Casi se nos había olvidado Tezanos, que sigue por ahí haciendo de abuelo cuentacuentos, respirando por la pipa como una casita de cuento respira por la chimenea. Ahora Tezanos, el CIS de Tezanos, ese taller de elfos sanchistas, vuelve a dar ventaja al PSOE sobre el PP, pero eso ya no es lo relevante, sea porque nadie se lo cree o porque la realidad ya no importa. La cosa es que casi se nos olvida Tezanos, que vive en el sanchismo como dentro de una seta o una nuez pero ya ni percibimos que sigue ahí, dándole cuerda a Sánchez igual que ese discreto y sombrío relojero de palacio que nunca se ve. Es lo que pasa con Sánchez, que va colocando a los suyos hasta que ya ni los vemos, ni reparamos en ellos, o los confundimos con el mobiliario, el tapizado, el polvo del propio Estado como ese polvo de goma arábiga que adensa y apergamina toda la burocracia. Casi se nos olvida Tezanos como se nos olvida la gabardina en el perchero o el abuelo en la butaca, pero lo peor es que se nos olvidan fiscales generales o particulares, magistrados puestos a dedo o periodistas con escapulario.
Tezanos, a pesar de su inutilidad pública y su improbabilidad estadística (la matemática también tiene su ironía) ocupa un lugar, llena un espacio, lo conquista para el sanchismo y lo impermeabiliza de realidad o de alternativa. Aunque no acierte en nada, ya con eso Tezanos cumple una misión, siquiera esclerótica. A Tezanos no le hace caso nadie pero va ocupando el lugar de la verdadera ciencia y del verdadero servicio público hasta que se nos olvida, sencillamente, que hay ciencia y que debería haber servicio público, y así llega el momento en que no hay sitio para la ciencia ni para el servicio público. Sánchez, donde no ha ido metiendo a un soldado ha ido metiendo un tapón o una palada de serrín. Donde no hay un agente del sanchismo hay un termitero que va debilitando el Estado, ahuecándolo, vaciándolo, dejándolo sin sentido o sin memoria. Fíjense que parece que el Estado ya no es nada sino las reuniones de Santos Cerdán con Puigdemont o con Turull, en las que al socialista le falta aparecer con sombrerito y gafas de sol como una amante de Piqué.
Tezanos está como en la brigada de petanca del sanchismo, ya digo que un poco entre el entretenimiento, la piedad y la penuria, como esa petanca falsa que jugó Sánchez
Tezanos dice lo de siempre, o dice lo contrario a lo que es, o no dice nada porque le da por preguntar por la guerra de Ucrania pero no por esta amnistía ilegal e inmoral negociada en hoteles de cuernos o en balnearios de mafioso con puro en la manaza y géiser en el culo. El papel de Tezanos está entre la ternura y el despiste, entre la propaganda y el absurdo (también se destruye la realidad haciendo que sea indistinguible del absurdo). Pero tenemos a exministros y exempleados de Sánchez en el Tribunal Constitucional y a fiscales generales con carné, pedigrí y encomienda, y eso ya no es tener al abuelo en la butaca con caramelos de pelusa y marionetas de calcetín. Sin duda el sistema ya fallaba al permitir la colonización de lo público por los partidos y hasta la subasta de jueces y magistrados (gracias al PSOE, por cierto, concretamente al PSOE de Felipe y Guerra, ahora tan constitucionalista, garantista y soponciable). El sistema ya fallaba pero nunca fueron tan graves las consecuencias ni las perspectivas a la vista, o sea las intenciones del político, es decir de Sánchez.
Tezanos está como en la brigada de petanca del sanchismo, ya digo que un poco entre el entretenimiento, la piedad y la penuria, como esa petanca falsa que jugó Sánchez. Tezanos es demasiado increíble para ser propaganda, así que está todavía en el escalafón colonizador inferior al que ocupan, por ejemplo, los catequistas de RTVE. El último alarde de Sánchez lo hemos visto al querer colocar al frente del ente público a Irene Lozano, su escritora fantasma, su negra literaria, su escriba de reclinatorio, su bardo de lánguidos tañidos y épicos gorgoritos que ha llenado dos libros ridículos sólo con la colada autoerótica del presidente. De todas formas, la verdad, tampoco hubiera supuesto demasiada diferencia con lo que ya tenemos en antena, que es todo el tiempo como la hora del ángelus de Radio María pero en sanchista. También ha sonado a lo que es, a palanganeo, el nombramiento como director de la Agencia EFE de Miguel Ángel Oliver, exsecretario de Comunicación y excernedor de periodistas. Por encima, ya digo, están los que realmente pueden desactivarle los contrapoderes al político que los coloca con más o menos ambición o escrúpulos, pero todos tienen su sitio, su función, su papel en el cuento, sea de lobo, de leñador, de abuelita o de cabritillo.
Casi se nos olvida Tezanos, que sólo nos acordamos de él cuando se cae por la chimenea de tanto en tanto con un disfraz increíble, una alegría siniestra y unas atenciones sospechosas, como un deshollinador de musical. Pero es que se nos olvidan todos los que va colocando Sánchez, desde el petanquista municipal a los propagandistas dominicales o a las puñetas luisinas que decidirán sobre la amnistía y sobre lo que venga, que será la inmigración, las fronteras, el referéndum, la independencia… Todo se nos olvida, que el esbirro se confunde en el paisaje de esbirros, los partidos se confunden en la historia negra de los partidos, y todo lo público queda igualado en el polvo. Es de lo que se trata, de que parezca que ha sido siempre así, que eso es la democracia, esa vara con el dedazo empalmado que portaron igual emperadores, socialistas y peperos, y que ahora tiene Sánchez. Pero hay que intentar no olvidarse de Tezanos, ni de Juan Carlos Campo, ni del lloviznado meteorólogo de los informativos, ni de nadie. No olvidarse de que el sistema falla y de que lo público sigue siendo un botín. Por eso mismo es tan peligroso ahora, en las manos o el dedazo de un amoral.
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