin embargo, lo que le extraña no es que Podemos todavía se debata entre el confortable yolandismo, todo plumón de fiesta de pijamas, y la dura melancolía de la soledad o de la pureza. Lo que a uno le extraña es que queden 13 dirigentes de Podemos en algún sitio, que Podemos dé todavía para una Santa Cena, para una hermandad de caballeros del Grial con bedel, para 13 enanos de Tolkien, para 13 rosas en un cucurucho de periódico o en una lápida. Uno creía que Podemos eran sólo Irene Montero e Ione Belarra como dos jovencitas en tándem, más esos cinco diputados como cinco luceros y, claro, Pablo Iglesias que está en los Cielos. Pero resulta que hay más por ahí, y lo descubrimos por sus gritos de hambre, o sea de unidad. La consulta a las bases sobre la investidura yo creo que suena igual que estos 13 náufragos del Apolo 13 de Podemos, a hambre. Yolanda es la supervivencia, si acaso se puede llamar vivir a ese vivir en pololos.

Podemos ya pasó, como el acid house o el bigote de Íñigo, que cuando hablamos de Podemos parece que estamos hablando de Íñigo y hasta de Pablo Iglesias queda ya sólo eso, una coleta de falso mesías flotando en la memoria colectiva y en la radiofonía ruidosa del país, igual que aquel bigote de falso motorista de Íñigo. Yolanda es, y sigue siendo, el intento de supervivencia de una izquierda histórica y dogmática que con Podemos se convirtió en posmoderna, líquida, populista y latinoché, que decía Umbral, y luego se descubrió además burguesona, vaticana, niñata, agresiva, pija, integrista, inútil y aciaga. Yolanda no es que sea demasiado diferente a esto (a mí me recuerda a esa publicidad de miel industrial que te anuncian con prados, abejitas y pastoras, todo, hasta los cántaros, como del Siglo de Oro), pero se dio cuenta de que la marca Podemos estaba quemada, y justo cuando ella se encontraba de vicepresidenta de las nubes. Así que decidió llevarse a toda la izquierda con ella, como un rebañito de Carmen Sevilla, salvo las ovejas negras, claro, o sea Podemos. Y ya casi lo ha conseguido.

Yolanda sólo va a consentir un Podemos despodemizado, que no la haga parecer a ella otro forajido del sí es sí, con vibrador vengador o asesino

Siempre fue Yolanda o Podemos, a pesar de que Yolanda no es más que un Podemos que ha pasado por la pradera de La casa de la pradera, por el sol de Nenuco de los Teletubbies, por la polvera y por la mantequillera, y, sobre todo, que se ha apartado de la sombra y las caras patibularias de los dirigentes de Podemos. Los intentos de Podemos por sobrevivir dentro del yolandismo, dentro de la barcaza de Cleopatra que es el yolandismo, están condenados al fracaso o a la humillación. Yolanda sólo va a consentir un Podemos despodemizado, que no la haga parecer a ella otro forajido del sí es sí, con vibrador vengador o asesino, o bien un Podemos definitivamente muerto, que es lo que va pareciendo. Podemos sin ministerios, Podemos con hambre, Podemos lleno de fantasmas con escudilla, Podemos arrasado por desertores, Podemos con sus cuatro gatos negros de desván, sus cuatro santos de alcoba y sus cuatro viudas llorosas. Ahora es cuando Yolanda está rematando a Podemos.

Yo creo que Podemos decidió presentarse con Yolanda no tanto como medida urgente de supervivencia sino como última esperanza para el milagro, que la izquierda también puede ser milagrera en la desesperación. Bajo la unidad de la izquierda, que nunca ha estado unida y ésa es la gloriosa ironía, Podemos podía seguir ahí, esperando que se le cayera a Yolanda la estrella de vedete que le había puesto Sánchez como una diadema de Miss Sirena Izquierdista. Yo sigo pensando que Podemos, o sea lo que queda de aquel “núcleo irradiador”, o sea Pablo Iglesias y sus muñecos, estaban preparados para volver a la resistencia, a sus trincheras con teléfono de manivela contra el fascismo. Pero Sánchez sobrevivió, Yolanda va a seguir siendo vicepresidenta y Miss Sirena, y así, con este gobierno iliberal triunfante y tonante, no hay manera de que Podemos presente batalla por el purismo y el liderazgo de la izquierda.

Yolanda va a dejar a Podemos sin ministerios, que es quitarle la casa de muñecas a la izquierda de casa de muñecas que hay detrás de estos guerrilleros de los harapos y los lujos, y devolverlos a esa trinchera del escalón del bloque o de la facu. Pondrá ella sus propias muñecas, eso sí, que no vamos a pretender ahora que esta izquierda gobierne sobre algo más que sobre el té, el hambre, el frío y el sexo de las muñecas, sobre ricos de peluche y pobres de peluche. Yolanda va a dejar a Podemos también sin gente, que ya parecían pocos antes de que se fueran rindiendo por hambre, o sea por unidad, como éstos de Cataluña. Podemos apenas es ese núcleo irradiador que todavía irradia para cuatro o cinco y que les deja coronillas de apóstol y vidas de obispo, pero el resto se está yendo con el invierno, con la sopa, con Yolanda. 

A pesar de estas guerras y afrentas, las bases de Podemos, a las que ni siquiera veíamos entre la escualidez, el camuflaje y la congelación, creo que van a optar por apoyar la investidura (cuando escribo aún no se conocen los resultados). Es decir, por seguir vivos o en remojo, aunque eso no dice nada sobre si quieren disolverse en Sumar o permanecer al acecho, esperando otra vez el milagro o el batacazo, mirando a Yolanda con ojo de mal de ojo a cada paso de ballet que dé. Derribar a Sánchez sería un bello desquite, pero los borraría del mapa y se acabaría la esperanza. A lo mejor ni siquiera tomarán la decisión las bases, que no hay, sino ese núcleo irradiador que aún confía en ser la izquierda verdadera que vuelva un día en moto con coleta, bigote y flecos, como en un sueño de quinqui. Pero lejos de los sueños y los milagros, Podemos lo que parece es condenado. Sin Sumar no son nada y en Sumar no son Podemos sino otra ovejita de Yolanda. La diferencia apenas está en morir de hambre o morir de olvido. Aunque quizá no hay nada peor que morir del ridículo, así en pololos.

Han dimitido 13 dirigentes de Podemos en Cataluña, como 13 brujas de Salem, después de ser sancionados por pedir la “unidad” con Sumar. A uno, sin embargo, lo que le extraña no es que Podemos todavía se debata entre el confortable yolandismo, todo plumón de fiesta de pijamas, y la dura melancolía de la soledad o de la pureza. Lo que a uno le extraña es que queden 13 dirigentes de Podemos en algún sitio, que Podemos dé todavía para una Santa Cena, para una hermandad de caballeros del Grial con bedel, para 13 enanos de Tolkien, para 13 rosas en un cucurucho de periódico o en una lápida. Uno creía que Podemos eran sólo Irene Montero e Ione Belarra como dos jovencitas en tándem, más esos cinco diputados como cinco luceros y, claro, Pablo Iglesias que está en los Cielos. Pero resulta que hay más por ahí, y lo descubrimos por sus gritos de hambre, o sea de unidad. La consulta a las bases sobre la investidura yo creo que suena igual que estos 13 náufragos del Apolo 13 de Podemos, a hambre. Yolanda es la supervivencia, si acaso se puede llamar vivir a ese vivir en pololos.

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