Ayuso ya ha inaugurado el belén de la Puerta del Sol, hecho como de miga de pan santo, de recortes de beata, más que de madera y luz. Pero lo que está uno esperando es que Sánchez inaugure el suyo, que salga un día como una muñeca de Famosa y coloque sus figuritas, sus bueyes, mulas, caganers, pastorcillos obreros con mendrugo, angelotes con plumón de edredón, vírgenes de virgo velado y sanjosés con aureola de calzonazos. En el belén de Ayuso sólo está una niña con pandereta, que es lo que parecía ella con su jersey navideño, con la misma decoración que una pandereta. Pero en el belén de Sánchez estaría toda esta España nuestra, todo el sanchismo que gobierna desde los cielos a los pajares entre lavanderas y confiteros, entre taberneros y magos, entre salvadores cagoncetes y animalillos cantores.
Ayuso, que iba un poco de pastorcilla de preescolar, otro poco de actriz de telefilm navideño canadiense de sobremesa y otro poco de Laura de Amo a Laura, se cree de verdad su belén y su cristianismo, algo que no le pasaría a Sánchez, que no se cree ni a sí mismo. A Ayuso se la ve muy roquera hasta que se pone beata, como una monja con guitarra, como una novicia de musical. Los políticos beatos son un coñazo y un susto, entre cura y cobrador de impuestos. Pero sobre todo son malos políticos, porque no distinguen lo público, o sea lo común, de las opiniones particulares. El belén de Ayuso era pedagógico y conventual, con una rendija de coquetería de monja enamorada de Cristo como de un viudo, pero el de Sánchez sería sólo caprichoso. Sería algo como aquel de Mr. Bean, en el que mete dinosaurios, helicópteros y ovnis, igual que esas guerras de merienda que los niños montan con sus juguetes.
Ayuso nos venía con caramelo en el busto y un cristazo como una Tizona en la mano, dando la tabarra con las raíces cristianas de todo aquí, cuando la gente que dice estas cosas sólo quiere hablar de las raíces cristianas que tienen ellos, que tiene Ayuso, con escapulario debajo del jersey de Bing Crosby. No hay nada en el cristianismo que no estuviera en Grecia, en Roma o hasta en Buda. Y los pensadores cristianos más avanzados, o bien fueron silenciados o despreciados, como Erasmo, o bien, cuando encontraban una idea o un método buenos, como Descartes o Kant, se veían obligados a dar una cabriola para salvar “la religión de su rey y de su nodriza”. El humanismo cristiano es este humanismo con cabriola innecesaria, y que hubiera sido mejor sin la cabriola. Pero a Ayuso todavía se la puede rebatir, cosa que no pasa con Sánchez.
La religión de Ayuso es una opinión de Ayuso convertida en dogma o alimento no ya madrileño sino universal, como el que eleva el cocido de su madre o de su barrio a alimento del alma. Pero la religión de Sánchez es una religión de gurú pichabrava, que te limpia los chacras y los bolsillos con su chorrafuerismo
La religión de Ayuso es una opinión de Ayuso convertida en dogma o alimento no ya madrileño sino universal, como el que eleva el cocido de su madre o de su barrio a alimento del alma. Pero la religión de Sánchez es una religión de gurú pichabrava, que te limpia los chacras y los bolsillos con su chorrafuerismo, y que los suyos aceptan como si fuera de verdad un corpus doctrinario, sólido como su mandíbula. La religión es sólo una opinión, y además mal fundamentada, y eso, que sea una opinión particular y no una moral ni una doctrina de Estado, se lo debemos justo a la democracia liberal, que Ayuso confunde con la Misa del Gallo. Claro que en el belén de Sánchez no habría ni dogma niceno, ni simbología egipciaca ni padres de la Iglesia con tinterito (los padres del PSOE, González, Guerra y tal, consideran a Sánchez un antipapa o anticristo socialista). En el belén de Sánchez sólo estaría Sánchez con orfeón de adoradores y ángeles abejeros.
En el belén de Sánchez estaría, por supuesto, Sánchez como un Niño Jesús zangolotino, en su ancha y blanda majestad de colchón monclovita, con una bola de discoteca como la estrella de Belén. Estaría Yolanda como la Virgen de peine, villancico y milagro que es, y estaría Puigdemont como un san José que no es san José sino un mundano butanero. Estaría Bolaños de ángel con tirabuzones en las alas y trompeta con leyenda desenrollada, estarían tres cualesquiera del PNV como Reyes Magos de inexplicable pero rica devoción, y estaría el relator o verificador internacional como un aguador o un afilador con borriquillo. Estaría Calviño como la lavandera del río de papel de plata, y María Jesús Montero vendiendo hogazas, y Rufián como un pastor con zueco, mella y queso de bola, y Otegi de salteador de caminos maravillado con el milagro o sólo trabajando alrededor del milagro, como un carterista navideño.
En el belén de Sánchez, con todo falso como la nieve falsa e imposible de Judea, con campanarios góticos avanzando la gloria venidera del reino sanchista, estarían los periodistas en rebaño, los intelectuales de zurrón y los tertulianos uncidos, estaría Conde-Pumpido como un espíritu santo con capa negra, y estaría Netanyahu haciendo de judío ganchudo (todo el belén debería ser básicamente judío, empezando por Jesús, pero el judío haciendo de judío es como el rubio que hace de Jesús). Estaría Page como un romano de coraza ancha, y Felipe González como un Herodes ensabanado. Estarían hasta las empresas energéticas, como un ejército sarraceno que amenaza pero huye.
En el belén de Sánchez, al estilo Mr. Bean, también habría dinosaurios, helicópteros y quizá hasta un incongruente Spiderman. O sea, socialistas que no son socialistas, indepes de ultraderecha que no son ultraderecha, jueces o fiscales que son antes ministros, Tezanos con calculadora, otro Sánchez que viene del pasado en ovni, y cosas así. Sánchez podría poner lo que quisiera, que el belén es suyo y España también. Ayuso era una beata campanillera con su calendario de adviento recién sacado de la caja de polvorones, pero al menos no puede negarlo ni negarse. Sánchez podría montar un belén, un casino o un putiferio, y nos lo vendería igual, como milagro, tradición, verdad, democracia, salvación y modestia. En cualquier caso, en ese belén de Sánchez está toda España ahora, como está toda la Navidad cristiana o sólo dulcera en la Puerta del Sol.
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