He entendido siempre el ejercicio de la política desde la máxima responsabilidad, honestidad, ejemplaridad, seriedad y respeto. Desde el compromiso. Nos debemos a la ciudadanía y esa es nuestra prioridad. Nuestro cometido es demasiado serio como para tomárnoslo a la ligera. No compartiré nunca la política del espectáculo.

Lamentablemente este año que ahora termina seguimos viendo cómo, poco a poco, esta manera de entender la política se sigue extendiendo en el mundo. Lo vemos en países del continente americano y también en el mismo corazón de Europa. Los ejemplos se van sumando: Brasil, Estados Unidos, Argentina, Francia, Suiza, Italia, Holanda, Austria, Grecia… países en los que los populismos, sean de derecha o de izquierda, ganan cada vez más adeptos y condicionan la vida de millones de personas.

Es complicado entender las razones de todo ello. Quizá, la más obvia pero no la única, es que los partidos políticos tradicionales no están ofreciendo las respuestas que la ciudadanía demanda en este contexto internacional tan cambiante e incierto.

Tengo la impresión de que los populismos y la política del espectáculo han llegado para quedarse. Por una sencilla razón: ofrecen soluciones sencillas y rápidas a problemas complicados. Esto es muy difícil de combatir con cuatro palabras. Solo lo podemos hacer de una manera: utilizando la razón. Sin embargo, la demanda actual de inmediatez en las respuestas choca frontalmente con la necesidad de un debate sosegado, utilizando argumentos basados en datos objetivos. Esta manera de entender la política es más lenta y, quizá, menos atractiva, pero es la que ofrece un resultado más adecuado y sostenible.

Debemos conocer la historia para no cometer los mismos errores. Los populismos no son nuevos. Han existido siempre y jamás han ofrecido una buena respuesta a los problemas reales que como sociedades hemos tenido que enfrentar. Soy positivo y optimista. Considero que, a pesar de encontrarnos en una espiral negativa, seremos capaces de encontrar una salida y superar esta situación. Así nos lo muestra la historia.

Este año se han cruzado muchas líneas rojas. Se está conduciendo a la ciudadanía a un escenario de polarización que no tiene ningún sentido y no augura nada bueno"

He abogado siempre por la seriedad, el respeto y el rigor en el ejercicio de la política y la responsabilidad institucional. Algo que, por desgracia, está brillando por su ausencia en el debate que estamos viendo en el Estado español en los últimos meses. También este año se han cruzado muchas líneas rojas. Se está conduciendo a la ciudadanía a un escenario de polarización que no tiene ningún sentido y que no augura nada bueno.

La política debe ser el arte de llegar a acuerdos, no la manera de desunir personas. La política debe basarse en la argumentación seria con datos objetivos, no en la búsqueda de un titular estridente para crear percepciones interesadas. La política debe priorizar el cumplimiento de lo acordado, el respeto a la palabra dada, no el cambio continuo de compromisos y principios según conveniencia. Estamos viendo demasiado de esto estos últimos años.

Si se mantiene este camino solo traerá un perdedor: la propia ciudadanía. Con esta deriva en la acción política e institucional estamos dejando pasar oportunidades de mejorar el bienestar y calidad de vida de las personas, que es al final nuestra máxima responsabilidad y compromiso.

Nadie está libre de sufrir las embestidas del populismo y la confrontación. De hecho, también vemos en Euskadi cómo en determinadas apariciones públicas estas prácticas cobran presencia y ganan espacio. Sin embargo, aquí el insulto o la confrontación pública se encuentran muy lejos del protagonismo que tienen en el Estado. Debemos mantener estas señas de identidad que nos caracterizan. La educación y el respeto están por encima de todo. Así entiendo el compromiso con la política al servicio de la ciudadanía.


Iñigo Urkullu Renteria. Lehendakari del Gobierno Vasco.