Salvado ya el difícil reto de su investidura y metido en la harina política de comenzar a gestionar el día a día de la que será, sin duda, la legislatura más dura y difícil desde el regreso de la democracia a España tras la muerte del dictador, Pedro Sánchez comienza a sufrir en sus carnes el calvario que le espera en adelante.
El presidente del gobierno ha conseguido la convalidación únicamente de dos, de entre los tres decretos, que llevó al Parlamento el pasado 10 de enero: los bautizados como ‘anticrisis’ y como ‘omnibus’. Sánchez, es de sobra conocido, es un político de raza que ha demostrado en muchas ocasiones que bajo presión es como mejor se desenvuelve. Todo en cualquier caso tiene un límite y el resultado que ha cosechado ha dejado para los socialistas un regusto agridulce, a pesar de las sonrisas que pudimos contemplar al término de un larguísimo pleno que, por momentos, pareció más un circo que una sesión parlamentaria del empaque institucional que esta requería.
Se trataba de la primera gran votación del año y desde hace ya días era evidente que los imprevisibles socios de Junts no se lo pondrían nada fácil al gobierno y al grupo que lo sustenta. El resultado final, cierto es, no ha constituido un rotundo fracaso. Pero ni de lejos un éxito del que el grupo socialista y el ejecutivo, reunidos para evaluar la situación este fin de semana en Quintos de Mora, puedan sentirse pletóricos.
Atendiendo al ‘balance de daños’, por expresarlo en términos militares, el PSOE puede respirar por haber sacado adelante el objetivo de déficit, que ha sido aprobado por mayoría. El asunto de un calado notable al ser 2024 un ejercicio en el que Bruselas ha exigido ya la vuelta a la ortodoxia fiscal, que se había relajado en extremo, congelado en la práctica para aliviar la catástrofe que supuso el COVID.
En cuando a los dos decretos convalidados, de los tres que fueron llevados al pleno, el primero de ellos era el que contenía las medidas anticrisis y que albergaba aspectos tan nucleares como la reducción del IVA de alimentos básicos o las rebajas en los abonos de los transportes públicos. El segundo, conocido como ‘omnibus’ y que parecía que no tendría posibilidad alguna de ver la luz por el rechazo frontal y de Junts, salió también adelante tras interminables horas de agónica negociación, pero a un altísimo coste. La cesión a Cataluña de las competencias sobre inmigración es de una torpeza brutal y bajo mi punto de vista carece de posibilidad alguna de salir adelante como ley orgánica.
En cuanto al compromiso del ejecutivo respecto a incentivar a todas aquellas multinacionales que se fueron de aquella comunidad tras los sucesos de finales de 2017 y que se negaban a devolver allí su domicilio social y su dirección efectiva, no parece claro que vaya a ser suficiente para convencer a sus máximos ejecutivos ni a sus accionistas. Una mayor torpeza aún suponía, por ser suave, la idea primigenia de sancionar a las que no aceptaran esta imposición. Portaviones como La Caixa, Naturgy o el Banco de Sabadell tienen tal dimensión, tanto económica como laboral e incluso institucional, como vertebradoras del complejo entramado privado que crea riqueza para un país y por supuesto para una comunidad como la catalana, que presionarlas de una forma tan... ‘políticamente grosera’, si se me permite, no parece una buena idea.
Podemos: ¿camino más rápido hacia la irrelevancia?
Otra de las notas negativas del debate de esta semana ha sido el revés sufrido por Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda, ministra de Empleo, y por encima de todo líder de ‘Sumar’, a manos de Podemos, grupo que ha sentido un indisimulado placer morboso al votar contra el decreto de los subsidios a los parados. Los antiguos conmilitones de Díaz, devenidos en sus fieros enemigos, han preferido atropellar sus esencias ideológicas, aún a costa de perjudicar a los desempleados, antes que colaborar con la vicepresidenta.
Los cinco diputados ‘morados’ que hace ya semanas se desligaron de la obediencia parlamentaria del grupo de ‘Sumar’ dejándolo en 26 parlamentarios en vez de los 31 iniciales, no perdonarán a la política ferrolana su decisión de excluir de las listas de Irene Montero y Pablo Echenique, entre otras cosas. Menos aún el desprecio que dicen sufrir en los últimos meses por quienes fueron sus compañeros y ahora les ningunean.
No albergo dudas de que la rabieta de tumbar este decreto, que aboca a España, casi irremediablemente, a la pérdida de 900 millones de fondos europeos, es una torpeza colosal y tendrá un efecto demoledor para los ‘morados’
No albergo dudas de que la rabieta de tumbar este decreto, que aboca a España, casi irremediablemente, a la pérdida de 900 millones de fondos europeos, es una torpeza colosal y tendrá un efecto demoledor para los ‘morados’, tanto en cuanto a su apoyo social como en términos puramente electorales. Si ansiaban desaparecer de la escena política y perder la poca influencia parlamentaria que pudiera quedarles, siquiera para convertir a sus cinco parlamentarios en una minoría de bloqueo, han ‘acertado’ de lleno.
