Iniciada la decimoquinta legislatura, la primera visita oficial al extranjero –una vez constituido el Gobierno– del titular de Exteriores (José Manuel Albares) tiene como destino ineludible -aunque para ello se tenga que hacer de tripas corazón, lo cual, desde hace tiempo, está asumido y ya no sorprende a nadie– el vecino reino de la otra orilla.

Albares arribó a Rabat el miércoles 13 de diciembre, en una visita cuyo objetivo principal (al menos es lo que se deduce de su “apretada” agenda, repleta de reuniones, encuentros y ruedas de prensa, encaminadas todas ellas a ensalzar las bondades de la “maravillosa” relación hispano-marroquí, aunque para ello el señor ministro tiene que hacer acopio de todas sus dotes de actor para que no se perciba que tener al majzen como vecino es una de sus peores pesadillas) es, además de rendir homenaje, en nombre del presidente Sánchez y en el suyo propio, al siempre venerado (por ellos) monarca alauí; tratar de sondear si está en el ánimo de su (ausente) majestad, resolver el espinoso asunto de las aduanas de Ceuta y Melilla.

La aduana de esta última, está cerrada a cal y canto –unilateralmente por Marruecos– desde 2018; mientras que en la primera (Ceuta) El Majzen se comprometió –en abril de 2022– a implementar una nueva, dado que antes no existía ninguna.
Seguramente, muchos se preguntarán si esta primera visita de Albares al reino alauí, inmediatamente después de confirmarse su continuidad en la cartera de Exteriores, ¿significa que Sánchez se saltó la vieja costumbre (o regla no escrita) que Felipe González selló (el 28 de marzo de 1983) con su visita a Rabat –en su primera salida oficial al extranjero después de hacerse con la presidencia del Gobierno– que, con el tiempo, derivaría en un acto de peregrinaje obligado –que imitarían todos los presidentes del Gobierno posteriores– para rendir vasallaje a la Corona alauí?
Pues no. Siento decepcionar a los que así lo creían.

Este viaje relámpago de Sánchez a Marrakech, era una prueba más, de que Sánchez cederá ante cualquier petición, por muy estrambótica y humillante que sea

Pero lo cierto es que Sánchez, no solo no rompió con esa tradición sobrevenida, sino que –emulando a sus predecesores– la llevó un paso más allá, al anticiparse a rendir pleitesía al régimen alauí, incluso antes de constituirse las Cortes Generales. El 1 de agosto, apenas una semana después de las elecciones generales –del 23 de julio, que, recordemos, no ganó– desembarcó en Marrakech (acompañado por su familia, para enmarcar su visita en el ámbito privado y solapar así el verdadero motivo de su inesperado viaje). Habiendo hecho frente común con la coalición Sumar y los partidos nacionalistas, y sabiendo que su investidura dependía de los siete imprescindibles escaños de Junts, se apresuró, raudo y veloz, a rendir vasallaje al –para él– soberano alauí, garantizándole a éste que está a su disposición para lo que sea menester, y dando a entender a todos, que será investido cueste lo que cueste y pida lo que pida Junts. 
Carles Puigdemont, leyendo –sagazmente– entre líneas, la verdadera motivación de su viaje a Marrakech y sus –ya evidentes– intenciones, sabía que Sánchez, no solo estaba acorralado por él, sino también por el majzen; y, por lo tanto, tenía luz verde para pedir a cambio de sus siete votos, lo que quisiera.

Este viaje relámpago de Sánchez a Marrakech, era una prueba más, de que Sánchez cederá ante cualquier petición, por muy estrambótica y humillante que sea.
Y así fue. Sin ningún pudor –y a pesar de que su dignidad quedó hecha jirones– en un acto de masoquismo político (casi orgulloso de ser humillado) Sánchez, aceptó, ante todo el país, la ley de “amnesia” de Junts –denominándola ley de amnistía, como si un mero cambio de título iba a ocultar su verdadera naturaleza– para poder ocupar el Palacio de la Moncloa. 


