El asedio medieval que sufre Gaza (Palestina) no empezó el 7 de octubre. Gaza lleva bloqueada desde hace cerca de diecisiete años. Antes de esa fecha, también de forma intermitente.
Gaza tiene 365 kilómetros cuadrados y más de 2,1 millones de personas. Una cárcel a cielo abierto. Su extremada densidad de población viene explicada por la cantidad de refugiados palestinos y sus descendientes, más del 70 % de su población, expulsados de sus viviendas y tierras por el ejército israelí en el año 1948. Refugiados que no han podido volver a sus hogares por el incumplimiento sistemático israelí a las resoluciones de las Naciones Unidas.
La expulsión de sus hogares palestinos y no vuelta a sus hogares es lo que explica que, en Gaza, la densidad de población sea de 5.760 personas por kilómetro cuadrado frente a una densidad de población israelí en las zonas próximas de 48 personas por kilómetro cuadrado.
Antes de la II Guerra Mundial, Gaza exportaba gran cantidad de naranjas y flores a Europa. En sus playas, se bañaban los palestinos del interior.
Antes de la II Guerra Mundial, Gaza exportaba gran cantidad de naranjas y flores a Europa
Las guerras, la sobrepoblación, la ocupación y colonización posterior han provocado una situación muy grave que, con el bloqueo, ha determinado una situación catastrófica.
Los Acuerdos de Oslo, tras la primera intifada de las piedras, fueron un espejismo, ‘comprado’ por la comunidad internacional. Los israelíes continuaron aumentando los asentamientos y no tuvieron voluntad de reconocer a un Estado Palestino, frente al reconocimiento por parte de la OLP en 1988 al Israel de las fronteras de 1967. La comunidad internacional no quiso controlar el cumplimiento de las partes a dichos acuerdos, dejando a israelíes y palestinos, con una asimetría de poder sabida, a que ultimasen unos acuerdos definitivos, mientras la hidra de la ocupación y colonización continuaba.
Complementariamente, se comprometió a unas aportaciones económicas voluntarias y variables como sostén a la administración palestina (liberando a Israel de su obligación como potencia ocupante de sufragar las necesidades del ocupado), y para el desarrollo económico.
Aquí, es donde se puede inscribir la inversión de 86 millones de dólares para construir el aeropuerto Yasir Arafat, en Gaza aportados por Japón, Egipto, Arabia Saudita, Alemania, Marruecos y España (algo más de 20 millones) que permitió su uso desde finales de 1998. Pero fue destruido por Israel en 2001. Las fuerzas israelíes, con gran profesionalidad destructora, bombardearon la estación de radar, la torre de control y con excavadoras destruyeron toda la pista. Y ya Gaza se quedó sin aeropuerto. Ninguno de los países antes mencionado ha reclamado nunca a Israel una indemnización, a pesar de que diferentes organizaciones como nuestra asociación hayan pedido a nuestros gobiernos que reclamen una indemnización y reversión de lo dañado por Israel.
Desde esta imagen de desarrollo agrícola y servicios antes de la creación del Estado de Israel se pasó a la sobrepoblación y después a la ocupación y colonización. Sí se fueron los colonos en tiempos de Ariel Sharon, desplazándolos a la colonizada Cisjordania (ya hay más de 700.000 colonos en esa parte de Palestina, triplicando los que había antes de los Acuerdos de Oslo). Pero la ocupación en la palestina Gaza continuó. Su expresión pública fueron las palabras del asesor de Sharon, Dov Weinglass: “No los mataremos de hambre, pero les vamos a someter a una dieta extrema de adelgazamiento” (2006).
Israel impuso un bloqueo a Gaza en 2007 después de que el grupo islamista Hamás ganó las elecciones palestinas y se hiciera con el control del territorio. Hamás fue declarada organización terrorista por la UE porque no reconocía a Israel, no aceptaba los Acuerdos de Oslo y ejercía la lucha armada contra Israel. Pero la UE sabe que Israel no reconoce a Palestina, incumple los Acuerdos de Oslo y mata impunemente y hace terrorismo de Estado, ocupa y coloniza. Nuevamente, el doble rasero, y la UE sigue considerando a Israel un socio preferente, como al ocupante marroquí, con el que comparte ‘valores’ y eso la hace cómplice con la ocupación.
Las Naciones Unidas consideran invivible el territorio de Gaza. Sus acuíferos, los recursos naturales, sea pesca o gas, son esquilmados. El desempleo y subempleo es mayoritario. La asistencia y los ritmos de ayuda provienen del exterior, no de la potencia ocupante, sino de ayuda internacional y ésta, en su mayor parte, se satisface por la economía israelí y egipcia. Los carceleros se lucran con la ocupación y el bloqueo. Los gazatíes no ven horizonte, ninguna esperanza. La cárcel continúa.
Por otro lado, desde 2009, las autoridades israelíes han demolido –parcial o completamente– 9.887 infraestructuras en Cisjordania, según la Oficina de Coordinación de Ayuda Humanitaria de la ONU (UN OCHA). De ellas, 1.691 estaban financiadas por organismos internacionales, principalmente por la UE y sus Estados miembros, si bien este recuento sólo abarca el periodo 2016-2022. Sobre las destrucciones periódicas de infraestructuras y viviendas en Gaza no hay cifras. No se ha reclamado de forma efectiva indemnización alguna de los bienes destruidos financiados vía impuestos o provenientes de actividades de las ONGs, como los barcos de la Flotilla de la Libertad requisados y destruidos por Israel cuando su objetivo era romper el bloqueo y señalar la complicidad en el mismo de esa Comunidad Internacional Occidental.
Pero el coste humano es aún mayor. Vidas truncadas todos los días. Vidas discapacitadas, presas, expoliadas, explotadas… Esa violencia estructural y planificada. También de vidas israelíes, afectadas por esas explosiones de violencia del ocupado.
Esto incluye a los ciudadanos palestinos, con ciudadanía israelí de segunda clase, que tampoco pueden regresar a sus hogares o, como los del Negev, son expulsados. La comunidad internacional, sus empresas, incluyendo españolas, como COMSA, CAF, OSSA o Edreams, participan en la colonización de Palestina y los Altos del Golán sirios o las Granjas libanesas.
Concluyamos ya. El fósil del aeropuerto de Gaza es un testigo de la impunidad israelí y la complicidad europea y española con la actual ola de violencia extrema. Los Biden, Macron, Meloni, Scholz, Von der Leyen no quieren revisar los cánones de la colonización israelí e interrogarse sobre las causas de la violencia. Los cantos de Borrell o Pedro Sánchez, los policías buenos, ya fueron pronunciados en otras ocasiones sin convertirse en hechos, posteriormente.
Mientras, los palestinos, ya desesperados, con los humos de los incendios y bombas o con la humillación supremacista en sus vidas cotidianas, no ven ningún horizonte de vida digna y futuro para ellos y sus hijos. Esperando que las sociedades democráticas y defensoras de los derechos humanos y del derecho internacional rompan el hado de sus gobernantes.
Santiago González Vallejo es miembro del Comité de Solidaridad con la Causa Árabe.
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