Por supuesto, Sánchez le ha dado a Bildu la alcaldía de Pamplona, que era algo que hace poco se jactaba de no haber hecho o de no ir a hacer. O sea, que era la última o quizá la única prueba que quedaba de su decencia y la tenía que destruir pronto, para proteger su reputación. Parecía que no, pero todavía estaba ahí esa mancha, esa vergüenza, esa cosa que había dicho Sánchez y que aún se mantenía cierta e intacta, como la promesa de algún caballero antiguo con palabra, bigotito y florete finos y rectos igual que manecillas de reloj (los que practican esgrima parece que dan una hora de campanario con sus poses y muecas).
No podía ser eso de que Sánchez aún mantuviera algo que dijo, prometió, creyó, defendió, y para mí que esta vez no ha tenido que ver la aritmética ni el mercadeo, sino sólo la honra. Sánchez no puede permitir que se dude de su reputación de canalla, que en eso le va todo, como a los pistoleros.
El personal no se cansa de hacer manifestaciones, rosarios o columnas morales o moralistas, cosa que es absolutamente inútil ante alguien amoral como Sánchez
Sánchez le ha dado a Bildu la alcaldía de Pamplona, y ha sido como pasarles en mano a los gamberretes del pueblo ese león paseante del escudo de la ciudad, para que hagan con la fiera gamberradas o quizá cacerías de infieles o constitucionalistas, como ingleses con salacot perseguidos por leones.
Ya se pueden manifestar los de UPN diciendo que “Pamplona no se vende”, que aquí ya todo se vende, o apelando a la memoria, que la memoria en Sánchez es como un resorte saltado. Ya puede ir también Feijóo, que uno ve que va a estas cosas, de pueblo en pueblo, como a por lotería. Ya podemos recordar otra vez qué fue y sigue siendo Bildu, aunque según las escalas de Sánchez y de los sanchistas con dorsal es un partido progresista que dejó de defender y amparar el terrorismo para arreglarnos las farolas de la calle y las fuentes de chorrito. Y ya pueden recontar muertos, a los que estos buenos progresistas todavía no dejan ni que les crezcan flores en la cabeza, esa leve paz y ese leve regalo, siquiera, de las flores quietas en el pecho. A uno le sigue pareciendo que esto con Sánchez no sirve de nada.
El personal no se cansa de hacer manifestaciones, rosarios o columnas morales o moralistas, cosa que es absolutamente inútil ante alguien amoral como Sánchez. Bildu sigue siendo y queriendo lo de siempre, algo que nunca tuvo que ver con la magnificencia del alumbrado municipal ni de las canalizaciones. Igual que los indepes, claro. El personal sigue con la bicha de ETA, los cuajarones de ETA, el cementerio folclórico que representa no ya ETA sino la Euskadi que sigue defendiendo a ETA. Igual que el personal sigue intentando explicar el tribalismo prepolítico de los indepes, que son como bárbaros envueltos en paño bueno allá en cumbres caprinas donde las leyes no llegan ni importan. Sí, parece que es inevitable que uno todavía se recree intentando explicar estas cosas, como los rudimentos de la democracia, que se nos han olvidado con el forofismo. Pero en realidad lo único que hay que explicar es Sánchez.
Pamplona ya es de Bildu, pero uno está por decir que ya no hay que hablar de Bildu. Puigdemont tendrá su reunión con sus galas tirolesas como galas escocesas, bien con Santos Cerdán, al que también le buscaban rimas en Pamplona, o bien con el propio Sánchez, y sin embargo uno está por decir que ya no hay que hablar de Puigdemont.
A Sánchez, lo que hagan o piensen Bildu o los indepes, lo que tengan en sus tripas negras de caja negra, no le importa
No hay que volver a explicar a Bildu, ni el independentismo, que es una manera de desviarnos de Sánchez, de llenar a Sánchez de contenido y de moralidad o inmoralidad, cuando Sánchez no tiene ni contenido ni moral. Bildu, con todos sus sacos de huesos; Puigdemont, con todos sus sacos de pieles, y hasta la ultraizquierda de Yolanda o de Iglesias, con todos sus sacos de plumas o de roña, sólo son para Sánchez “cajas negras”. O sea, algo de lo que no importa su lógica interna, sólo el resultado que le proporciona. A Sánchez, lo que hagan o piensen Bildu o los indepes, lo que tengan en sus tripas negras de caja negra, no le importa. Explicar o refutar a Bildu o al independentismo no explica ni refuta a Sánchez. O sea que a lo mejor el personal se está perdiendo en todas estas manifestaciones, como se nos pierde Feijóo entre loteros o gente que busca lotería, como entre los matrimonios salmantinos de la cola de Doña Manolita.
Por supuesto, Sánchez le ha dado a Bildu la alcaldía de Pamplona, que en hacer lo que prometió que no haría y en olvidar lo que aseguró que iba a hacer no sólo está la esencia del sanchismo, sino la fama y el terror de su nombre. Al lado de esta maravilla de la antipolítica, de este virtuosismo de la amoralidad, que se pierda un ayuntamiento como todo un reino godo, con sus gruesas foralidades, gruesas piedras y gruesos terciopelos, o que se pierda la memoria de un pueblo ya de por sí olvidadizo, o que se vuelen otra vez las flores de los muertos, a las que no les da tiempo ni morir, todo eso parece anecdótico y lateral.
“Memoria, dignidad, justicia”, pedían los manifestantes en sus cartelones como de señora lotera. Sería gracioso que se lo pidieran a Sánchez, sería irónico que se lo pidieran a la ciudadanía que ha hecho posible y victorioso a Sánchez, y sería trágico si no supieran a quién se lo piden, que me parece que es lo que ocurre.
Vuela todo un ayuntamiento de piedra, vuela toda una Constitución de forja, vuelan las flores de los muertos, a las que les niegan las raíces, vuela la moral como una urraca ladrona y vuelan hasta las trincheras, que ya no están donde las ideologías ni las convicciones, sino donde asoma la cola de pavo real un señorito meneón. Esto es lo que hay que explicar, que las varias Españas que siempre fueron nunca conocieron semejante cosa: que sus antiguos huesos, banderas, odios, fanatismos y versos sean sólo cajas negras, distinguibles o indistinguibles sólo según la utilidad que le prestan a un solo hombre con fama y sombra de pirata o pistolero.
"Eres lo peor que le ha pasado a este país, lo peor". Así se ha dirigido este domingo la aún […]Por supuesto, Sánchez le ha dado a Bildu la alcaldía de Pamplona, que era algo que hace poco se jactaba de no haber hecho o de no ir a hacer. O sea, que era la última o quizá la única prueba que quedaba de su decencia y la tenía que destruir pronto, para proteger su reputación. Parecía que no, pero todavía estaba ahí esa mancha, esa vergüenza, esa cosa que había dicho Sánchez y que aún se mantenía cierta e intacta, como la promesa de algún caballero antiguo con palabra, bigotito y florete finos y rectos igual que manecillas de reloj (los que practican esgrima parece que dan una hora de campanario con sus poses y muecas).