Posteriormente –después de su comprada investidura– Sánchez, viaja (el 23 de noviembre) a la entidad Sionista, en compañía del primer ministro belga Alexander de Croo; haciendo creer a los que no le conocen (solo a éstos puede confundir con sus juegos de trilero) que ha roto con la tradición de marras. En esa semana se erigió en el máximo defensor europeo de la causa palestina. Como no puede ser de otra manera, cualquier apoyo al pueblo palestino, es, siempre, bienvenido.

El apoyo airado y súbito de Sánchez al pueblo palestino es puramente coyuntural y escénico

Pero, francamente, viniendo de una persona como él (carente de principios y autoadoctrinado en el arte del oportunismo) tiene un sabor sumamente amargo de hipocresía y cinismo.
El apoyo airado y súbito de Sánchez al pueblo palestino, es puramente coyuntural y escénico, porque –independientemente de lo trágico de la situación– su lema (invariable) es “a río revuelto, ganancia de pescadores”. El holocausto provocado por el régimen terrorista de Netanyahu en Gaza, no le preocupa.

Lo que sí le preocupa es, por una parte, asegurarse el apoyo de la coalición Sumar y demás formaciones que le auparon a la Moncloa; y, por otra, tratar de tender algún tipo de puente –por muy endeble que sea– entre Madrid y Argel, para salvar el enorme abismo (causado por él al arrojarse en brazos de la dictadura alauí en detrimento del Sahara) que separa ambas capitales.
El señor Sánchez, jugando a engañar a los demás, nadando entre dos aguas, se está ahogando en su propio juego, en su propia incoherencia política.

Y es que, al mismo tiempo que aboga por los derechos del pueblo palestino, para satisfacer a Argelia; para complacer al régimen sanguinario alauí, no duda en denegarle la renovación del permiso de residencia –nada más y nada menos que– a la célebre activista saharaui Aminetu Haidar (que lo ha estado renovando –anualmente sin interrupción– desde que lo obtuvo, por razones humanitarias, en 2006).
Es decir, simultáneamente, intenta congraciarse con Argelia, apoyando la causa palestina; y, a la vez, acatando sumisamente las órdenes del Majzen, le deniega la renovación del permiso de residencia a Aminetu, símbolo de la resistencia pacífica y firme defensora de los derechos de su pueblo, reconocida internacionalmente (y condecorada en numerosas ocasiones, llegando a ser nominada para el Premio Nobel de La Paz en 2008).

Decisiones incompatibles y contradictorias entre sí, efectuadas paralelamente y al mismo tiempo, por la misma persona. Si no estuviésemos en el mundo real, diríase que nos hemos sumergido en la novela de Robert Louis Stevenson (El Dr Jekill y Mr Hyde).
Pero no. Estamos en el mundo real y estamos hablando del señor Sánchez que, por lo visto, ha contraído dos enormes deudas, que ya están condicionando, no solo la legislatura que acaba de arrancar, sino la política del país en su conjunto; y con las que tendrá que lidiar como un malabarista de fuego (que, por el momento – en lo tocante a la virtud– ya ha salido chamuscado).


Una de estas deudas, es la que ha contraído con Junts y las demás fuerzas nacionalistas que posibilitaron su acceso a la Moncloa, y que condicionará –ya lo está haciendo– fundamentalmente, la política doméstica.
La otra deuda –que es la peor, y de la que no sabemos nada, ni a razón de qué se adeuda– es la que (suponemos) tiene con el majzen; y que implica repercusiones y derivadas directas en la política exterior del país y en aspectos, especialmente sensibles, relacionados con la soberanía nacional. 


A modo de ejemplos concretos, entre otros, de estas derivadas, podemos citar:


• El apoyo ilegal (e inexplicable) del Gobierno de Sánchez a la ocupación del Sahara Occidental por parte del Majzen cobarde y asesino.


• La reivindicación constante –velada o no– de Ceuta y Melilla por parte del régimen alauí.
•Ampliación de su demarcación oceánica hasta abarcar las aguas de Canarias, alegando que son continuidad de las aguas del Sahara Occidental –de las que se apropió ilegalmente y– que a día de hoy, por increíble que parezca, están bajo jurisdicción de España, como potencia administradora del territorio que sigue siendo.


• Incumplimiento de compromisos y acuerdos (vinculantes) de todo tipo.


