El presidente del Gobierno ha entregado una carta a cada uno de sus ministros en la que les pide que "hagan honor a la palabra dada" y "actuar con solvencia y determinación para responder a un clima de crispación e insultos por los que niegan la legitimidad a este Gobierno".
Vayamos por partes. Imposible honrar la palabra dada porque ya se alteró profundamente cuando se pasó de negar la amnistía porque era inconstitucional, a venderla como precio a pagar por los siete votos sin los cuales ellos no estarían sentados en el consejo de ministros de ayer, primera reunión del nuevo gabinete.
Porque lo importante de la legislatura ya está hecho: una amnistía redactada a la medida de los delincuentes y revisada en todos sus aspectos por una delegación de personas desconocidas para los españoles y que tendrá lugar fuera de España, parece que en Ginebra. Como si España fuera un país colonizador y los independentistas catalanes un país colonizado. Ante esta enormidad, qué más se puede decir que no quede desautorizado sobre "honrar la palabra dada".
Él mismo se ha encargado de no honrar la palabra que dio a los españoles cuando repitió no una sino mil veces que la amnistía no tenía cabida en nuestra Constitución, que era contraria a la Constitución. Claro que entonces él no sabía que le iban a ser tan necesarios los 7 escaños de Junts, sin los cuales él no estaría ahora entregando cartas personalizadas a sus ministros.
Por eso es tan escandaloso el contenido de la carta, que demuestra que él no tiene ningún respeto por las palabras ni tampoco por los conceptos a los que sirven. A él le dan igual tanto las unas como los otros.
Y hecha la trampa, ahora pongámonos a trabajar con eficacia, y con seriedad, dice. No menciona por supuesto la ley de amnistía que acaba de entrar en el Congreso como proposición de ley, lo cual le evita contar con los informes del CGPJ y del Consejo Estado.
Cuenta, eso sí, con el informe del letrado mayor de las Cortes que en su anterior cargo fue director general de Cooperación Autonómica y Local y después subsecretario en el gabinete del Ministerio de Política Territorial del pasado Gobierno de Pedro Sánchez, y que acaba de llegar a su puesto en las Cortes aupado por Francina Armengol.
Pero todo eso no se menciona a pesar de haber sido motivo de gigantescas concentraciones convocadas por el PP desde hace mucho tiempo y estar siendo motivo de una brecha profundísima de la sociedad española. No se menciona en esta carta que el presidente ha entregado a sus ministros. ¿Para qué?, habrá pensado.
Pero sí se menciona en cambio la acusación de Gobierno ilegítimo que es una acusación propia de Santiago Abascal y no de Alberto Núñez Feijóo que ya está cansado de decir una y otra vez que este es un gobierno legítimo. Pero no importa, la cuestión es mezclar a ambos líderes políticos para hacer una melee que convenga a sus planes de confundir las dos políticas para hacerlas indistinguibles una de otra. Bien es verdad que la entrada de Vox en los gobiernos autonómicos le pone muy fáciles las cosas a Pedro Sánchez.
La cuestión es que hay que ponerse a trabajar cuanto antes para hacer avanzar al país en derechos sociales. "A la crispación -subraya- responderemos con trabajo. Al ruido interesado, con diálogo y mano tendida. A la descalificación y el insulto, con una apelación sincera a la concordia y la convivencia que anhela la mayoría de la sociedad".
Él, que no ha querido prácticamente ni hablar con Feijóo, resulta que ahora apela a la concordia y a la convivencia que anhela la mayoría de la sociedad. Pues haberlo pensado antes
Esto sí que es bueno. Él, que no ha querido prácticamente ni hablar con Núñez Feijóo y que ha anunciado en su discurso de investidura que estaba allí para levantar un muro contra la derecha y la ultraderecha, resulta que ahora apela a la concordia y a la convivencia que anhela la mayoría de la sociedad.
Pues haberlo pensado antes porque lo que ha abierto con su ley de amnistía es la mayor grieta que yo recuerde entre la sociedad española en décadas.
Cuenta aquí al lado Juanma Romero que lo que los ministros anhelan es bajar el diapasón, que el clima ya muy tenso no se desborde más. Pero el culpable de ese clima es su presidente, y nadie más salvo Carles Puigdemont que vio el cielo abierto cuando se contaron los escaños con que se alzaba cada uno. "Mis siete escaños van a valer oro", se dijo. Y así fue.
Da la sensación de que hecha la trampa de la ley de amnistía ya considera que tiene todo el campo libre para trabajar. Pero las cosas no son así. Él no podrá trabajar ni sus ministros tampoco porque en Europa, a la que pertenecemos gracias al cielo, puede que no consienta que los malversadores sean amnistiados.
De las otras cuestiones tengo yo mis dudas, pero de la malversación no. Y el Tribunal de Cuentas está a punto de comerse las reclamaciones a todos los independentistas por la ley de amnistía. Y eso es algo por lo que la Comisión Europea no va a transigir.
En definitiva la carta es tan tramposa como quien la escribe.
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