Les confesaré que la primera vez que escuché hablar de los 7 de Chicago pensé que era una historia relativa a los Black Sox. Ya saben: 1919, World Series de baseball, Joe “el descalzo” Jackson y 7 compañeros de los Chicago White Sox expulsados de la liga por amañar el campeonato.

Vamos, que les estoy hablando de la historia que sirve de fondo a Campo de Sueños.

Pero no. Resulta que el juicio a los 7 de Chicago fue el proceso por el que pasaron (por orden alfabético) Rennie Davis, David Dellinger, John Froines, Tom Hayden, Abbie Hoffman, Jerry Rubin y Lee Weiner como consecuencia a los altercados en la “Ciudad del Viento” durante la convención demócrata de 1968.

En mi descargo por la equivocación diré que Aaron Sorkin, el guionista y director de la película (2020) sobre el proceso, oyó hablar por primera vez del tema en 2006 cuando Steven Spielberg le dijo que quería hacer una película sobre el tema. Sorkin confesó que se fue de casa de Spielberg “no sabiendo de qué demonios le había hablado”.

Ahora, para 2006 yo ya sabía de los ocho de 1919, de los siete de 1968 y el quinteto titular del primer anillo de los Bulls con Michael Jordan.

Al tema: la película de Sorkin recoge un diálogo partiendo de una frase dicha por Tom Hayden en la concentración que dio origen a los disturbios: “Si la sangre va a correr, que corra por toda la ciudad”.

En el juicio esa frase se tomó como una incitación a la violencia, como el detonante de la violencia y los enfrentamientos con la policía (que muy conciliadora no estuvo), pero el diálogo al que les hago referencia muestra una realidad muy distinta. Abbie Hoffman, otro de los encausados, se da cuenta que la frase tiene el complemento elidido, no aparece por ninguna parte.

¿Que corra la sangre por toda la ciudad, no importa quién sangre o se refería Hayden a “nuestra sangre”, la de los manifestantes? Hoffman se dio cuenta que la intención era la segunda. Siendo así, mandó a su gente al sacrificio y no pidió violencia.

Un lujo en el manejo del lenguaje.

Pues eso, comparado con las declaraciones del jueves de Pedro Sánchez, es como aquella nota de la maestra al padre de Manolito, el amigo de Mafalda: “Señor Goreiro: su hijo más que hacer los deberes, los perpetra.”

Pedro Sánchez dijo el miércoles que “[…] con este proyecto de ley yo estoy convencido, y así al final lo van a concluir los tribunales, que van a estar todos los independentistas catalanes amnistiados, porque no son terroristas”.

Si “este proyecto de ley” es el mismo de la amnistía que el Congreso tiró, la única solución posible para que se mantenga el texto es que Pedro Sánchez esté pensando en un cambio del Código Penal para que una nueva definición de terrorismo encaje “con este proyecto de ley”, porque, ahora mismo, tal y como está formulado el artículo 572… regular que esa ley amnistíe a todo el independentismo.

Clasificar el terrorismo en virtud de una concordia no hace sino exculpar a unos y a otros, porque no hace falta matar a nadie para que un acto sea terrorismo

La vía es evidente: Junts deja caer el proyecto de ley porque ve que los acusados de terrorismo por el procès corren peligro de no ser amnistiados. Hasta Puigdemont corre ese peligro. De hecho, lo más perverso de todo es que, en esas declaraciones, Pedro Sánchez habla de los hechos que tuvieron lugar en 2017, cuando muchas de las acusaciones son por delitos cometidos en 2019.

¿Que lo puede hacer? Ya lo creo. Tiene los votos. Cuenta con los provenientes de las mismas alianzas con las que se votó la Ley del Sólo Sí es Sí, la reforma de la malversación y la eliminación de la sedición. Tan sólo es un paso más, porque el código sobre el que aplican es el mismo. Es más, pueden ponerse todo lo exquisitos que quieran con la clasificación de terrorismo, porque recordemos que la malversación quedó como delito sólo si existía enriquecimiento personal.

Ya ven; Tom Hayden inició una revuelta poniendo su sangre por delante sin nombrarla y Pedro Sánchez va a debilitar el Código Penal haciendo que todos miremos a la ley de amnistía y con una frase bastante menos elegante y evocadora.

El independentismo no es terrorismo, pero el terrorismo toma muchas justificaciones. Ya sabemos que en su nombre muchos han tomado las armas y se han llevado vidas por delante. Otros eran simplemente radicales que abrazaban una causa para dar un poco de tono a su bajeza. Clasificar el terrorismo en virtud de una concordia no hace sino exculpar a unos y a otros, porque no hace falta matar a nadie para que un acto sea terrorismo. Una bomba que no explota o una furgoneta a toda velocidad por una zona peatonal que no se lleva a nadie por delante, no implica que no haya habido ánimo de que el resultado fuera sangriento.

Luego, bajo qué bandera se justifique pisar el acelerador, eso ya es otra historia.

El Partido Popular presentó ayer un escrito a la Mesa del Congreso de los Diputados para que reconsidere la decisión […]