A Pedro Sánchez le habría gustado que Yolanda Díaz hubiese sido más generosa con Podemos. Que de los cinco asientos en el Consejo de Ministros que le han correspondido en el reparto a la coalición liderada por la ministra de Trabajo, le hubiera dado al menos uno a Irene Montero. Pero no porque eche de menos las aportaciones de Podemos. Sencillamente para evitar el ruido, la riña que, no hacía falta ser muy listo para verlo venir, se ha montado en ese espacio que se llama la izquierda a la izquierda del PSOE.

Pero Yolanda no atendió a razones, quiere a los de Podemos lejos, cuanto más lejos mejor. Será porque los conoce muy bien y sabe de lo que son capaces.

En el partido fundado por Pablo Iglesias son tan fingidos los abrazos como crueles las puñaladas. Que se lo pregunten al ex atleta Roberto Sotomayor, que ha saltado de Podemos a Sumar, y al que su ex líder acuso veladamente de tener inclinación a la fariña. La ruptura del tinglado Sumar con el pase de los cinco diputados de Podemos al Grupo Mixto en el Congreso ha sido la gota que ha colmado el vaso, el punto de no retorno, el comienzo de una guerra fratricida en la que saldrán a relucir muchos trapos sucios. Estas peleas a degüello son una constante en la izquierda a la izquierda del PSOE.

El apaño para esconder a Podemos en una maraña de partidos y partidillos con Yolanda como lideresa indiscutible le ha salido mal al presidente. Sánchez esperaba una segunda legislatura con menos ruido en el Gobierno, bastante tiene ya con la amnistía a Puigdemont y el pacto con Bildu, del que acabamos de ver en Pamplona una de sus consecuencias. Pero ha sido imposible.

Iglesias ha dicho que no está dispuesto a dejar morir a Podemos, su obra, sin luchar. Bastaba con conocerle un poco para saber que la "provocación" de dejar fuera del Gobierno a su pareja iba a provocar una reacción iracunda. Se mezclan en él la necesidad de reafirmar su carácter de macho alfa con su amor por la épica. Cuando dejó la vicepresidencia del Gobierno, no dijo que lo hacía porque estaba aburrido de reuniones y rutinas, sino porque quería "salvar a Madrid del fascismo". Con esas palabras. Si Podemos hubiera sumado con el PSOE en la Comunidad de Madrid, habría sido número dos de un gobierno regional presidido por Ángel Gabilondo. ¡Menos mal que no fue así! No lo digo sólo por el bien de los madrileños, sino por los dolores de cabeza que se ha ahorrado el hoy encantado Defensor del Pueblo.

Su retirada de la política, tras la victoria inapelable de Isabel Díaz Ayuso, fue ficticia. Un año sabático para volver al ataque. De ahí que hiciera ese esfuerzo por estar presente en los medios, hasta la creación de su propia Red.

Ayer, el Podemos reconstituido, lanzó en Madrid a Irene Montero como candidata a las elecciones europeas del próximo mes de junio. Iglesias se quedó en la trastienda. Ya llegará el momento de dar el salto a la primera fila. En la política y en los medios los tiempos son importantes. Él lo sabe bien.

Ahora ya no se trata de asaltar los cielos, sino que Yolanda Díaz se pegue un batacazo de los que hacen época

Tanto Montero como Belarra criticaron a Sumar y su política de sometimiento a la socialdemocracia. El partido de Yolanda, dicen las dirigentes de Podemos, ha renunciado a transformar la sociedad, y se conforman con los parches que va poniendo Pedro Sánchez. Montero advirtió que con esas políticas melifluas no se combate a a la extrema derecha, que amenaza con gobernar en toda Europa. Si no se dibuja un escenario apocalíptico, ¿para qué sirve entonces Podemos?

No le auguro al partido fundado por Iglesias un gran porvenir. Tras diez años de vida, el movimiento ha quedado reducido a cenizas. Quedan los más recalcitrantes, los irreductibles. Pero tienen fuerza suficiente como para hacerle daño a Sumar, un invento sin base ninguna y sólo sustentado en la egolatría de su creadora. El primer asalto lo veremos en Galicia, probablemente en febrero. Allí, en su tierra, se la juega Yolanda. Podemos sólo aspira a una cosa: que Sumar se pegue un batacazo de los que hacen época.

Precisamente ayer, la líder de Sumar presentó la candidatura en Galicia, para la que ha fichado a ex dirigentes de otros partidos con la esperanza de evitar que el PP repita la mayoría absoluta, esta vez sin Feijóo.

En el País Vasco, donde también habrá elecciones, probablemente en marzo, ni Sumar ni Podemos van a pintar mucho. Bildu se va a quedar con todo ese espacio a la izquierda del PSOE, una vez que Sánchez ha blanqueado definitivamente al partido de Otegi.

La resurrección de Podemos tiene, por tanto, poco recorrido. Ya nadie espera conquistar los cielos. Tan sólo, como máxima aspiración, colaborar a que Yolanda se estrelle y, tal vez, a que Sánchez se arrepienta desde la oposición de haberles tirado a la papelera cuando ya no le hacían falta. Pero, para eso, aún queda mucho tiempo.