Ayuso nos ha presentado el nuevo Madrid con Fórmula 1, que es un Madrid aerodinámico de dinero y fardón de carrocería; una aleación de velocidad, negocio, cristal y postureo inevitablemente hortera y envidiable que ya están empezando a ver como agravio en la Cataluña indepe malcriada por Sánchez. Sería una noticia deportiva o económica si no hubiera siempre alrededor de la presidenta algo folclórico y fetichista que en este caso la hacía parecer, además de una azafata de Tío Pepe en el Circuito de Jerez, una especie de Isabel la Católica en coche de carreras o de Penélope Glamour con metralletas. Ayuso se diría que ha recuperado la Fórmula 1 como el que recupera un galeón para España después de haber sido apresado por el turco, o sea que ya tenemos otra guerra montada y lo mismo el independentismo / sanchismo empieza a llamar a esto dumping automovilístico, lawfare deportivo o fascismo descapotable. Yo ya estoy esperando a que salga Míriam Nogueras para señalar a Fernando Alonso, Carlos Sáinz o hasta Sergio Pérez, que es mexicano pero suena a españolazo colono e irredento de Badalona, igual que a jueces o periodistas a empapelar o reeducar.
Vamos a tener guerra política por la F1, más que nada porque aquí tenemos guerra política por todo, y con más razón si viene de la mano de Ayuso, que es como la chica de cuero y gasolina que tienen en un póster los talleres mecánicos
Seguro que vamos a tener guerra política por la F1, más que nada porque aquí tenemos guerra política por todo, y con más razón si viene de la mano de Ayuso, que es como la chica de cuero y gasolina que tienen en un póster los talleres mecánicos y los editorialistas de la prensa del Movimiento. La F1, además, nos huele a sospecha y a pelotazo, aunque la verdad es que cualquier negocio aquí nos huele a sospecha y a pelotazo. En la Valencia de Camps quisieron montar un Mónaco como se monta un restaurante de arroces y la cosa quedó en ruina económica y ferrallera, en purgatorio judicial y mediático, y en como feo precedente para el PP, que se diría que desde entonces no puede montar carreras ni bodas. Claro que no creo que en chanchullos, pelotazos, mordidas y bodorrios Cataluña pueda tener envidia de ningún lugar, ningún partido ni ningún deporte.
La F1 vuelve a Madrid, que ya la tuvo aunque nos suene a cuando tenía aquel scalextric por Atocha, con parrilla de motocarros y padock de vecinas con guiso. La última vez fue en 1981, cuando Jacques Villeneuve ganó el Gran Premio de España en ese circuito del Jarama que tenía algo de nuestro y de ajeno, de orgullo y de escasez, como aquel portaviones reliquia, el Dédalo, que nos dio Estados Unidos. El Jarama nunca fue el mejor circuito del mundo, pero era nuestro circo de cuadrigas patrio, con permiso de Montjuic. Y aunque en F1 no ganábamos nada, sí ganaba Ángel Nieto encima de su Derbi o su Bultaco milagrosas, que era un poco como ganar encima de Rocinante. Ya había, como ven, pique y alternancia entre el Jarama y Montjuic, que luego se quedó en pique entre Jerez y Montmeló porque el Jarama se llenó de jaramagos y domingueros como en lo de Sánchez Ferlosio.
La Barcelona con la F1 es un poco la Barcelona del 92 estirada y acelerada todavía en su mitología, mientras que Madrid no sólo se quedaba sin circuito y sin Olimpiadas (aquellas Olimpiadas cómo sólo de barrenderos y pintamonas en las que se quedó Gallardón) sino que se quedaba sin mitología. Y yo creo que Madrid seguía sin mitología, apenas capital de las oficinas, los bancos, la lotería y el fútbol, hasta que han empezado a hacer mitología con Ayuso, precisamente sus enemigos. Así que la presidenta se presenta con la F1 como se presentaría Dido con una flota cartaginesa. Lo que era una carrera ya no es una carrera, lo que era un negocio ya no es un negocio, lo que era un glamur como californiano (si se puede hablar de algo semejante) ya no es un glamur californiano, lo que era un espectáculo ya no es un espectáculo, sino que es una amenaza, un tongo, un trinque, una colisión, un agravio. Todo eso lo consigue Ayuso sin más que salir como con mono de mecánico o de póster de mecánico, como si fuera la que arreglaba el coche fantástico.
El Jarama ya no está para la Fórmula 1, pero Madrid tendrá un circuito híbrido sin tener que levantar paelleras aeronáuticas, aprovechando los aledaños de IFEMA, el skyline como de cuatro espiches que tiene Madrid para atornillar el horizonte y las curvas, y la gloria capitalina que va haciéndose esbelta y velera a fuerza de que le metan mitología a Ayuso como se le mete leyenda a una fragata victoriosa. La Fórmula 1 en Madrid será espectacular y ruidosa, será molesta y emocionante, y sin duda sería economía o sería deporte, como lo es en Baréin o en Barcelona, si no fuera Ayuso y si no fuera Madrid. La Fórmula 1 será también fascismo, como las cañas por Malasaña, y seguro que necesitará alguna enmienda específica en la Ley de Amnistía para que los de Tsunami puedan sabotear a Sergio Pérez por ser un españolazo franquista con nombre del TBO. Yo ya estoy esperando a que salga Míriam Nogueras para advertir a Sánchez de que no piensan pasar página y de que quieren amnistía, referéndum y que Puigdemont gane el mundial de F1 y el Dakar sin salir del maletero.
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