En 1982, el gobierno del Proceso de Reorganización Nacional, tal como se llamaba la última dictadura cívico-militar argentina, lanzó una ofensiva militar contra las Islas Falkland, o Malvinas. El motivo era conseguir una proyección interna y externa del régimen cívico-militar de legitimación, aunque lo vendieron como una guerra antiimperialista en favor de la patria, pues la reclamación argentina sobre la soberanía de las islas bajo dominio británico era una demanda compartida por la derecha y la izquierda.
El presidente Leopoldo Galtieri se dio un gran baño de masas en aquel entonces con un célebre discurso donde dijo aquello de "si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla". Y efectivamente el Reino Unido fue, Argentina presentó batalla, y perdió. Poco después la Junta Militar caía y subía democráticamente al poder Raúl Alfonsín.
El líder venezolano Nicolás Maduro organizó el domingo 3 de diciembre un plebiscito consultivo y vinculante sobre la soberanía de la Guayana Esequiba, una región que representa más de la mitad de Guyana, y que es reivindicada por Venezuela desde finales del siglo XIX, con el Laudo Arbitral de París de 1899. Caracas la reivindica por un motivo soberano, pues aquel territorio formaba parte de la Capitanía General de Venezuela en época española, y la frontera no estaba definida con los holandeses. Así pues, había un territorio que durante treinta años no había quedado claro donde quedaba si en la Guayana holandesa (Surinam) o en Venezuela.
Reino Unido aprovechó esta buffer zone para establecer la Guayana Británica, y diseñaron unas fronteras que se consideraban poco claras. De hecho, hasta que no hubo una migración británica a la región, los venezolanos no presentaron demanda. La frontera que los británicos reclamaban era la trazada por el naturalista Robert Hermann Schomburgk, y poco a poco los británicos iban tomando ríos como frontera de la Guayana Británica.
Como podemos ver, no se trata de una cuestión "por los pozos de petróleo", como se simplifica a veces estos días, pues en 1899 no había capacidad de extraer petróleo del mar, sino que es una cuestión intrínseca de las reivindicaciones nacionales de Venezuela, gobierne quien gobierne durante décadas. Todos los gobiernos de Caracas han mantenido una posición a favor de reivindicar con más o menos intensidad el Esequibo para Venezuela.
Pero es oportuno plantearse a qué viene que ahora lo reivindique Maduro. El régimen está en horas bajas, en una situación de deslegitimación acelerada por las primarias de la oposición, donde se movilizaron 2,4 millones de personas para participar. Así el régimen de Maduro considera que es el momento de hacer ruido de sables envolviéndose en la bandera.
El dirigente venezolano parece olvidar que se estaban relajando las sanciones para vender petróleo. Con su movimiento en el Esequibo lanza por la borda este soplo de aire que la comunidad internacional le brindó por nerviosismo de las elecciones presidenciales de 2024. El apoyo que tiene la opositora María Corina Machado va en aumento, y podría vencer electoralmente a Nicolás Maduro y el Polo Patriótico, según todas las encuestas. Tan es así que la Fisalía ha emitido órdenes de arresto a varios de sus colaboradores. En este contexto el régimen se ha embarcado en la aventura de recuperar el Esequibo, e incluso amenazar con una guerra para ejercer su soberanía. Maduro hace así como el general argentino Galtieri, quien, cuando vio que los efectos del Mundial de Fútbol de 1982 pasaban, decidió remover la consciencia nacional para mantenerse en el poder a través de una guerra.
La oposición ha jugado bien sus cartas, y no ha secundado al régimen. Considera que el Esequibo es venezolano pero abogan por ganar esta causa en en los tribunales internacionales. El plebiscito solo es una fórmula por la que el régimen busca legitimarse. Es tan cuestionable la validez del proceso del plebiscito que en los tres anuncios oficiales que se han hecho de los resultados, las cifras de votantes y votos a favor, no han coincidido. Ni las trampas hacen bien, se podría decir.
Si un solo soldado venezolano entra en Guyana para recuperar el Esequibo, el régimen de Maduro tendrá los días contados, como los tuvo la Junta Militar de Argentina en Malvinas"
Nadie descarta una guerra en la región si el régimen de Caracas se ve necesitado de ella a medida que se acerquen las presidenciales. Pero al mismo tiempo el riesgo es enorme, ya que las sanciones que recaerían sobre Venezuela serían demoledoras, y el previsible revés militar muy contundente: la Guyana cuenta con el apoyo de Estados Unidos y el Reino Unido. En cambio Venezuela, que si bien tiene apoyos en su reivindicación territorial, no cuenta con respaldo para ir a una guerra por esta causa. Nadie quiere una guerra en unos de los países más importantes en la extracción y exportación de petróleo, que se enfrentaría a otro relevante como es la Guyana.
El Esequibo es rico en bauxita, oro, diamantes, cobres, hierro, uranio y manganeso. Así pues, no estamos hablando de "un trozo de selva", como se podría pensar. Aunque la reivindicación histórica no tiene que ver con el petróleo, ni los recursos naturales en sí, quizás la actual posición de Maduro sí, y más después de que se descubrieran los más importantes yacimientos petrolíferos frente las costas del Esequibo y Guyana. Fue Hugo Chávez quien bajó el tono de la reivindicación territorial en 2004, hasta el punto de hubo quienes le llamaron "entreguista".
En conclusión, será interesante seguir lo que sucede en el Esequibo, y más aún si hay posibilidad de que haya ruido de sables. En teoría es muy poco probable que suceda una invasión venezolana del territorio guyanés, pero las necesidades a veces hacen tomar medidas desesperadas. Lo que está claro es que si un solo soldado venezolano entra en Guyana, el régimen de Maduro tendrá los días contados, como los tuvo la Junta Militar de Argentina al perder en las Falkland. Hay una expresión venezolana que dice "el sol de Venezuela sale por el Esequibo" y será interesante saber si el régimen de Maduro en lugar de salir se hundirá en el río Esequibo.
Guillem Pursals es doctorando en Derecho, máster en Seguridad, especialista en conflictos, seguridad pública y Teoría del Estado.
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