Y allá que se lleva a sus huestes al norte, donde las meigas han de hacer sus prodigios o tienen por qué hacerlos para ver si, en una de estas, la ignorancia se convierte en convencimiento o la disciplina se convierte en obra de fe.

Porque ya no hubo más que escuchar ayer por la mañana a Juan Lobato en Onda Cero, para comprender que la disciplina va a ser la argamasa de todo cuanto acontezca en materia de las relaciones de Puigdemont con Sánchez o viceversa.

Esta ley de amnistía ya iba seriamente devaluada, pero tan profundamente que no había jurista de cierto prestigio que la avalara

La realidad de las cosas es que esta ley de amnistía ya iba seriamente devaluada, pero tan profundamente que no había jurista de cierto prestigio que avalara la norma, así que la salida a la luz publica, ayer, del informe jurídico de 13 folios, firmada por los letrados de la Comisión de Justicia hace una semana, y que ha permanecido oculto en algún cajón siete días con el objeto de impedir que la oposición apuntalara sus enmiendas.

Y dice Felipe González que no es una una amnistía sino una autoamnistía a la medida de cada uno. ¿Que no sé qué hacer contigo aunque hayas cometido un delito? Te amnistío. Incluso, ¿que no sé qué hacer con aquel?, pues le amnistío también. Y a aquel, y a aquel y a aquel otro, hasta que la igualdad entre los españoles ante la ley no sea una entelequia y aquí no se arme una buena, que no se armará porque somos gente civilizada.

Por eso Pedro Sánchez necesita disciplinar a los suyos.