• La revocación (arriba mencionada) del permiso de residencia a Aminetu Haidar (que, de hecho, al igual que sus padres, es española de origen).
Como hemos dicho, de esta supuesta deuda que Sánchez tiene con la dictadura alauí, lo ignoramos todo. Lo que sí sabemos es que, el rosario de cesiones (que sospechamos es parte del pago de la misma) se inició con aquella infame misiva difundida por la Casa “i-Real” Marroquí (el 18 de marzo de 2022) en la que Sánchez expresaba su apoyo a la dictadura alauí en su ocupación del Sahara Occidental; y, menos de dos meses después (el 2 de mayo de 2022) Félix Bolaños (ministro de Presidencia en aquel entonces) revelaba que el teléfono móvil de Sánchez había sido hackeado, mediante el software Pegasus, en dos ocasiones: el 19 y el 31 de mayo de 2021.

El día 19, se extrajeron del terminal de Sánchez 2,6 gigabyte de información, y el 31, se sustrajeron del mismo 130 megabyte de información.
Haciendo una triangulación temporal, de las fechas en que tuvo lugar la sustracción de datos del terminal del Presidente, vemos que se sitúan, curiosamente, en el cenit de la grave crisis política hispano-marroquí de aquellos días (motivada, aparentemente, por la acogida humanitaria del líder saharaui Brahim Ghali, en un hospital de Logroño).

El motivo real de aquella crisis, era que Sánchez se había negado a seguir la senda de Donald Trump que (en un mensaje de twitter) apoyó la ocupación del Sahara. 
Y aquí, hay dos elementos, visibles para el ciudadano común, que nos inducen a pensar que existe una relación causa-efecto entre ese hackeo del móvil de Sánchez y el rosario interminable de cesiones en las que se vio inmerso en los meses siguientes:
 1-Diez meses después del espionaje (mediante Pegasus) a Sánchez, es El Majzen quien difunde la carta en la que aquel se adhiere a las tesis marroquíes de ocupación, y se da por zanjada la crisis diplomática (que, no lo olvidemos, conllevó a una seria crisis humanitaria).
2- Los mandatarios (Macron y Tebboune entre otros) que fueron objeto de espionaje (por parte del Majzen) a través de este maligno software, no dudaron en expresar su enérgica repulsa y malestar al régimen alauí. Sin embargo, Pedro Sánchez, que fue espiado a través del mismo programa (junto con dos de sus ministros), no solo se mantuvo en absoluto silencio, sino que trató de “echar tierra” sobre el asunto y evitar, a toda costa, que nadie mencionara este tema; estancando la investigación que se inició, al respecto, en el Juzgado Central de Instrucción Nº 4 de la Audiencia Nacional; y mostrando nulo interés por colaborar con la misión de eurodiputados que el Parlamento Europeo envió (el 20 de marzo de 2023) a España para investigar este feo asunto (y recabar información sobre él).

Volviendo al asunto de las aduanas de Ceuta y Melilla, y a la visita de Albares a Rabat (de la que volvió, como cabía esperar, con las manos vacías) ¿por qué todo lo relacionado con este tema es tan complejo, hasta el punto de constituir un problema latente, que los sucesivos titulares de Exteriores se van pasando de uno a otro, sin que ninguno haya podido dar con una solución que lo solvente de una vez por todas?

La respuesta a esta pregunta no es tan sencilla. Es un asunto relacionado con El Majzen y, todos los problemas que tienen que ver –directa o indirectamente– con éste, o no se resuelven nunca, o si se resuelven, lo hacen de una forma opaca, de modo que, cíclicamente, emergen de nuevo, cual virus mutante al que no se le conoce cura alguna. 
Pero la realidad es que la alusión, por el Sr Albares, al asunto de las aduanas (que él considera “una cuestión ya resuelta”) solo es un eufemismo debajo del cual subyace un problema muy serio, que tanto él como Sánchez, se obstinan en ignorar. El verdadero trasfondo de esta cuestión, es que Marruecos se niega a reconocer, explícitamente, la soberanía de España sobre las ciudades de Ceuta y Melilla; y mientras el régimen alauí persista en esa postura, todos los remiendos y apaños que se hagan, solo servirán para enquistar y cronificar aún más, una situación, de por sí, inadmisible.


