Sánchez no es que se olvide pronto de Galicia, con esa cosa de nubarrón de España que tiene la región, apareciendo y desapareciendo con las isobaras o con la niebla como un faro fantasmagórico o mitológico. Sánchez en realidad se olvida pronto de todo, el pasado es un espejismo, el futuro es el siguiente telediario y, sobre todo, es que España ha demostrado no tener memoria o tener memoria de jornada de fútbol, siempre caducada al siguiente domingo. Galicia ya no existe, Galicia ya no es nada, se fue como una isla fantasma con barcos fantasma, y ahora la actualidad está en Marruecos o en Suiza, donde el sanchismo quiere enterrar las elecciones gallegas en arena de oro o en oro de chocolate. Ya decía yo ayer que Galicia es un fracaso del PSOE pero no de Sánchez. El presidente no necesita tanto un partido de baturros como unos nacionalismos ascendentes, agradecidos y hambrientos, con ganas de meter su cuchara de palo en la garbanzada nacional. Y sin embargo diría que a Sánchez le ha dolido ver que no es tan invencible ni tan hipnótico.
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