Cinco semanas después del terrible pogromo terrorista con el que Hamás quebró, a traición y por sorpresa, el periodo de tranquilidad por el que Israel parecía transitar hacia un nuevo modelo de relación con el mundo árabe, podemos vislumbrar un patrón que no por esperado es menos doloroso: el renacer de la bestia antisemita en conciencias podridas de odio que infectan las redes sociales con los viejos libelos de siempre encriptados en los formatos comprensibles para el cerebro medio de hoy.

Continúa el terror que amenaza y acecha a una nación que pugna por existir, extenuada y a la vez acostumbrada a la violencia terrorista cuyo objetivo es su destrucción, con la connotación que eso tiene, en términos de supervivencia de su ciudadanía, a tan solo dos o tres generaciones del Holocausto.

El 7 de octubre vimos el peor pogromo tras el Holocausto. Una acción coordinada por tierra, mar y aire, para matar indiscriminadamente a ciudadanos de a pie en una mañana de horror y mal radical. Contemplamos atónitos la brutal violencia que supone quemar vivas a personas, asesinar bebés a cuchilladas, abatir a fuego indiscriminado a jóvenes en un festival, violar mujeres, aniquilar todo rastro de vida, mascotas incluidas, en residencia de ciudadanos israelíes, solo porque eran judíos.

Nada de esto se entiende si no somos conscientes de que primero fueron estigmatizados por un odio primigenio, esencial, bárbaro, fanático y criminal, promovido por Hamás en escuelas, mezquitas, centros de poder, aparatos de comunicación de una sofisticación y eficacia sorprendentes, bien estructurado, al menos, dos segmentos de población; el mundo árabe, y Occidente.

Precisamente es en Occidente dónde Hamás cuenta con aliados que con su ignorancia culpable actúan como idiotas útiles de una ideología teocrática, totalitaria, violenta que desprecia la vida. Una masa aborregada que en la comodidad de sus plácidas vidas alimenta a la bestia antisemita que lleva dentro con los viejos mitos de la judeofobia actualizados, eso sí, al ecosistema del retro-izquierdismo populista que hace de la simplicidad maniquea no solo un dogma, sino también un norma creada para neutralizar el pensamiento crítico y así crear autómatas del slogan como mantra.

Como si el antisionismo no fuera más que el viejo virus judeófobo adaptado a la cultura de las redes sociales, con su desparpajo ignorante que replica la mera idea de echar a los judíos al mar. "From the river to the sea Palestine will be free".

Su inconsistencia intelectual no logra ordenar las premisas del silogismo para detectar el significado de semejante lema. ¿No son capaces de vincular el 7 de octubre con el acta fundacional de Hamás? Aquella que dice que su objetivo es destruir Israel. ¿No son capaces de atisbar la distopía teocrática deseosa de perpetrar un nuevo Holocasto? Por eso su ignorancia se engarza en la sistemática atroz del viejo antisemitsmo criminal.

Hamás decidió empezar esta guerra aquel 7 de octubre, cuando la sociedad israelí vivía esperanzada en lograr una cierta paz y seguridad relativas, construida sobre tecnología punta como el Iron Dome (sistema que destruye los misiles de Hamás antes de impactar) y lo que parecía, quizás con demasiada mitología u optimismo, la agencia de inteligencia más eficaz de la Historia.

Habrá tiempo para analizar qué pasó, pero eso no debe hacernos perder de vista, de quién empezó esta Guerra, a traición, sin consultar ni a otros países árabes, y ni mucho menos a su población a la que utiliza como escudo. y convierte su sangre en recurso propagandístico, inmisericorde ante el sufrimiento desatado como consecuencia de sus actos miserables.

Cabe preguntarse qué tipo de respuesta daría cualquier otra democracia liberal ante un ataque idéntico

Legítimamente cabe también preguntarse, ante el tenor de ciertos pronunciamientos de las élites políticas españolas, qué tipo de respuesta daría cualquier otra democracia liberal ante un ataque idéntico; si los hipotéticos asesinos tendrían también a su servicio a una masa aliada con el mal, o si se establecerían los mismos estándares morales ante una respuesta militar para garantizar su seguridad.

Sencillamente en el odio al "judío" se le percibe como paradigma del mal, como la cucaracha de Kafka que se merece el exterminio por el "mal ancestral" que caracteriza a ese pueblo. Así piensan muchos de esos moralistas que apoyan a terroristas fanáticos. Negarán que odian al "judío", pero en la superficie de su consciencia llevan grabado el viejo prejuicio antisemita que justificó los progromos durante siglos y que culminó con el Holocausto.

La guerra es siempre terrible, por eso resulta clave delimitar las responsabilidades de quién la empezó. El ejercicio del derecho a la defensa, acorde con el derecho internacional,debe ser firme en la certeza de que los terroristas no son maestros de nada, que la población civil árabe importa y que el enemigo son esos fanáticos que usan a su pueblo como carne de cañón y que hacen del asesinato en masa su ideología y su seña de identidad.


Valentín González es vicepresidente de la Plataforma contra el Antisemitismo