Argentina ha celebrado este domingo sus décimas elecciones presidenciales consecutivas, unos comicios marcados por el desencanto, la resignación y la angustia, reflejo de una sociedad cansada y una democracia fatigada que se tradujo en la elección como presidente de
Javier Milei, un outsider antisistema con un discurso disruptivo y provocador que despierta tanto miedo y rechazo como esperanzas de cambio.
El domingo 35,9 millones de argentinos estaban habilitados para votar en la segunda vuelta electoral más incierta y trascendental de la historia argentina tras 40 años de democracia. Con una participación electoral de un 76%, los argentinos han elegido a Javier Milei con un 56% de los votos, para reemplazar a Alberto Fernández el 10 de diciembre. El representante de la
Libertad Avanza se impuso en casi todo el país, salvo Buenos Aires, Santiago del Estero y Formosa con casi 12 puntos de ventaja, dejando en evidencia el deseo de cambio y el hartazgo de la sociedad.
La contienda enfrentó a Sergio Massa, actual ministro de Economía y candidato de la coalición peronista Unión por la Patria, y a Javier Milei, un economista libertario de extrema derecha sin experiencia política y líder de agrupación La Libertad Avanza. A pesar de las propuestas controvertidas y extremas de Milei, su discurso supo captar el estado de ánimo de la sociedad ganando cada vez más adeptos.
Su popularidad se cimentó en su programa económico liberal, que aboga por recortes drásticos en gastos e impuestos, privatizaciones, y medidas como la
dolarización y el cierre del Banco Central para estabilizar la economía. La grave crisis económica que atraviesa el país, reflejada en los elevados niveles de pobreza e inflación opacaron los dichos reaccionarios y propuestas impopulares de su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, quien no sólo reivindica la dictadura militar, sino que cuestiona derechos básicos adquiridos a lo largo de los 40 años de democracia como la salud pública y la educación, y otros recientes, como el derecho de las mujeres al aborto seguro.
La victoria de Milei representa el fracaso de la política tradicional, tanto del oficialismo como de la oposición
El cansancio ciudadano prevaleció sobre la campaña del miedo. Los resultados de estas elecciones destacan dos aspectos importantes. En primer lugar, la
victoria de Milei representa el fracaso de la política tradicional, tanto del oficialismo como de la oposición, frente a un outsider con un discurso cargado de rechazo a la política tradicional. En segundo lugar, a pesar de que la primera vuelta sugería que el voto económico no tenía influencia en el electorado argentino, estas elecciones demostraron lo contrario. La crítica situación económica del país, con elevados índices de pobreza, inflación, deuda externa y escasez de reservas, han sido determinantes para una Argentina ahogada.
Con estos resultados se mantiene la tendencia en América Latina de la derrota de los candidatos oficialistas en todas las elecciones democráticas celebradas desde 2019 hasta la fecha, sólo en Paraguay (2023) ganó el oficialismo. La respuesta es sencilla, la mala gestión es castigada, aunque la alternativa genere incertidumbre.
El primer desafío que debe afrontar el reciente presidente electo es articular un equipo, un discurso y un plan de acción. Posiblemente recurra para esta misión a sus nuevos aliados del PRO, sobre todo con Mauricio Macri y Patricia Bullrich, con quienes selló una alianza clave para vencer a Massa.
Empero, la alianza con Juntos por el Cambio no augura un futuro prometedor ante la división e inminente implosión de esta agrupación tras los resultados de la primera vuelta por lo que es muy probable que exista un conflicto institucional. Asimismo, aunque logre reunir el apoyo completo de Juntos por el Cambio, éstos no son suficientes ante una manifiesta debilidad en el Congreso y en el Senado.
Aunado a su manifiesta debilidad, su discurso disruptivo y polémico dificulta la posibilidad de construir puentes con las fuerzas opositoras que le permitan sacar adelante su agenda legislativa.
En este escenario Milei se convierte en un presidente débil cuyo principal desafío es garantizar la gobernabilidad de un país herido que ya no tiene paciencia y que depositó todas sus esperanzas en un presidente que prometió sanear la economía y acabar con la corrupción.
Solo el tiempo dirá si Argentina ha dado un salto hacia el abismo o no.
Cecilia Graciela Rodríguez Balmaceda es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad de Burgos.
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