Para visualizar en su correcta dimensión las raíces de este asunto, hay que remontarse al otoño de 1975; específicamente, a la segunda semana de noviembre de ese año. En esa semana, España –sucumbiendo a la presión ejercida por Marruecos– estaba concertando con éste la entrega del Sahara Español. Los negociadores españoles (conscientes de lo denigrante del acto) en su afán de esgrimir ante Hasan II alguna exigencia o baza –que disimulara su rendición incondicional– y de paso, garantizarse algún rédito (que, además de ser ilusorio, estaría manchado con la sangre de las víctimas del Guernica saharaui de Um Dreiga); se les ocurrió plantear que el acuerdo –de la entrega del Sahara– debía incluir el compromiso de Marruecos de abstenerse, en el futuro, de reclamar Ceuta y Melilla. ¡No lo podían haber hecho peor! Como se suele decir, “se habían dado un tiro en el pie”. Esta petición iba a causar justamente el efecto contrario, y Hasan II (que era un hábil y astuto negociador) lo sabía. Al poner sobre la mesa de negociación esta condición, ellos mismos habían puesto en tela de juicio la soberanía de España sobre las ciudades de Ceuta y Melilla. La soberanía es innegociable, y aquellos hombres (tal vez, inseguros y azorados por la magnitud del crimen en el que iban a ser copartícipes, y el cargo de conciencia que ello supone) habían sembrado dudas sobre algo que se daba por hecho; dándole a Hasan II un argumento que (aún siendo efímero) siempre se mantendrá en su horizonte. 


El verdadero trasfondo de esta cuestión, es que Marruecos se niega a reconocer, explícitamente, la soberanía de España sobre las ciudades de Ceuta y Melilla

47 años después, Pedro Sánchez, comete el mismo error. Si bien el contexto es diferente, la esencia del evento es la misma, con la salvedad de que, esta vez, los motivos de la traición de Sánchez (como hemos señalado arriba) a día de hoy, se desconocen. El caso es que, el máximo precio que Sánchez puso a su traición –en aquella cena del ramadán (abril) de 2022 en la que el monarca alauí le hizo sentarse al lado de la insignia nacional colocada al revés – era que Marruecos reconociera la soberanía de España sobre Ceuta y Melilla. 
Si incomprensible es el proceder de aquellos negociadores de 1975, al poner en tela de juicio la soberanía de España sobre Ceuta y Melilla, planteándola en la mesa de negociación; mucho más difícil de entender es la actitud de Sánchez en aquella cena del ramadán (con el sátrapa alauí). Si Vd traicionó (y, repito, no sabemos por qué razón) a los saharauis ¿a qué viene dudar de la soberanía de España sobre Ceuta y Melilla, pagando un precio para que aquella se respete? Y además, está comprando ese respeto en el “mercado negro diplomático”, dado que su posicionamiento promarroquí es ilegal. O sea ¿Qué sentido tiene que alguien compre algo, que se da por hecho que es suyo, y, encima, lo paga “en negro”?


El respeto a la soberanía no se compra ni se mendiga. Se exige y se impone; y se defiende con todos los medios de que uno dispone.
¿Por qué Marruecos está pagando (a quienquiera –países o individuos– que se preste a ello) cientos de millones de euros para que se reconozca su soberanía sobre el Sahara? La respuesta es obvia: porque sabe que el Sahara no es suyo. No ostenta su soberanía. Nadie, en su sano juicio, paga por algo que es suyo. 
Con lo cual, mientras las aguas no vuelvan a su cauce, y España no asuma la responsabilidad que le corresponde para con el Sahara, frente a Marruecos –y, por extensión, frente al mundo– y reconozca que, al entregar el Sahara (en 1975), renunció a parte de su propia soberanía; El Majzen –como la alimaña que es– seguirá al acecho en la frontera, esperando agazapado, cualquier atisbo de fragilidad del que se pueda aprovechar traicioneramente; y Albares (al igual que su “jefe”) seguirá haciendo malabarismos para justificar lo injustificable y mantenerse en el cargo.


Abderrahman Buhaia es intérprete y educador saharaui.