La reforma del subsidio de desempleo era una de las condiciones que debía cumplir el ejecutivo español antes de solicitar el cuarto pago de fondos, nada menos que 10.000 millones de euros, que nuestro gobierno requirió ya el pasado mes de diciembre. El Ministerio de Hacienda se ha apresurado a precisar que no se perderá este ingreso, aunque sí habrá que asumir una penalización de Bruselas de parte de esa cuantía. Corresponderá a las autoridades comunitarias evaluar la importancia de la reforma y decidir que parte del montante total decide, finalmente, bloquear.
Los de Ione Belarra sí han apoyado el decreto en el que se incluía un paquete de medidas anticrisis como suspender los desahucios hasta 2028. El PSOE había llegado previamente a un acuerdo sobre esto con Bildu, pero únicamente hasta 2025. Podemos también ha respaldado el más famoso de los tres decretos: el llamado ‘omnibus’ que Junts había convertido en su ‘bestia negra’ porque contenía la modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal a través de las cuestiones prejudiciales. Las que hacen temer a los de Puigdemont que la aplicación de la amnistía quede en agua de borrajas.
Yolanda: ‘tocada’ aunque no muerta políticamente
La cerrazón ‘podemita’ tendrá consecuencias, veremos en qué medida, para Yolanda Díaz que acumula ya varios pasivos en su balance político; no sólo el recien descrito, también el hecho de que los de Pablo Iglesias concurran en una lista diferente a la de ‘Sumar’ en la cita gallega con las urnas del próximo18 de febrero. Se dividirá de esa forma un voto que pelea por el mismo espacio electoral y que pondrá en grave peligro la obtención del único escaño que las encuestas pronostican para Sumar.
Un líder en la situación en la que ha quedado Pedro Sánchez, a quien tocará desde este instante vivir permanentemente en el filo de la navaja, no puede permitirse añadir a esa inestabilidad permanente y a la constante imprevisibilidad a la que le someterá Junts, una guerra fratricida entre Sumar y Podemos, batalla que ni le va ni le viene, pero que puede llegar a restarle, en momentos cruciales, el apoyo de los cinco parlamentarios morados.
La posición del PP y la urgente necesidad de grandes Pactos de Estado que España necesita
La política, como todo en la vida, está trufada de componentes puramente personales; afectos y desafectos y filias y fobias que en los casos más extremos pueden a convertirse en auténticos odios africanos. Me resulta inevitable recordar, cada vez con mayor frecuencia en los últimos meses, aquellos tiempos convulsos y delicados en los que por encima de las banderías políticas los líderes colocaban el sentido de Estado como norte y guía. No creo que Fraga o Carrillo, González o Suárez, Guerra o Abril Martorell, por remontarnos a la Transición, tuvieran un ansia loca por pasar juntos las vacaciones veraniegas; pero los afectos particulares quedaban a un lado cuando se trataba de llegar a acuerdos trascendentales para la vida de los españoles. En semanas como la que estamos a punto de rematar y que en mi amada Italia practicamos a diario, los grandes acuerdos, visto lo visto en el Parlamento, se me antojan casi imposible.
La oposición mayoritaria, que cuenta nada menos que con 137 escaños, merece, no sólo respeto político, evidentemente, sino ser requerida para cristalizar grandes Pactos de Estado, más en momentos como los que atravesamos. Cierto es que alguno de sus líderes, mee refiero al PP, no puede despacharse con expresiones del tipo: ‘al gobierno ni agua’, al ser preguntados acerca de las reiteradas llamadas de Yolanda Díaz a Borja Sémper, o de Félix Bolaños a Cuca Gamarra. Dicho esto, no es menos cierto que el PSOE debe mostrar, siquiera sea por lo precario de su posición, el mayor esfuerzo y una voluntad real de negociar para alcanzar esos consensos que en mi opinión, son básicos.
Soy consciente de que la inminencia de las urnas en Galicia convierte cualquier asunto en munición preelectoral: tanto los ‘péllets’, para la izquierda, como determinados gestos de dureza parlamentaria por parte de quienes, a pesar de haber ganado el 23-J, no han podido alcanzar el gobierno de España. Es posible que a las facciones más ultramontanas del cuerpo electoral de Vox cualquier posición de fuerza les haga ‘venirse arriba’; pero estoy, de igual forma, completamente seguro que este es el tipo de errores que una amplia mayoría de la sociedad, poco amiga de posiciones extremas tanto a un lado como al otro del arco ideológico, acaban por castigar, y que ni el PSOE ni el PP, los dos grandes partidos de Estado, pueden permitirse bajo ningún concepto. So pena de que quieran caminar hacia una, cada vez mayor, ‘italianización’ de la política española… algo, y créanme que se de lo que hablo, no sería una buena idea para España.
Salvado ya el difícil reto de su investidura y metido en la harina política de comenzar a gestionar el día a día de la que será, sin duda, la legislatura más dura y difícil desde el regreso de la democracia a España tras la muerte del dictador, Pedro Sánchez comienza a sufrir en sus carnes el calvario que le espera en adelante.
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